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Templos, tribus y elefantes en Chiang Rai
Actualizado: 13:28

TAILANDIA

Templos, tribus y elefantes en Chiang Rai

El norte de Tailandia es uno de los destinos más deseados por el viajero que busca nuevas emociones. Su riqueza natural, cultural y etnográfica son sus principales atractivos

03.07.13 - 13:03 -
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Templos, tribus y elefantes en Chiang Rai
Mujer de la tribu Yao. /P. Grifol
Templos, tribus y elefantes en Chiang Rai
Noche de chiringuito en el Mekong. /P. Grifol
Templos, tribus y elefantes en Chiang Rai
La comida Tai, la más creativa del mundo. /P. Grifol
Templos, tribus y elefantes en Chiang Rai
El mercado de Mae Sai. /P. Grifol

ASIA

CON LAS TRIBUS
DE TAILANDIA
Guía práctica
  • Cómo ir. La mejor alternativa es volar con Thai Airways (www.thaiairways.com), que une directamente Madrid con la capital de Tailandia, Bangkok, en 12 horas. Para ir al norte del país, tendrá que tomar un nuevo avión hasta Chiang Rai. El vuelo dura hora y media. Es importante saber que no hace falta visado, sólo el pasaporte con validez por al menos 6 meses y no se requiere ningún tipo de vacuna, pero si es conveniente llevar un seguro médico, ya que las autoridades tailandesas no se harán cargo de ningún imprevisto al respecto.
  • Cuándo ir. Cualquier época del año es apropiada para visitar el norte del país, si bien en verano el tiempo es más caluroso y, a la vez, húmedo. Aparecerán tormentas tropicales, pero el visitante no tiene de qué preocuparse porque en pocos minutos también aparecerá un sol radiante.
  • Dónde dormir. En Chiang Rai existen hoteles para todos los bolsillos y en las excursiones por las montañas es una práctica habitual alojarse en casas particulares; pero si quiere vivir una experiencia de lujo, existen varias opciones de primera clase:
  • _Phu Chaisai Mountain Resort & Spa (www.phu-chaisai.com), en Chiang Rai. _Un hotel situado en plena jungla y a pocos kilómetros del Triángulo de Oro. Habitaciones en las que predomina el bambú y la madera de teca. Cuenta con un magnífico spa. Auténtica cocina del norte del país.
  • _Anantara Golden Triangle (www.goldentriangle.anantara.com), _donde se podrá apuntar a un curso de cocina tailandesa y tendrá la oportunidad de preguntar todo lo que permanece secreto en los fogones de un hotel de lujo.
  • _Four Seasons Tended Camp (www.fourseasons.com/goldentriangle). _Cabañas de lujo colgadas sobre un bosque de bambú con espectaculares vistas al río Ruak y al valle donde viven los elefantes con los que cuenta el hotel para las excursiones por la selva.
  • Consejos útiles. manos como en actitud de oración acercándolas a la barbilla. No se debe tocar la cabeza a nadie, ya que se considera una parte sagrada del cuerpo. No pise nunca un billete de banco -si se lo lleva el viento-, para no pisar la cara del rey que lleva impresa. Si en algún restaurante no puede sentarse en una mesa baja -que es la costumbre tailandesa- porque no entra en sus hábitos sentarse en posición de loto, adviértalo al llegar y le colocarán en una mesa de altura occidental.
  • Más información. Amazing Thailand: ww.turismotailandes.com. Embajada de Tailandia en _España: Joaquín Costa, 29. 28028 Madrid. Tel.: 915632903

La provincia de Chiang Rai es uno de los lugares más seductores para pasar unas vacaciones exóticas y lejos del ‘ruido’ cotidiano... pero no siempre fue así. En los 70, al viajero occidental que ponía rumbo a aquellas latitudes se le atribuía la sospecha de que lo que buscaba no era precisamente pasar unas inocentes vacaciones con su familia, sino que lo que buscaba era droga dura: opio. En los años 80, el gobierno tailandés decidió cortar con aquella indeseada fama. Prohibió tajantemente el negocio del opio y aplicó leyes inflexibles.

El núcleo del tráfico de drogas estaba en manos de varias etnias venidas del centro y el sureste asiático, que se establecieron en el norte de país huyendo de limpiezas étnicas y de los conflictos armados en sus respectivos países, como fue el caso de los yunnan, venidos del sur de China huyendo del régimen maoísta, o los karen, provenientes de Birmania. Ejército y autoridades se emplearon a fondo en la tarea de extinguir aquella lacra. Pasada aquella época, la situación actual es diferente y Tailandia es uno de los países que tiene las leyes más severas respecto al tráfico de drogas.

Con la intención de desterrar la imagen de feudo del opio de la zona, el gobierno cambió incluso el nombre oficial del pueblo dedicado al cultivo de adormidera, Mae Salong, –aunque todavía aparece con este léxico en algunos mapas por el de Santikhiri (‘Monte de la Paz’)–; y concedió la nacionalidad tailandesa a las tribus ya establecidas impulsando programas de sustitución de las plantaciones para animar a los lugareños a ganarse la vida de otra manera y se dedicaran a sembrar plantas más saludables.

Ahora, los reconvertidos traficantes han cambiado la siembra de adormidera por árboles frutales, flores, café y ulong, una de las variedades de té más afamadas del mundo; y si bien el trabajo del campo sigue siendo duro como siempre, hoy se ve mitigado por los ingresos del turismo.

El Triángulo de Oro

Mae Sai es el punto más al norte de Tailandia. Hasta hace poco era una población remota, pero ahora es la localidad más visitada de Chiang Rai. La mezcolanza racial, con sus diversas culturas, ha otorgado el halo de misterio que ansía encontrarse el viajero inquieto y le confiere un magnetismo nada convencional. La exuberancia de su selva contrasta con las siluetas escultóricas de los templos de las montañas. Las solemnes imágenes de los gigantescos budas chapados en oro desafían la fe de las nuevas generaciones de tailandeses.

En teoría todo el mundo debería ser budista, pero muchas de las tribus que comparten el territorio tienen sus propias creencias animistas y siguen adorando a espíritus del bosque. Lo mismo sucede con la publicitada veneración al rey, ya que es sabido que en Tailandia el rey es considerado casi como un dios, y nadie se atreve a hacer chistes sobre su persona.

Al margen de consideraciones filosóficas, esta zona tiene el lugar más fascinante del planeta: la perspectiva desde un mirador del cauce del río Ruak, afluente del mítico Mekong y frontera donde convergen Tailandia, Laos y Birmania. Es el llamado Triángulo de Oro. Con la imaginación aún se puede ver la mercancía que no hace mucho llevaban las barcas que van y vienen constantemente entre las dos orillas. Un pequeño museo, la House of Opium, en Sop Ruak, nos documenta sobre la cultura del opio.

Atardecer en el Mekong

Otra parada obligatoria es Chiang Saen, para contemplar el templo del Gran Buda Dorado (Wat Phrata Pha-Ngao) y quedarse hasta la caída del sol para observar la vida de los lugareños, sentados a ras de suelo en las mesas bajas de los chiringuitos situados a lo largo de la ribera del Mekong. Entrañables escenas de familia. Wat Phrata Phukao es otro templo importante para no perderse, por su impresionante escalera en forma de serpiente.

En otro contexto, cabe señalar que allí se encuentra el Anantara Golden Triangle Resort, uno de los hoteles más sobresalientes –y premiados– de la zona, una visita a la hora del ‘happy time’ tampoco viene mal para comprobar la exquisitez del lujo asiático.

Pero si de aventuras se trata, nada como un paseo en elefante por la jungla. El ritual completo consiste en disfrazarse de mahout (cuidador), asistir a una clase teórica sobre cómo guiar al gigante, y montar ‘a pelo’ detrás de su descomunal cabeza. Sólo hay que dejarse llevar por el balanceo del peculiar vehículo y contemplar desde las alturas la belleza de la selva. Advertencia: el paseo puede acabar en un apoteósico chapuzón en el río, aunque le grite al animal en ‘su idioma’ que no quiere ir al agua. Así pues, el paseo se convertirá sin duda en una atracción turística que le dejará huella en su curriculum viajero y en la pared de su salón... Si decide enmarcar el certificado para conducir elefantes que le entregarán al término del safari.

Tribus de las montañas

Muchos viajeros llegan a estas exóticas tierras del norte para tomar contacto con las tribus de las montañas. Algunos de estos pueblos viven literalmente aislados del mundo, si bien el contacto con los turistas les ha proporcionado otra forma de subsistencia y los extranjeros son bien recibidos. La amabilidad de sus gentes es prodigiosa y en pocos lugares del mundo me he encontrado con las puertas abiertas de esta manera.

Para contactar con las aldeas tribales basta con contratar un guía experto en Chian Rai, Mae Sai o Mae Hong Son y ponernos en marcha sin más pertrechos que una mochila, calzado cómodo y un chubasquero por si acaso cae una repentina tormenta. Existen más de medio millón de individuos repartidos entre diez grupos étnicos, aunque dentro de cada uno hay subdivisiones. Los poblados que los visitantes tienen más posibilidades de contactar son los pertenecientes a las tribus Akha, Hmong, Yao, Lahu y Karen.

Cada etnia posee rasgos propios y diferenciados en lo que respecta a lengua, ritos e indumentaria. La mejor manera de diferenciar cada tribu es fijarse cómo van sus mujeres. Las Akha se distinguen por su tradicional y vistoso atuendo, que consiste en un blusón negro adornado con vivos bordados y un espectacular tocado de cuentas, monedas y bolas plateadas. Es un pueblo originario del Tíbet y están considerados hábiles artesanos. Los Yao, provenientes de China, se asentaron a principios del siglo XIX y se dedican a la agricultura (arroz y maíz); Las mujeres visten unas peculiares chaquetas con parches bordados y collares rojos, y llevan turbantes oscuros.

Los componentes de la etnia Hmong viven en poblados construidos en las cimas de las montañas... allí donde crecía en abundancia la adormidera. Sus mujeres llevan un gran moño. Los Lahu, palabra derivada de «cazador» (en lengua thai), hace referencia a sus habilidades. Sus mujeres llevan estrechas faldas –rojas o negras– y los hombres pantalones de colores. Y los Karen, procedentes de Myanmar, viven el los valles de las tierras bajas. Son agricultores y ganaderos.

Si a este abanico de colores le añadimos toque naranja del uniforme de los monjes budistas que se ven por doquier, los originales acordes de la ‘música ambiental’ del país, la experiencia de abandonarse a los cuidados de un verdadero masaje tailandés y el gusto de haber saboreado una de las cocinas más ricas del mundo, podemos llegar a la conclusión de haber hecho uno de los viajes más bonitos de nuestra vida... quizá ¡el mejor hasta el momento!

COLOR, AROMA Y SABOR

Con la expansión de los restaurantes tailandeses, el phat thai se ha convertido en uno de los platos más conocidos. Se puede elaborar con infinidad de matices. La base son fideos de arroz salteados con aceite en un wok, al que se le añade pollo (kai) o gambas (kung) y verduras; los otros ingredientes imprescindibles son: un par de huevos para revolver, rábano blanco, ajo, cebolla y brotes de soja. Por otro lado... y ¡eh ahí! el toque secreto de cada chef, todo se condimenta en una salsa en la que se mezclan azúcar, sal, guindilla y zumo de tamarindo. Finalmente se adereza con lima. Si el phat thai es de gambas, se le añade salsa de ostras y unos anacardos tostados por encima no le vienen mal. Ésta es sólo una de las infinitas combinaciones de colores, aromas y especias de la cocina tailandesa, caracterizada por la mezcla equilibrada de sabores ácidos, salados, dulces y picantes.
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