La Vuelta a España continúa cubriendo etapas que no parecen llamativas, pero que sí están resultando duras por el viento, los recorridos en Galicia, las medias horarias. Son unos trazados complicados que van castigando poco a poco a los ciclistas. La media horaria general de la carrera se sitúa en los 40,250 kilómetros y la media de la etapa se fue a los 40,823 y eso es andar muy rápido a finales del mes de agosto.
Con esos registros, si se mantiene esa forma de correr hasta que llegue el menú montañoso de Andalucía, todo lo que estamos viendo, y viviendo hasta el momento, puede quedarse en un espejismo. La situación puede complicarse mucho.
Dani Moreno, el vencedor en Fisterra, había ganado la Flecha Valona, en el muro de Huy, por delante de los colombianos Sergio Luis Henao y Carlos Betancur. Henao fue ayer noveno y parece recuperar el color después de su hundimiento en la segunda etapa, dicen que por no comer.
El que no se baja del podio ni queriendo es Vincenzo Nibali, que no se había enterado, ni él, ni su equipo, de que Horner, el líder, había perdido tiempo y le tocaba volver a subir al podio. Nibali tiene querencias por el primer puesto, que de momento no parece tener mucho interés en asumir, lo que no impide a su equipo comportarse como si mandase en la carrera.
Controlan todas las situaciones que puedan entrañar algún riesgo con suficiencia, en una general en la que los segundos, gracias a las bonificaciones, oscilan mucho y convierten el maillot rojo en apetecible para muchos ciclistas, lo que le da vida a la prueba.
De hecho, una escapada en la que estaban Luis León Sánchez, José Herrada, Ángel Vicioso y Amets Txurruka, entre otros, fue anulada a diecisiete kilómetros de meta por el RadioShack, que no contaba con que Chris Horner se dejase seis segundos y perdiese el maillot rojo por tres segundos. Es un juego interesante para la carrera mientras no lleguen las cosas serias y las diferencias comiencen a resultar más llamativas, más serias, y el control resulte exhaustivo por los más fuertes.