El mantenimiento del material deportivo es algo que se ha convertido en una rutina prácticamente habitual tras realizar una jornada de esquí. Botas y esquís deben ser cuidados con extrema precaución para poder disfrutar de ellos durante una larga temporada al mejor estado.
Desplazarse por una pista de esquí y observar como otros consiguen frenar antes que tú en una superficie plana o sentir, incluso, como descienden a velocidades mucho mayores cuando tienen un nivel y un físico similar es una sensación desagradable y que sucede muy frecuentemente.
Entre otros muchos factores, uno de los causantes puede ser la falta de mantenimiento de los esquís en perfecto estado, algo que se considera fundamental para que pueda durar más tiempo a pleno rendimiento. El roce contra objetos puede cambiar la sensación que se tiene sobre ellos, llegando a desgastarlos y hasta estropeándolos. Así como el sol, que afecta al polietileno (material del que están fabricados). No conviene que la suela lo reciba, ya que se pueden llegar a desgastar y emblanquecer.
Por ello, es importante secar bien el equipo después de esquiar para que no se oxiden los cantos y limpiar la suciedad que se queda en las suelas y fijaciones. Algo que se debe realizar cuando se llega a casa, para luego guardarlos en un lugar que se encuentre seco y oscuro. Sin embargo, no hay que olvidar el trayecto desde la estación, donde es muy importante llevar los esquís guardados en su funda para, ya que es un periodo en el que pueden sufrir graves daños.
Además, se considera fundamental es encerar los esquís. Gracias a ello, las bajadas se realizan con mayor soltura, los giros se pueden ejecutar mejor y de manera más fácil y el deslizamiento es mucho mejor. Lo ideal sería hacerlo cada día, ya que está considerado como una rutina más, pero lo recomendable es acudir a un taller especializado, donde te lo hacen con una máquina profesional, afilan los cantos, liman asperezas y rebajan posibles arañazos. Eso sí, en este caso conviene hacerlo dos veces en la temporada.