Psicología

Qué es el «síndrome del impostor» y cómo identificarlo en trabajo

Las personas que sufren este trastorno se ven incapaces de adueñarse de sus propios logros tanto profesionales como personales

Algunas personas que sufren el síndrome del impostor tienen la sensación de que están engañando a su entorno sobre sus habilidades o capacidades
Raquel Alcolea

Raquel Alcolea

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¿Crees que tienes éxito ? Precisemos la pregunta... ¿Qué significa realmente tener éxito en tu profesión? ¿Y en la vida? Algunas personas viven en un estado de exigencia permanente que les lleva a un perfeccionismo excesivo y agotador. La presión social sobre en qué debemos o no convertirnos y los diferentes baremos o medidas sobre qué es o no es tener éxito pueden llevar a estas personas a que, a pesar de estar en muchos casos sobrecualificadas, lleguen a pensar que hacen las cosas peor que el resto de la gente de su entorno.

Aunque el «síndrome del impostor» no está recogido en el «Manual diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales» como una patología concreta, tal como precisa Verónica Rodríguez Orellana, psicoterapeuta y director de Coaching Club , se trata de un conjunto de síntomas vinculados a la incapacidad que puede sentir una persona de adueñarse de sus propios logros en el ámbito laboral o personal.

Otro de los aspectos que caracterizan a las personas que manifiestan este fenómeno psicológico es, según precisa Mónica García, coach de liderazgo y directora del centro El Factor Humano , que sufren «un miedo persistente a ser descubiertos como un fraude».

Algunas de las señales que indican que una persona podría estar viviendo el «síndrome del impostor» son, según indica Mónica García, que manifiestan una cierta inseguridad en el trabajo (miedo de hacerlo mal, de tomar decisiones equivocadas o decepcionar), que piensan que no son «suficientemente buenos» para esa profesión o para formar parte de ese colectivo y que se comparan continuamente con las personas de su trabajo o de su entorno que ellos consideran que sí que son excelentes en lo que hacen. «Lo que sorprende al resto de las personas que conviven o trabajan con ellos es que los resultados que se ven desde fuera son muy buenos, aunque los falsos impostores no lo ven así», añade la experta.

En cuanto a los casos que responden a ese perfil podrían ser, como opina Verónica Rodríguez, el de una persona que ha recibido un ascenso en su trabajo pero que no tiene un registro plenamente consciente de que dicho logro sea merecido, fruto de su esfuerzo o de sus acciones para conseguir una mejor oportunidad. O incluso puede darse en algunos estudiantes que reciban una excelente calificación en un examen o consigan una beca y crean que es algo fruto de la suerte y no de su esperzo. «En ambos casos se angustian pensando que han sido capaces de engañar a su entorno y creen que no saben asumir las nuevas responsabilidades», aclara.

Por su parte, Mónica García alerta de que recientemente se están dando casos entre los emprendedores , sobre todo en aquellos en los que antes de emprender habían llegado a un cierto nivel de reconocimiento en sus profesiones. «Se sentían competentes y capaces en su trabajo anterior y, al comenzar en una nueva actividad, comparan el nivel de excelencia, de experiencia y de reputación que habían conseguido anteriormente con la vivencia de principantes de la situación actual», aclara.

¿En qué tipos de personas es más frecuente?

Las personas que sufren este «síndrome» suelen ser, según afirma Rodríguez-Orellana, personas que han sido excesivamente exigidas en su infancia , además de haber sido muy criticadas por sus figuras de apego, como pueden ser los padres y los profesores.

También suele ser frecuente en los profesionales que, aunque sean buenos, tienen una forma de ver el mundo polarizada : piensan que hay una forma de hacer las cosas que está bien y el resto, está mal. «No ven los grises, solo aceptan lo correcto y lo que está bien hecho», comenta la experta de El Factor Humano.

Algunas de sus sensaciones que se dan habitualmente en este tipo de personas son: pensar que tener éxito les hace quedar expuestos y lo ven como un peligro ; pensar que si reconocen lo que hacen bien o sus logros pueden parecer arrogantes o poco humildes; dar mucha importancia a lo que piensan los otros de ellos y procurar no decepcionar .

Cómo ayudar y ayudarse (si lo sufres)

La ayuda profesional , en sesiones grupales o individuales pueden aportar la identificación de un patrón emocional y de conduca que ayuda a redefinir el problema. Como detalla Rodríguez-Orellana, en estas sesiones se centra en trabajar con la distorsión cognitiva que afecta a la persona a través de ejercicios lúdicos. «Con el feedback adecuado de sus compañeros de grupo o del profesional tiene muchas posibilidades de resolverse adecuadamente», comenta.

Una de las claves con la que se trabaja en un proceso terapéutico es ayudarles a que identifiquen qué indicadores de la realidad están avalando los argumentos que exponen.

Otras técnicas que defiende la coach de El Factor Humano son, por un lado ayudar a que esas personas se centren en «contribuir» y en «servir», no en hacerlo bien. «Valorar la utilidad en lugar de pensar si lo han hecho bien o mal les resultará más fácil», explica Mónica García.

También se ha de trabajar con la idea de que esas personas deben darse el «permiso de ser ellos mismos» y dejar la idea del «profesional perfecto» que se supone que tienen que ser y que no son. «No has venido a ser ellos, has venido a ser tú. Puedes tener modelos en los que fijarte, pero no tienes que ser ellos», explica.

Otra de las fórmulas útiles consiste en ayudar a que la persona se pare a integrar emocionalmente su éxito y sentir los logros. Lo habitual es que reconozcamos los éxitos a nivel racional o mental, pero no los «sentimos». Por eso Mónica García confía en la eficacia de fortalecer la visión que se tiene de uno mismo y de sus logros «volviendo a esa situación, analizando cuál ha sido nuestra contribución a ella y dejando que sintamos el resultado».

Con este tipo de personas se corre muchas veces el riesgo de intentar ayudarles reconociéndoles sus méritos o diciéndoles todo lo que hacen bien y lo que han conseguido. Sin embargo, como explica Mónica García, eso solo fortalece la necesidad que tienen de valoración externa y no acalla esa vocecita que les recuerda que no son tan buenos como parece. Es mejor, según explica, que les recordemos lo importante que es dar lo mejor de uno mismo y que a las personas se les quiere por quienes son y no por sus logros o porque sean buenos en lo que hacen.

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