Con 'C' de Cádiz
«Amsterdam le debe mucho culturalmente al movimiento okupa»
El gaditano Jorge Cumbre es diseñador gráfico de Nike en una ciudad europea que le ha cautivado por su «forma tranquila de vivir la vida»
Dos gabinetes de crisis bien resueltos llevaron a Jorge Cumbre Castro (Cádiz, 1978) a dilucidar su futuro tras unas etapas catárticas y llenas de vaivenes de los que salió con las ideas muy claras. Dicen que en tiempos de crisis se agudiza el ingenio y el de este diseñador gráfico comenzó a despertar sin siquiera estarlo él del todo.
De rebote y por amigos, que es como se conocen muchas fuentes de la felicidad. Así ha llegado a convertirse en un profesional demandado de la publicidad digital. Y de la que le echen. Porque este cuarentañero viene de los viejos usos costumbres que se usaban en el periodismo de finales de los 90, desde donde comenzó a explorar un mundo que le ha llevado a Amsterdam pasando por Barcelona.
Lleva quince años en Holanda, donde trabaja en el departamento de marketing digital de Nike . Le apasiona lo que hace en un mundo en el que entró pasito a paso, como el explorador que atraviesa la selva abriéndose paso a machetazos, descubriendo una profesión que ni conocía ni creía querer conocer hasta que se ha hecho un docto en la materia. La vida de Jorge tiene su rollo. Y sus trabajos también .
-Estudia en San Felipe y ya le pierdo la pista aunque le recuerdo por el Drago, ¿puede ser? Póngame al día de esos años mozos.
-Exacto, estudié en San Felipe hasta 3º de BUP, que repito pero por falta de plazas no se permitía seguir. Eso fue lo que nos dijeron. Fue el primer año que repetí.
-Vaya, bien empezamos. ¿Y dónde sigue los estudios?
-Los que no pudimos repetir nos fuimos al Drago, donde volví a repetir tercero.
-Andá, qué bien. El periodo de adaptación entiendo.
-Jaja. Eso fue. Digamos que tuve una época convulsa. Después pasé a COU, que lo repetí también.
-Hombre, preparar lo que dice preparado iba a llegar a la Facultad. Bueno, ¿se estaba empezando a complicar el tema?
-Sí, sí (risas). Ya me fui al Columela nocturno, que es donde se daban cita los mejores estudiantes.
-Mítico, sí señor. ¿Qué recuerdos tiene de ese curso nocturno?
-Pues muy bien la verdad. El caso es que repetí con dos asignaturas y luego suspendí la Selectividad porque a la hora de enfrentarme a ella no llevaba muy bien las otras cinco que tenía que repasar durante el curso lectivo y que no repasé.
-Es extraño lo que me cuenta porque se estanca en los estudios a partir de 3ª de BUP, que es cuando teóricamente se elegía lo que más gustaba al alumno. ¿Qué explicación tiene?
-Obviamente, no estaba centrado. Yo salía mucho de marcha, mis primeros conciertos. En fin, las primeras salidas... Cambié el fútbol de los sábados por la mañana por la fiesta. Yo jugaba en el colegio y también en el Olímpico. Además, hacía vela en el lago de Arcos, pero comencé a suspender y mi madre se puso seria.
-Perdona. ¿Y cómo que se va a Arcos a hacer vela?
-Porque allí estaba el club Gadir.
-El del Opus, ¿no?
-Sí, sí, Yo estaba bien allí, pero la verdad es que no seguía mucho las directices del club.
-Eso de parar para rezar el Angelus destrozaba muchos partidos...
-jeje. Exacto, pero bueno, realmente fue una etapa de mi vida con muchas turbulencias porque no estaba muy motivado con los estudios. Estaba un poco perdido. Entonces, cuando repetí COU con dos asignaturas y me voy al Columela nocturno comencé a aprovechar las mañanas mucho más. Me saqué el carnet de conducir y estudié un curso de formación ocupacional sobre maquetación de revistas.
-¿Llega a ese curso de absoluto rebote o más o menos le gustaba?
-Yo era más bien de ciencias y en el colegio opté por informática, pero sinceramente no me gustaba demasiado ni el arte, ni dibujar, ni nada relacionado con ese mundo. Y sí, llego a ese curso de rebote y por hacer algo.
-¿Cuánto duró y dónde lo daba?
-Tres o cuatro meses y lo hice en Forinsur, en la calle Ecuador, la que es peatonal del parque de Varela. Ahora sigue siendo un centro de enseñanza. Además, vivía cerca de ahí.
-No solo llega de rebote por lo que veo, también lo quería cerquita de casa. ¿Correcto?
-Exacto. Lo vi anunciado y probé. Y a raíz de ahí me picó el gusanillo de la maquetación de revistas. Me dije, mira esto igual me interesa. Además, tenía amigos, entre ellos Dani Montesinos de Argantonio, que habían hecho en Jerez cursos en la Escuela de Artes Visuales y me hablaron muy bien. Se unió un poco todo porque suspendí la Selectividad y llegaba el momento de tomar una decisión. Para colmo, no sólo no reforcé las otras asignaturas sino que de esas dos que tenía me quedó una para verano.
-(Risas) El instituto ya era una bola de nieve cada vez más grande sospecho.
-Así era. Yo ya estaba deseando acabar el colegio y la Selectividad, que la hice en septiembre, la suspendo evidentemente porque había asignaturas que no las había tocado en mucho tiempo.
-Total, que hace un gabinete de crisis ese mes de septiembre. Con el COU, pero sin Selectividad ¿Y qué hace?
-Exacto. Hago gabinete de crisis ese septiembre fatídico de qué hago con mi vida y decido hacer el curso de Jerez porque sólo te pedían hasta COU, y eso lo tenía. Con la ayuda de mis padres, porque el curso valía un piquito, hago el curso que era de dos años. El primero era de diseño gráfico y el segundo era más enfocado al mundo digital. Entonces las cosas se hacían en CD-Rom porque internet estaba medio empezando. Antiguamente, muchas empresas se presentaban con un CD-Rom, donde metían dentro su catálogo para que los comerciales lo fueran repartiendo entre posibles clientes. Recuerdo que trabajamos para Porcelanosa y en su catálogo metíamos todos sus productos (lozas de la pared, cuartos de baño, grifos, duchas...) El primer año del curso era más teórico y el segundo más práctico ya que te metían en el mundo multimedia como páginas webs y el CD-Rom, que era entonces el 'boom' en multimedia. Salí de la Escuela con un título privado y que tenía algo de prestigio dentro del mundillo.
-¿Hizo prácticas durante el curso?
-Sí, estuve un verano en el Diario de Cádiz. Sería por finales de los 90. Me gustó mucho la experiencia. Al ser también mi primer curro y verme metido en un equipo de trabajo, pues la verdad que estuvo guay. Y también era un orgullo haber trabajado en el periódico más leído de Cádiz en ese momento. Aprendí mucho de infografía. Recuerdo una información sobre un atentado de ETA que había que poner dónde estaba el coche, dónde explotó, el recorrido...
-¿Estaba formado ya cuando hacía las prácticas?
-Siempre digo que donde más he aprendido ha sido fuera de la Escuela; allí aprendí las nociones pero donde te enfrentas a proyectos reales es trabajando.
-¿Y le gustó el mundo del periodismo?
-No me interesó mucho en el tema profesional porque prefería otros campos, pero me gustó mucho la experiencia a pesar de que me fastidió el verano porque entraba a las tres y media y salía por la noche.
-Vamos, que lo que no lo gustó más que el periodismo eran los horarios...
-Exacto. Pero la gente era muy guay y tengo muy buenos recuerdos. No sé si era porque era el becario pero el ambiente era chulo. Pero no me veía trabajando en un periódico toda mi vida, quizás algo temporal pero no para siempre. Me veía más en una agencia de diseño y me llamaron de Idea 2, una agencia que estaba en Cádiz. Hacíamos muchas cosas para el ayuntamiento como cartelería, el libreto del carnet joven... Allí estuve unos cuatro meses y aprendí bastante. La sede la tenían en la calle Ahumada o Isabel la Católica, no recuerdo bien.
-Bueno, al menos ya tenía claro a qué se quería dedicar cuando cuatro años antes estaba hecho un lío.
-Sí, sí. Desde que empecé la Escuela ya encarrilé porque me motivaba mogollón. Las clases eran por la tarde y en Jerez y yo iba encantado, no me importaba. Como tenía las mañanas libres hice prácticas en Trébol, que estaba en la Avenida de la Marina. Estaba súper bien porque podía poner en práctica los conocimientos que estudiaba en la Escuela. Pero qué pasó. Pues que cuando terminé la Escuela tenia que hacer un curso fin de máster en Barcelona que duraba un mes a un ritmo intensivo. Me daban a elegir entre un curso de 3D o producción audiovisual de documentales, que fue lo que elegí. El tema ese de las cámaras, grabar por la calle y todo eso me fascinó. Lo bueno de la Escuela es que tocaba un poco de todo y ya más adelante ya profundizabas en el campo que más te gustara.
-¿Y qué tal ese mes en Barcelona?
-Me encantó la ciudad y decidí que iba a vivir allí si encontraba trabajo. Eché muchos currículums en agencias de diseño y me volví para Cádiz en cuanto acabé el curso intensivo. Regreso a Trébol y en la primera semana que estoy trabajando ya con mi primer contrato a jornada completa me llaman de una agencia de Barcelona a la que le habia gustado mi currículum. Fui a Barcelona, hice la entrevista y regresé a Cádiz para trabajar. Recuerdo que Trébol trabajaba con el Cádiz CF para hacerle su publicidad y eso me ilusionaba mucho porque soy muy cadista. Pero al salir lo de Barcelona no me lo pensé. Además, coincidía que el 2003 fue el año del diseño en Barcelona. La agencia se llamaba Axioma y eran todos catalanes menos yo. Eso me atrajo un montón porque veía que me habían cogido aun siendo de fuera. Todavía estoy sorprendido de que me llamasen porque mi currículum estaba casi en blanco tras salir de la Escuela y haber hecho un par de prácticas como quien dice. También es verdad que me explotaron mogollón.
-Pues ahí tiene la respuesta.
-(risas) Exactamente. Querían a alguien al que no le podían pagar mucho para formarlo un poco dentro. Allí hice de todo; desde cartas de Frigo hasta animaciones para Pirelli en internet. Había mucha demanda de gente que supiera hacer animaciones y yo eso lo traía de la Escuela y lo desarrollé en este estudio en el que estuve formándome tres años. Cobraba 950 euros en Barcelona. Nunca llegaba a fin de mes, claro está. Compartía piso. Mi primera tarjeta de crédito me la saqué allí porque no llegaba a fin de mes y tenía que pedir para el mes siguiente. Yo siempre iba allí cojo pero lo flipé con la experiencia y con la ciudad, que era bastante cara para salir de marcha. Y por supuesto que salía. Después de toda la semana currando llegaba el viernes y 'chán'. De viernes a domingo se me fue bastante dinero en copas, la verdad.
-Y decide dar un giro de timón.
-Ya estaba muy cansado porque era muy duro. Muchas horas. Yo llegaba a las 9 de la mañana y había días que me iba a las once de la noche y porque decía 'señores me tengo que ir que me cierra el metro'. Terminé esos tres años en Axioma y me quedé un año cobrando el paro y haciendo algunos trabajillos por mi cuenta. Pero total, que me estaba acabando la ayuda y monto otro gabinete de crisis porque veía que no estaba haciendo nada interesante. Estaba un pelín quemado de la ciudad porque era muy sacrificado vivirla con el dinero justo.
-¿Por qué zona vivía?
-Primero por el Vall d'Hebron, que nosotros le llamábamos el Bronx porque era un barrio intensito. Y después en la Avenida Paralela, al lado de la Plaza de España, mucho más céntrico ya.
-Buenos recuerdos, pero muy caros.
-Tal cual. Entonces se me ocurrió irme tres meses a Amsterdam para aprender inglés, que era algo que siempre quise perfeccionar. Se me daba bien porque desde pequeño mi madre me apuntó a clases. Tenía un amigo allí, Hugo Gómez, que fue uno de los que me aconsejó hacer el curso en la Escuela de Jerez. Me dijo que me hacía la cobertura las dos primeras semanas dejándome el sofá de su casa hasta que encontrase algo. Él trabajaba en el departamento de publicidad de una empresa americana. Y genial. Llegué allí un 14 de marzo de 2007, nunca se me olvidará. Estaba nevando. Mi idea era buscarme una habitación para esos tres meses.
-Fue para tres meses y lleva quince años. ¿Tan potente fue la seta?
-(Risas) Eso parece. Es verdad que fui para practicar el inglés, pero gracias a Hugo encontré trabajo en su empresa sin apenas dominar el inglés. Recuerdo que en la entrevista que me hicieron no me enteré de nada. No sabía cuánto iba a cobrar, qué iba a hacer, de qué me iba a ocupar... Nada de nada. Yo a todo decía que sí. Dirían, este chaval no se ha enterado de nada. Y así era, vamos.
-¿Cómo el de Trainspotting ?
-(risas) Parecido, parecido, pero sin hablar porque no les entendía nada. Sobre todo fue gracias a Hugo, que como uno de mis mejores amigos que es se comprometió a explicarme todo lo que yo no entendiera puesto que íbamos a trabajar en el mismo departamento. Me abrió las puertas y yo ya comencé a valerme por mí mismo en la empresa, que era ACN . Eso sí, a todo el mundo le decía que en vez de hablarme que me enviasen un email para yo entenderlo mejor. Me costó mucho hacerme el oído.
-¿Cómo se habla el inglés en Amsterdam?
-Es mejor que el de Inglaterra porque la gente lo pronuncia mejor que en Londres, donde hay mucho más acento. De hecho, fui a Londres a los cinco años de estar en Amsterdam y no me enteraba de nada. Me pegó un bajón importante, la verdad.
-¿Qué tipo de contratos le hacían en esos primeros meses?
-Temporales de seis meses. Me lo renovaron y ya al año tenía muy claro que me quería quedar.
-¿Dónde vivó esos inicios?
-Tras abusar de la confianza de mi amigo en las dos primeras semanas, encontré una habitación en la casa de un indio de 80 años, que la alquilaba porque supongo tendría pocos ingresos. Me dije que para tres meses era perfecto, pero me quedé ocho años. Lo encontré gracias a un anuncio en un supermecado que ponía 'alquilo habitación' porque el indio no tenía internet. La casa era grande y estuve muy bien porque Amsterdam es carísimo. Yo pagaba 300 euros, que eso no era nada para los precios de alquileres que había. Hice intentos de buscar otras habitaciones pero todas eran de 500 para arriba así que decidí quedarme con mi amigo el indio. Tenía el miedo de Barcelona de volver a crearme unos gastos muy caros y asfixiarme económicamente. Prefiría vivir tranquilo sacrificando no tener una habitación un poco más potente.
-¿Cómo era la convivencia con el indio?
-Genial. Nos respetábamos mucho. Él tenía su vida, yo la mía y no tuvimos ningún problema.
-¿Desde entonces lleva trabajando en la misma empresa?
-No. En ACN estuve cuatro años. Uno estuve de autónomo y volví de 'part time' para poder combinarlo con mis trabajos. Ya volvía a tener claro que no quería estar atado a un horario de nueve a cinco y de lunes a viernes. Así que sólo hacía martes, miércoles y jueves en la empresa y además hacía muchos trabajos a clientes.
-¿Esos trabajos suyos de dónde le llegaban?
-Casi todos de allí, otros no. Algunos me llegaban de oídas y alguno que otro de Cádiz y otros de Barcelona. Así que entre el 'part time' y mis currillos me daba para vivir. Una ayuda en Holanda es hacerte autónomo porque no hay cuota como aquí. Allí pagas 50 euros al año y vas pagando impuestos en función lo que vayas facturando. Así es mucho más fácil empezar un negocio. Eso me ayudó a ir escalando hasta que en ACN me dicen que me necesitaban a jornada completa y de lunes a viernes. Era tomarlo o dejarlo. Me arriesgué y me tiré de la moto como autónomo y la verdad es que trabajé en muchos sitios gracias a esa decisión. Incluso he vendido setas en una tienda de un cliente mío que tenía un smart shop donde se venden excitantes naturales.
-¿Eso no está muy relacionado con el gremio, no?
-(risas). A ver, no, pero lo hice para ganarme un dinero extra y por curiosidad. Y de todo se aprende. Además, yo estaba mucho en el ordenador y este hombre me dijo que si quería trabajar un día a la semana en la tienda. Y la verdad es que me sentaba muy bien. Por allí pasaban clientes de todo tipo, desde hijos con sus padres para probarlo a grupos de amigos, artistas, turistas y demás.
-Ya que abre el melón, ¿cómo llevan los holandeses que Amsterdam tenga esa imagen de lugar tolerante con las drogas o la prostitución?
-No lo llevan muy bien porque en realidad no es ese paraíso que se vende fuera. Es cierto que son muy tolerantes con todo, pero al final ellos tienen su estructura y todo funciona de puta madre. Allí el que desfasa suele ser el turista, y ese es el estereotipo que se tiene de allí. Per por ejemplo, yo tengo muchos amigos holandeses que ni fuman. De hecho, ahora empieza a haber leyes para limitar ese relativo desfase. Se están empezando a cerrar coffee shop y a hacerlos solo para residentes para así evitar ese turismo de masas de ingleses, los típicos hoolingans que vienen y acaban liándola en el barrio rojo . La gente de alli es muy tranquila y cuando ven a extranjeros que desbarran no les gusta.
-Bueno, y un fiestero como usted en sus años mozos, ¿cómo se lo pasa en Amsterdam?
-A ver, yo llegué con 29 años y claro que nos pegamos las marchas que hubo que pegarse. Pero también vi una cosa que me gustó mucho de allí y que con el tiempo me enamoré de la ciudad. Me refiero a todo el tema alternativo y que ahora se está perdiendo un poco. Había muchas movidas del rollo de una fiesta en un barco, o en las afueras de la ciudad, un concierto que de repente te encontrabas en la calle y que salía de una casa que había abierto sus puertas para que tocase el grupo de turno... Todo eso hizo que me enganchase mucho a la ciudad del tirón.
-¿Y por qué dice que ha cesado esa actividad?
-Se han ilegalizado los centros sociales, que eran casas okupas que hasta 2011 eran legales. Era una medida que venía de la guerra y que consistía en que si la casa no se estaba usando se le podía dar un uso. De hecho, cuando okupaban lo primero que hacían era llamar a la policía para que hiciera un acta de que estaba okupada. Ya después había un juicio y se veía si el dueño la habitaba, la necesitaba o lo que fuera, pero se solía llegar a un acuerdo. En cambio ya es ilegal y te echan del tirón, con lo que de alguna manera se ha frenado esa movida alternativa. Muchos eran artistas que llegaban a Amsterdam sin recursos y vivían sin pagar alquiler en casas okupas. Todo eso creó mucha escena 'undergound' que está desapareciendo. Culturalmente hablando, Amsterdam le debe mucho al movimiento okupa.
-Parece una pena. ¿Qué hacen los políticos al respecto?
-Se están dando cuenta que desde la ilegalización Amsterdam se está convirtiendo en una ciudad museo, como le pasa a otras tantas. Ante esto, están dando ahora muchas facilidades para darle espacio a esta gente que no tiene recursos pero que le sobra energías para organizar cosas como festivales alternativos.
-Sigue su vida en Amsterdam, con su trabajo y sus 'chapús' como autónomo. ¿Qué me cuenta del indio? ¿Seguimos con él o cambia de aires?
-Lo dejé, lo dejé. Hace seis años me fui para irme a otra habitación que ya vale un poquito más cara en casa de unos colegas. Las cosas también van mejor a nivel profesional. De hecho, me llamó Nike.
-Olé. ¿Y cómo eran las condiciones?
-Voy como autonómo, pero bajo unas condiciones porque trabajé desde un principio a 'full time' y de lunes a viernes. En esa época teníamos que ir a la oficina, que estaba a veinte minutos en tren de mi casa. Era muy sacrificado pero estaba aprendiendo muchísimo y además ganando un sueldo de Nike ya importante. Era algo que requería de esfuerzo y era una oportunidad única. Al principio me llamaron para dos semanas y ahora voy a hacer cuatro años. Ellos me renovaban cada mes al ser autónomo hasta que me fui quedando como un autónomo fijo en plantilla. Me ofrecieron hacerme contrato pero no me quería atar aunque es verdad que mis cosas las comencé a abandonar porque me faltaba energía para tanto. Mis clientes lo entendieron.
-¿En qué anuncios de Nike ha trabajado?
-Sobre todo he hecho muchos de fútbol, que a mí me encanta. Hacemos las campañas de publicidad de casi todas las equipaciones de clubes europeos de Nike. No el diseño de la camiseta, sino la publicidad, la cartelería en las ciudades, en el metro, en los autobuses... También hacemos la campaña digital de Nike en la web, en las aplicaciones... De hecho, el director de arte del departamento de fútbol es de Málaga y hemos congeniado muy bien porque los dos somos muy futboleros. Hicimos animaciones muy chulas para las historias de Instagram.
-¿Cómo contacta contigo una marca que lo es todo en publicidad?
-Pues eché un currículum en Linkendin. Total, que ese día estaba yo en Cádiz en la playita, me llaman al móvil y me veo una llamada de Holanda desconocida. Y lo cogí, cuando yo normalmente no lo suelo coger. Apenas me acordaba porque yo eché el currículum como hace seis meses a la llamada. Me dijeron que querían conocerme y me subí del tirón. Yo iba a estar dos semanas en Cádiz pero me fui en cuanto colgué el teléfono como quien dice. Empecé en 2017 y hasta hoy.
-¿Cómo fue su primer día en Nike?
-Uff. Pues tengo mi mejor anécdota. Al menos, la más divertida. Resumiendo. La persona que me introdujo me dio una lista de marcas que no se podían vestir cuando se iba a trabajar a la oficina. Eran marcas de la competencia, evidentemente. Pero yo no sabía que Nike tenía la línea de 'skate' y no tenía ningún zapato Nike en esa época. Y me colé allí con unas 'Vans'. Es verdad que en la lista que me dieron no aparecía esta marca, pero claro cuando entré y me vi que todo el mundo llevaba Nike por todos lados. ¡Hasta el portero! Y claro, me llamaron la atención y me dijeron que el día siguiente no podía ir con las 'Vans'. Lo primero que hice al salir del curro fue comprarme unas.
-¿Cómo ve un profesional que comenzó en el diseño gráfico de papel al de ahora con todo en digital? ¿Es una profesión en la que si desconecta medio año se puede quedar uno en el pleistoceno?
-No lo creo del todo porque pienso que el mundo digital se ha quedado un poco estancado. Lo que estamos haciendo en Nike es mucho más de lo mismo. Es decir, cambia el producto pero la plataforma se repite bastante. Supongo que estará relacionado con el mundo comercial y como en ese campo está todo estudiado estarán viendo que más vale no cambiar lo que está funcionando. Y eso que Nike es conocido por la experimentación que hace en sus anuncios.
-¿Cuánto tiempo se ve en Amsterdam?
-Indefinido. Ahora en abril regreso porque me he comprado una casita allí en el campo. A veinte minutos en bici de Amsterdam. Como de Torregorda a Cádiz.
-¿Más cerca de la oficina de Nike?
-Ya es que no tengo que ir desde el coronavirus. Ahora trabajo para Nike, pero lo hago por remoto y con otra agencia que está en Londres. He cambiado de trabajar para Nike Europa a Nike Estados Unidos, que al final es casi todo lo mismo.
-¿No echa de menos Cádiz?
-Ahora, por ejemplo, llevo desde Navidad aquí. Es la primera vez que llevo tanto tiempo seguido aquí desde que salí a Barcelona hace ya 19 años. Tengo sentimientos divididos porque hay muchas cosas que me gustan de aquí y otras tantas que de allí. Cada sitio tiene su parte buena pero sí que es verdad que después de tantos años en Holanda me siento muy identificado con la cultura de allí. Son muchos más tranquilos, más relajados...
-¿Más relajados que en Cádiz?
-Bueno, sí, pero lo digo en otros aspectos. Aquí la gente es como demasiado eufórica. Veo que aquí hay demasiado ruido en la calle, para lo bueno y para lo malo. No digo que sea negativo, simplemente diferente. Y allí me he acostumbrado a ese ritmo de vida, como más tranquilo, más pausado.
-¿Qué opinión le merece a un gaditano afincado en Amsterdam el carril Kichi? ¿No me dirá que no está haciendo cositas el alcalde para que vuelva a su tierra?
-Estoy encantado, la verdad. Lo veo bastante bien y mucho mejor que aquel cutre que había antes con dos líneas pintadas en el suelo (risas). Este es un carril en condiciones, con su separación para los peatones. Bien, bien. Es algo que me atrae mucho de Cádiz porque ahora puedo ir tranquilo por el carril y no como antes que o te arriesgabas en la carretera o te dabas con las protestas de la gente por las aceras.
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