Turismo en Granada: La Alhambra despierta de la pesadilla
El palacio nazarí cumple 150 años como Monumento Nacional y empieza a recuperarse de la pandemia
El capricho del destino ha querido que la Alhambra de Granada se adentre en el estío celebrando dos hitos reseñables. Por un lado, culmina la celebración de su 150 aniversario como Monumento Nacional y, por otro, recobra el pulso del año negro del coronavirus, el más devastador de su historia reciente. Las cifras de visitas empiezan a ser esperanzadoras. Aún lejos de sus colosales números de 2019, cuando rozó los tres millones de visitantes, el universal palacio granadino sale lentamente de un letargo sin precedentes.
Pero detengámonos en su historia. En el año 1714. El cambio de dinastía de los Austria a los Borbones marcó una fecha fatídica para los palacios nazaríes. Hasta ese momento, la Alhambra había sido el símbolo de dominio de los reinos cristianos sobre la España islámica , que se apagó con la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492. El prodigioso monumento granadino fue incorporado a la Corona como una de sus posesiones reales. Quizás la más emblemática de todas ellas.
La centuria del XVIII no arrancó bien para la Alhambra. «El siglo más triste de su historia», aseguran los especialistas. El monumento se desplomó en un proceso de decadencia lento, prolongado y agudo. Sus jardines se marchitaron, las suntuosas yeserías palidecieron, sus estucos se avejentaron y los azulejos vidriados languidecieron. El abandono se apoderó del formidable conjunto y durante décadas fue pasto del saqueo y morada de menesterosos.
Fue entonces cuando emergió el mito romántico de la Alhambra en media Europa. Las leyendas se adueñaron del edificio y los escritores lo evocaron como el penúltimo reducto de Oriente en tierras del Viejo Continente. Nació el «alhambrismo». Los viajeros venían atraídos por la magia irresistible del último eslabón de Al Andalus, que aún mantenía su majestuosa belleza frente a la colina del Albaicín y sobre la blanca estampa de Sierra Nevada.
Todo cambió en 1868. Un golpe militar de corte progresista desaloja a Isabel II del trono y se inaugura un tiempo inédito en la historia de España, que culminó con la proclamación de la I República . La Alhambra es incautada por el Estado y en 1870, tras un enmarañado proceso administrativo, es declarada Monumento Nacional .
El conjunto nazarí entra en una nueva era. El flamante poder político establece un plan sistemático de conservación y consigna fondos públicos para la rehabilitación y mantenimiento de la joya andalusí. La Comisión Provincial de Monumentos de Granada, creada tres décadas antes para gestionar el patrimonio desamortizado a la Iglesia, juega un papel crucial en esta nueva fase de la Alhambra.
Lo urgente fue frenar su deterioro . Después, rescatar las fincas privatizadas y desactivar la subasta de otras muchas parcelas colindantes. No fue una operación sencilla. Pero el futuro de la Alhambra dependía de la celeridad y la determinación de los funcionarios públicos. En una acción concertada, se pudo recuperar la Casa del Cadí, los aljibes, la Acequia del Rey, el huerto de Machuca, el convento de San Francisco y otras fincas aledañas . La Casa del Partal estaba en manos de un ciudadano alemán. El Estado se vio obligado a lanzar una oferta expropiatoria para incluirla en el conglomerado palatino. La intervención pública resultó un éxito. Pero no del todo: la techumbre del Partal fue desmontada por su antiguo dueño y hoy se encuentra en algún lugar de Berlín.
El Estado garantizó la integridad del prodigio andalusí. Pero se enfrentó a nuevos desafíos. El primero de todos era el siguiente: cómo restituir su esplendor sin menoscabar su autenticidad. Resolver ese dilema fue un reto gigantesco cuyo resultado siempre estará sujeto a la controversia. Para entenderlo en su justa medida es preciso situarnos en los criterios conservacionistas de finales del XIX. En aquel momento, los patrones dominantes venían determinados por la teoría de Viollet-Le-Duc, que abogaba por la «reinvención del monumento». Es decir: el patrimonio histórico debía ser restaurado recreando su estado originario.
Un ejemplo claro (y polémico) fue la intervención del Patio de los Leones en la década de los sesenta del XIX. El arquitecto Rafael Contreras levantó en ese espacio una cubierta de tipo oriental más propia del gusto turco o egipcio que del arte nazarí en cuyas coordenadas estilísticas se concibió. Décadas después, y una vez que las normas conservacionistas evolucionaron, la cubierta fue retirada por Leopoldo Torres Balbás para sustituirla por otra más coherente con el carácter del edificio.
Fueron décadas desconcertantes . La recuperación de los valores artísticos primigenios tras siglos de agonía se antepuso al rigor científico. Hasta el punto de que los expertos conservacionistas fueron denominados por entonces como «arquitectos adornistas». El término visibiliza con exactitud que lo que se esperaba de un restaurador a finales del novecientos era su pericia en reinventar la presunta fastuosidad del arte andalusí. Los propios críticos aplaudían las rehabilitaciones que dejaban la decoración de las yeserías como «el traje de luces de un torero».
Lo importante, sin embargo, fue que la Alhambra se salvó de la ruina. Su reconocimiento como Monumento Nacional no fue un mero trámite administrativo. Fue un hito extraordinario . Un giro copernicano en su consideración patrimonial. Desde entonces, el complejo palatino de Granada se ha convertido en un referente internacional como modelo de protección del legado cultural. Por esa razón, el 150 aniversario no es una efeméride cualquiera. Es la conmemoración de un milagro.
Y, justo cuando celebra una fecha imborrable de su calendario, la Alhambra empieza a despertar de una de sus peores pesadillas. Todas las señales parecen indicar que nos encontramos en la puerta de salida de un año negro que ha hundido al palacio nazarí a los registros turísticos más nefastos de su historia contemporánea.
Conviene recordar que la Alhambra es el motor turístico de Granada , el monumento más visitado de Andalucía y el segundo de España, solo por detrás de la Sagrada Familia en Barcelona. Es, por tanto, un termómetro fiable de la capacidad de recuperación del turismo cultural andaluz. Aún estamos a años luz de las cifras astronómicas previas al coronavirus, cuando las visitas al Monumento Nacional granadino superaron los 2,7 millones de personas en 2019. Pero la reactivación es un hecho.
Desde marzo y hasta el 21 de junio han sido vendidas 143.066 entradas, cuando en todo 2020 apenas superaron las 775.000, según datos suministrados por el Patronato. «Estamos lejos de los números de antes, pero la mejoría es clara», admite Modesto Gallo, miembro de la junta directiva de la Asociación de Guías e Intérpretes del Patrimonio (AGIP), la más representativa de Granada. Según sus propios datos, los profesionales reciben siete u ocho grupos al mes, cinco veces menos que antes de la Covid. El turismo nacional lidera la recuperación, aunque el europeo también comienza a desperezarse, principalmente el francés, el alemán y el italiano.
Antes de la pandemia, el número de carnés oficiales de guías superaban los 500 activos, a los que había que sumarle los procedentes de otras comunidades autónomas. Hoy muchos de ellos no han podido soportar la caída drástica de ingresos y han emigrado a otras profesiones menos dependientes del turismo. Lo mismo sucede entre los afiliados de AGIP, que ahora alcanzan los 185 cuando hace poco más de un año superaban de largo los 200.
El único efecto ventajoso de la pandemia es que ahora los visitantes no se ven obligados a comprar las entradas de la Alhambra con meses de anticipación. Cualquier interesado puede adquirirlas sobre la marcha en la taquilla, lo que facilita considerablemente su acceso. Las medidas sanitarias en relación a la Covid continúan vigentes. El uso de mascarillas es obligatorio en todo el recinto, los sistemas de audioguía están temporalmente suspendidos, el número de personas máximo por grupo es de 20 y es obligatorio mantener las distancias de seguridad, entre otras indicaciones preventivas.
La Alhambra acapara más del 90% de las visitas a Granada, seguido por la Catedral y la Capilla Real, la Cartuja, el Albaicín y Sacromonte . Describimos aquí brevemente los lugares recomendables, más allá del gran Monumento Nacional y Patrimonio Mundial por la Unesco.
Capilla Real y Catedral de Granada
Tal fue el valor simbólico de la conquista de Granada en 1492 y la victoria sobre el último reino musulmán de la península ibérica que los Reyes Católicos eligieron la ciudad andaluza como lugar de sus enterramientos. La Capilla Real fue concebida, por tanto, como un edificio real funerario . Se empezó a construir en 1505 por orden de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. También acogen las sepulturas de su hija Juana I de Castilla y su esposo, Felipe el Hermoso . Junto con la Catedral anexa, es el segundo espacio más visitado de Granada. Ambas están ubicadas en el centro de la ciudad y su entrada cuesta 5 euros.
Albaicín
El enjambre de callejones y plazuelas del barrio del Albaicín es visita obligada. Lo recomendable es hacer el itinerario a pie partiendo desde Plaza Nueva y tomando la Carrera del Darro en dirección al Paseo de los Tristes . Hay pocos enclaves urbanos comparables en belleza a este recorrido encajonado en el río del mismo nombre, desde donde se divisa la colina de la Alhambra, a la derecha, y las callejuelas del Albaicín, a nuestra izquierda. Remontando por la Cuesta del Chapiz se accede al señero barrio granadino. Perderse por su laberinto de calles es uno de los grandes placeres mundanos. Las vistas de la Alhambra y Sierra Nevada desde el mirador de San Nicolás son ya una liturgia mítica del turismo español. También hay disponible un servicio de microbuses para quienes prefieran evitar las pronunciadas pendientes del Albaicín. En todo caso, es aconsejable usar calzado deportivo.
Sacromonte
Colindante con el Albaicín, se extiende el legendario barrio de cuevas y grutas donde vive la comunidad gitana desde hace siglos. Su tradicional forma de vida y el flamenco han atraído desde hace décadas la curiosidad de turistas y el interés de especialistas en el arte caló. De hecho, el barrio está salpicado de abundantes locales con actuaciones en vivo. Muchos de ellos han empezado a abrir sus puertas después de un año cerrados a cal y canto por la pandemia.
Tapas
Los Manueles. Calle Reyes Católicos, 61. Teléfono: 958 22 46 31
Los Diamantes. Plaza Nueva, 13. Teléfono: 958 075 313
Carmela. Calle Colcha, 13. Teléfono: 958 225 794
Alojamientos
Parador de Granada. Calle Real de la Alhambra s/n. Teléfono: 958 22 14 40
Hotel Alhambra Palace. Plaza Arquitecto García de Paredes, 1. Teléfono: 958 22 14 68
Otros datos de interés
Web de la Alhambra: www.alhambra-patronato.es . Precio entrada general: 14 euros. Teléfono: 958 02 79 71
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