Psicología

Los antihéroes y la atracción fatal que hace que los adoremos

Aunque son personajes con personalidades grises, ambiguas o incluso amorales, conseguimos empatizar con ellos

Walter White, protagonista de «Breaking Bad» ABC
María Alcaraz

María Alcaraz

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La mejor definición del arquetipo del antihéroe es el color gris. Gris, porque son personajes de ficción que no son buenos, pero tampoco malvados; viran entre el blanco y el negro sin tomar una posición decidida. Se rigen por unos valores morales que disienten de los nuestros, toman decisiones más que cuestionables y muchas veces sus acciones se acercan más a las del villano de la película que a las del héroe. Pero ante todo son personajes complejos , y es esa laberíntica conducta la que hace que no podamos sacárnoslos de la cabeza.

Los antihéroes pueblan nuestras pantallas desde hace una década. Si bien siempre han existido esos personajes grisáceos, fue en la llamada «década de oro» de la televisión en la que explotaron: Tony Soprano, Walter White o Don Draper llegaron y la gente se obsesionó con ellos. ¿Cómo es posible que personajes con valores morales tan cuestionables ocuparan la conversación pública y fueran objeto de un millar de artículos y análisis no cuestionando sus actos, sino alabando la fascinación que generaban?

«Este tipo de personajes, aunque sean diferentes entre sí, tienen algo en común: son personas atrayentes y que no tienen miedo», indica Laura Merino, psicóloga del Centro TAP. También, habla la profesional de que esta tracción vive en la empatía , pues aunque son personajes que en un primer vistazo nos resulten lejanos, también sufren y viven situaciones que nos pueden ocurrir a nosotros. La diferencia es que ellos suelen tomar medidas drásticas contra estos problemas, algo que nunca haríamos pero que ellos, víctimas de la desesperación, a veces perpetúan. «Eso también puede hacerlos valientes a nuestros ojos», puntualiza la psicóloga.

El personaje y su complejidad

Esta atracción que sentimos hacia el arquetipo del antihéroe puede justificarse por la complejidad de la construcción de los personajes. Así lo explica Jordi Sánchez Navarro, profesor y director de los estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya: «A diferencia de un villano los antihéroes tienen una capa de complejidad . Al principio nos pueden causar rechazo pero, poco a poco vamos entrando en su mundo. Son personajes complejos con una moral cuestionable pero con los que sí podemos identificarnos».

Continúa narrando el experto que, aunque a priori los antihéroes son figuras con las no tenemos nada en común, sí empatizamos con ellos. Es por esto que sentimos placer al sufrir con ellos y al verlos en una situación en la que nosotros no hemos estado jamás. Tener activo el mecanismo de empatización nos permiten experimentar algo que nosotros nunca haríamos. «Vivimos algo ajeno sin tener que trasladarlo a nuestra vida real, y eso los hace muy atractivos, los mecanismos de identificación funcionan muy bien con estos personajes», afirma el profesor.

¿Y qué dice de nosotros que nos fascinen personajes así? Rafael San Román, psicólogo de ifeel, asegura que nuestro gusto por lo «moralmente cuestionable» no dice necesariamente nada sobre si somos éticos o no. «Lo que ocurre no es que nos guste la maldad de un personaje, aunque nos pueda fascinar, sino que nos gusta el personaje a pesar de su maldad», comenta en profesional, que añade que con normalidad somos capaces de entender que lo que vemos es un personaje y no una persona real y que «nos puede fascinar como ficción, como narración, pero que no es aplicable ni justificable en la vida real, la cual necesariamente debe regirse por otros códigos».

Joaquin Phoenix caracterizado como Joker ABC

También, aunque paradógico, entra en juego el punto de la belleza, ya que muchas veces encontramos en estos personajes, como por ejemplo el Joker de la película recientemente dirigida por Todd Phillips, un cariz atractivo dentro de la fealdad . «A diferencia de lo que ocurre en la vida real, en el terreno de lo artístico se da la paradoja de que lo feo, lo detestable, lo malvado o lo desagradable resultan bellos, si están estéticamente logrados y acertadamente construidos en su profundidad», dice el psicólogo.

La odiada antiheroína

Es inevitable analizar este fenómeno sin tener en cuenta el desigual sentimiento que genera el arquetipo del antihéroe cuando quien le da vida es un hombre o una mujer. El espectador idolatraba a Walter Whiter , pero vilipendiaba a su mujer Skyler. Pasaba lo mismo con Don Draper . Mientras que el público bebía los vientos por el protagonista de Mad Men, despreciaba a su mujer Bette, juzgando todas sus decisiones y actos, objetivamente iguales, incluso menos, reprobables que las de su marido.

Los antihéroes son celebrados mientras las antiheroínas en multitud de ocasiones son tachadas de antipáticas. «El personaje ambiguo, gris, femenino ha sido tradicionalmente odiado», afirma Jordi Sánchez Navarro, que lo argumenta poniendo como ejemplo el caso de la femme fatale : «Son personajes fascinante, que se caracterizan por ser muy ambiguos y poderosos, pero su función en el relato siempre ha sido llevar a la perdición al hombre . A lo largo de las décadas se construye un discurso y por ello el espectador tiende a odiar a las antiheroínas. El público consigue entender al antihéroe, le da pena, mientras que a la antiheroína la considera provocadora de todo tipo de males».

Barbara Stanwyck en «Perdición» es considerada la primera femme fatale de la historia ABC

Por su parte, la psicóloga Laura Merino explica que muchas veces atribuimos un valor diferente a la misma cualidad según la porte un hombre o una mujer: «Cuando una persona es firme y decidida, si es un hombre se le suele considerar alguien fuerte, mientras que si es una mujer pensamos que es fría».

Por último, esta fascinación que sentimos hacia el arquetipo analizado también se cimenta sobre la atracción que muchas personas sienten hacia el peligro, no solo en la ficción. Aunque adelanta que las conductas humanas son muy complejas y no se pueden reducir a una explicación simple, el psicólogo Rafael San Román afirma que, si nos llama la atención el peligro, a menudo lo que nos atrae no es tanto la parte peligrosa sino lo que la envuelve. Nos atrae el misterio, lo desconocido. Es también por ello que nos gustan estos personajes. Porque empatizamos con los antihéroes con su color gris, y podemos incluso proyectar un poco de nosotros sobre ellos. Pero, en el fondo siempre tendrán algo incomprensible, eso que nos atrae como un imán.

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