Alberto Contador, en la ascensión al Cuitu Negru. / EFE
A esta Vuelta a España le quedan cinco días de carrera, todos ellos con bonificaciones en la meta, y una etapa, la que llega a Valladolid, que puede resultar muy complicada si sopla el viento. Contador lo tiene muy difícil para poder ganar y Valverde, casi imposible, pero mientras quede vida, hay esperanza.
No lo dijo. Si sus declaraciones se leen entre líneas, se puede intuir que a lo mejor Alberto Contador se lía la manta a la cabeza y se juega el todo por el todo en La Bola del Mundo. ¿Qué significa eso? Que a lo mejor, si nota que ha mejorado, intenta algo que en el ciclismo de los últimos años se ha convertido en una quimera, en una ilusión: atacar de lejos.
¿Le da igual ser segundo que quinto? En el fondo, sí. Sabe que correr riesgos le puede dejar sin podio, pero también es cierto que el cariño de los aficionados ya lo tiene, palmarés le sobra, –las pruebas que ha ganado no se las va a quitar nadie, por mucho que los reglamentos digan otra cosa–, y un segundo puesto en la Vuelta a España, que ya sabe lo que es ganarla, puede no decirle nada.
No descarten que Alberto Contador intente algo parecido a lo que hizo el año pasado en el Tour. Es jugar a la ruleta rusa sabiendo que sólo hay una posibilidad de ganar. Lo más normal es perderlo todo. Si atacase y perdiese el podio después de dar un espectáculo que se recuerde por la sierra de Madrid, ganaría más que si no se mueve. Ser segundo es importante. No sacará puntos UCI, uno de esos cuentos que se ha inventando el máximo organismo del ciclismo internacional, si sigue donde está. No le gusta nada ser segundo.
No le gusta perder, ha sido siempre un ganador y jugarse un segundo puesto con su contrato ya asegurado para el futuro o ganarse todavía más el corazón de los aficionados y asombrar al ciclismo mundial es algo que alimenta de forma importante su adrenalina.
