La adrenalina, la emoción y el vértigo se cruzan en el camino de cada usuario que se atreve a lanzarse por la tirolina más alta del mundo, una atracción que supone un auténtico récord. Situada en la estación francesa de Val Thorens, cumple su primera temporada en activo. Un lugar en el que vivir una experiencia irrepetible colgado a más de 3.000 metros de altitud.
Considerado uno de los mejores centros invernales de todo el mundo, la ambición de sus constructores fue máxima. Tanto que los llevo a hacer de ella la estación más alta de Europa hace 40 años, en la que se puede disfrutar de una excelente calidad de nieve y de unos remontes recientemente renovados. Un lugar idílico donde hay para todos los gustos: Desde el esquí fuera de pista o el de travesía al boardercross o telemark, entre otros.
Ahora, con la nueva tirolina que sobrevuela el Valle de Lory, Val Thorens toma ejemplo de muchas otras, completando su oferta con una especie de parque de ocio para atraer más visitantes a uno de los afamados centros de esquí. Pero no se trata de la única, ya que la estación ofrece un interesante paquete de actividades deportivas al alcance de cualquiera.
Un espectacular descenso
La emoción comienza en el sector de Orelle, el punto más alto del centro francés (3.230 metros de altitud), al que se accede por medio del telesilla de Bouchet. Las espectaculares vistas se combinan con una velocidad que oscila entre los 60 km/h y los 100 km/h para descender hasta el Col de Thorens, que se encuentra a 3.000 metros de altitud.
Una atracción que se puede comenzar a utilizar, previo pago de 50 euros por persona, a partir de los ocho años. También es necesario superar los 120 centímetros de altura y encontrarse entre 30 y los 125 kilogramos de peso. Los más de 200 metros que completa la tirolina en una bajada que dura cerca de dos minutos se realizan, además, acompañado de los esquís o la tabla de snowboard para que, tras disfrutar de la bajada, se pueda seguir aprovechando la jornada.