Entras en una habitación, equipaje en mano, y te encuentras junto a la cama donde vas a pasar unos días, semanas o, quién sabe, una temporada. Hay otras cuantas más y en una de ellas un despreocupado joven hojea una revista, mientras te saluda sonriente. Es una experiencia inesperada, grata y traumática a la vez. Pero siempre será la primera impresión.
Los albergues (hostels, en inglés) son una de las primeras opciones a la hora de viajar: combinan bajísimos precios (dormir en Praga por el irrisorio precio de 4,20 euros la noche), comodidad, limpieza o servicios como desayuno incluido (la gran mayoría), internet gratis, amplias zonas de estar con libros y películas a entera disposición del viajero, tours gratis y actividades diversas en la ciudad en cuestión o bebidas gratis las 24 horas e, incluso, una cocina a tu disposición para que tú mismo te prepares el bocadillo y reduzcas al mínimo los gastos de tu viaje.
Probablemente el gran valor añadido de un albergue sea el hecho de que compartir habitación y zonas comunes permite conocer gente de todo el globo (literalmente). Los dormitorios varían en función del número de camas: desde individuales hasta inmensas habitaciones donde 32 personas comparten el mismo techo. Es una lotería en la que siempre se sale ganando: confortabilidad, limpieza, buenos precios (conocer la bella Roma por menos de 10 euros la noche) y sobre todo, multiculturalidad. Todo, en un solo lugar.
Algunos albergues propician la interrelación entre huéspedes
Probablemente sea solo esa la gran diferencia con un hotel convencional: el hecho de compartir habitación, porque la calidad del servicio es (o debería ser) igual de buena o, quién sabe, mejor que la de un hotel tradicional. «Si se elige un hotel es solo para tener un lugar donde dormir. Pero si estás predispuesto a conocer a otros viajeros, aceptar consejos sobre los lugares a visitar, y tener una experiencia viajera más relajada e informal, definitivamente es mejor estar en un albergue antes que un hotel», añade Favano.
Esta «experiencia viajera» no tiene barreras geográficas (los albergues están en la mayoría de las ciudades) ni límites de edad: si bien los huéspedes suelen rondar desde los 18 a los 35 años, «también tenemos parejas con bebés o viajeros cuyas edades oscilan entre los 60 y los 70 años», comenta Lotje Horvers, dueña de Cocomama, un albergue con muy buena valoración en Ámsterdam, que ofrece servicios como baratos alquileres para recorrer la ciudad en bicicleta (indispensable en esta ciudad), tours en bote o incluso comida gratis como pasta y arroz, así como café y té. En Cocomama se organizan diversas actividades para integrar a los huéspedes: noches de cine o «batallas» de Nintendo así como happy hours. Todo esto y más por 21 euros la noche.
¿Qué albergue escojo?
Elegir el albergue adecuado no es nada difícil (la única incertidumbre será el país de origen del compañero de habitación). Las páginas sobre albergues son muy buenas para encontrar la mejor opción. En ellas hay interminables listados de todos y cada uno de los albergues de la ciudad de destino evaluados por porcentajes que pueden llegar al 100% cuando el albergue es un «cinco estrellas». Algunos de los criterios de evaluación son: seguridad, ubicación, instalaciones, personal, ambiente o limpieza (incluso algunas páginas hacen una valoración «ecológica»).
En algunos albergues se pueden conseguir noches gratis
Otra página de referencia es Hostelbookers con un amplio listado de albergues y hoteles baratos en más de 3.500 destinos. Presume de ser más barata que Hostelworld. En el caso de Hostelbookers se hace un adelanto del 10% de la reserva en el momento del pago al igual que Hostelworld que cobra, además, 1,50 € de cargos de gestión).
Booking.com, que ofrece casi 250.000 alojamientos en todo el globo, está muy en boga aunque es menos conocida. No cobra recargo por servicio de gestión ni exige el adelanto de la reserva. A los albergues les da muy buena reputación ocupar buenos puestos y tener altas valoraciones en este tipo de páginas en las que el viajero «manda» votando y haciendo pormenorizados comentarios sobre su experiencia.
Hostelling International amplía las categorías hasta el infinito: albergues de grupo, albergues familiares, albergues chill out, de playa, en estaciones de esquí, en ciudad o en ¡parques nacionales!.
¿Qué hay detrás de dormir en un albergue?
El viajero no solo busca diversión sino también un ambiente familiar. Esta es una de las máximas del Home Lisbon Hostel (a partir de 10 euros la noche). «La familiaridad y la comida casera típica de Portugal por un menú de 10 euros es lo que más le gusta a los huéspedes. Se trata de crear “un hogar lejos de tu hogar”»,comenta Diana Geada, staff manager del Home Lisbon Hostel, también muy bien valorado por las páginas de referencia.
A los albergues les interesa estar en el “top ten”. «Estamos primeros en Hostelbookers», comenta animado Federico Miranda, manager de Hostel One Centro ubicado en pleno corazón de Madrid. En Hostel One organizan tours por la ciudad y se le saca el máximo partido a aquello que enamora a nuestros turistas: las tapas. «Los llevamos de tapeo e incluso organizamos actividades conjuntas con otros albergues de la ciudad», agrega Federico. Las ciudades, por su parte, también son sometidas a votación en las webs de albergues. Tanto la capital como –sobre todo– Barcelona aparecen como las favoritas en España.
Los albergues son muchos, las ciudades a visitar también, pero se trata, en definitiva, de conocer de otra manera, de descubrir nuevos lugares y también, nuevas personas en un ambienteacogedor y desconocido a la vez. Se trata de encontrar un hogar del que llevarse una fotografía en la que haya algo más que bonitos paisajes y caras conocidas.