suramérica
colombia colonial- Información. Proexport Colombia. www.proexport.com.co. Tierra Magna. www.tierramagna.com. Fundación de Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano.
- Documentación. Pasaporte en vigor con 6 de meses de validez antes de la fecha de su expiración.
- Cómo ir. Avianca. Desde Madrid vía Bogotá.
- Dónde dormir. Hotel Santa Clara. Antiguo convento de Santa Clara construido en el siglo XVII y escenario de alguno de los pasajes de la narración de Gabriel García Márquez 'Del amor y otros demonios'. Hoy es un exclusivo hotel dentro de la ciudad amurallada de Cartagena donde un tucán hace compañía a los huéspedes mientras toman un jugo natural.
- Dónde comer. Restaurante Juan del Mar. Cocina basada en productos del mar en una antigua casa de estilo republicano con un bonito patio interior donde hay actuaciones en directo. Entre sus cuatro paredes gastronomía local y cultura cartagenera van de la mano.
- De compras. Abanicos, libros y café. Calle de la Iglesia esquina con Calle de la Mantilla. Un lugar para leer y escuchar, para disfrutar de su carta de jugos y limonadas e reflexionar sobre las dos Cartagenas; la real y la imaginaria.
- Zona recomendada. El barrio de Getsemaní, la cara popular del centro histórico de la ciudad.
En el Hotel Santa Clara de Cartagena de Indias hay una puerta trasera que da a parar a la casa que Gabriel García Márquez tiene en la ciudad a orillas del Mar Caribe. Cuando Fidel Castro se alojaba allí solía hacer uso de esa salida alternativa para reunirse con su amigo colombiano y escapar así de los medios y del protocolo.
Después de haber leído la novela ‘Del amor y otros demonios’ es tentador y divertido comparar a Fidel y Gabo con Cayetano Delaura y Sierva María de Todos los Ángeles, protagonistas de la novela. El sacerdote también accedía por una puerta de servicio para ver a su enamorada recluida en el Convento de Santa Clara.
El edificio data del siglo XVII y hoy las monjas clarisas han dado paso a pulcros botones y las antiguas celdas han mudado a habitaciones de lujo. El frondoso claustro sobre el que se vertebra el elegante hotel de arquitectura colonial y republicana no inspira sentimientos píos y un simpático tucán da la bienvenida a los huéspedes.
'La Heroica', su otro yo
Desde que Pedro Heredia fundó Cartagena en el año 1553, la ciudad tuvo que hacer frente a innumerables ataques por parte de piratas y corsarios, el más célebre de todos fue Francis Drake, financiado por la corona británica. Gracias a su resistencia se ganó el nombre de ‘La Heroica’. En la actualidad la vida intramuros discurre tranquila bajo un sol que aprieta y deshidrata al son de la música ‘porro’ y de la ‘cumbia’.
Los amantes cartageneros encuentran refugio en las garitas de la muralla y hacen realidad los romances imposibles de las narraciones del costeño (término que se emplea para denominar a los oriundos de la costa del Caribe colombiano) más popular del mundo. El paseo por las estrechas calles de Cartagena discurre entre palacios, conventos, teatros y plazas que evocan a la época colonial.
Entre tanta algarabía los ojos del viajero apuntan a las palanqueras: mujeres negras que visten ropa colorida y que portan en la cabeza una palangana con fruta fresca, de la que se obtiene esos jugos naturales que se toman con afán bajo una agradable sombra.
A todo color
Es fácil encontrarse con estas llamativas mujeres en lugares como La Plaza de las Bóvedas (entre los baluartes de Santa Clara y Santa Catalina), un antiguo depósito de municiones transformado en una galería de puestos de artesanía y otros típicos recuerdos y en el emblemático Parque Bolívar. En una banca de este rinconcito verde se dispuso a pasar su primera noche en Cartagena García Márquez. Una pareja de policías le invitaron amablemente a alojarse en el calabozo del cuartel La Permanente, en la Plaza Santa Teresa.
El parque está custodiado por el Palacio de la Inquisición. Sus desaparecidas salas de tortura y cárceles están ocultas detrás de una hermosa fachada con balcones de madera, ventanas enrejadas y con un pórtico barroco.
Las historias reales e imaginarias se suceden en cada esquina de ‘La Heroica’, que adopta la forma de un libro en el que el viajero puede leer su propio cuento. En el trayecto de la Plaza de la Proclamación a la Plaza de la Aduana desfilan carros de caballos, fachadas de alegres colores cubiertas de vegetación, loncherías de pollo, cafés, cebicherías, hasta comparsas por unas calles angostas en las que apenas caben los diminutos taxis amarillos.
Dulces, artesanos y bohemia
El olfato guía al curioso hasta el Portal de los Dulces en la Plaza de los Coches. Una sucesión de puestos de venta de diferentes productos cobijados en una galería de arcadas. Tan dulces como desconocidos para el forastero se presentan los pastelillos de ajonjolí, las casadillas de coco, los panderitos de yuca, los marranitos de leche y los caballitos de papaya.
Justo en frente de la galería se encuentra la Puerta del Reloj, entrada principal de la ciudad. Cruzando por cualquiera de las tres bóvedas que la sostienen se llega al Paseo de los Mártires y se alcanza Getsemaní. Este barrio de artesanos y trabajadores del puerto vive a la par que se van levantando alojamientos para mochileros y que le maquillan el rostro dándole un aire bohemio que liga con el descuido y con sus desvencijadas calles.
De camino a la Plaza de la Trinidad coronada con la iglesia del mismo nombre, se alternan los restaurantes y los cafés con los establecimientos de comida y bebida de toda la vida, mientras en un muro los grafitis hablan de los cambios que experimenta la zona.
Por aquí abundan las salas de baile que abruman al extraño que sabe de su carencia del sentido del ritmo y esos sórdidos locales con el encanto que otorga la decadencia. Mientras todo se mueve muy prieto al son de la música, las prepago ejercen el oficio más viejo del mundo en una noche cualquiera.
De regreso a esa Cartagena cobijada y adinerada que es la que hay alrededor de la Plaza Santo Domingo, el viajero puede ver a otra mujer trabajando en la calle: la Gorda de Botero. Para los turistas es el aperitivo que consumen antes de sentarse en las terrazas que copan la plaza. La cerveza fría es fundamental para compensar la inadecuada vestimenta que delata a los forasteros. Parafraseando en tono de humor a Gerald Martin, biógrafo de Gabriel García Márquez «Existen muchas Cartagenas», es verdad, la asfixiante del extranjero y la fresca del costeño vestido de lino y guayabera.
El paseo por esta ciudad que son dos, la real y la imaginaria, culmina en el Parque Fernández de Madrid, un oasis de sofisticación caribeña disfrazado de la Alianza Colombo Francesa. Pero, como todo en la ciudad, tiene su otro yo literario: en ‘El amor en los tiempos del cólera’ este era el lugar donde Florentino Ariza leía a la espera de que Fermina Daza saliese de su casa para poder contemplarla con disimulo.