Aprovechando que el día estaba soleado, nuestra primera visita fue al Englischer Garten (el Jardín Inglés). Tiene 80 kilómetros de caminos por los que resulta muy fácil perderse, así que resulta harto recomendable irte antes de que anochezca. No es difícil desorientarse, puesto que se trata del parque urbano mayor de Europa central... Lo mejor es pasear y disfrutar de las vistas: verde, verde y más verde. Hay un gran lago con cientos de patos, aunque la mayoría están fuera del agua.
Caminando encontrarás desde una pagoda china a un templete clásico y algo muy típico en Alemania: los Biergärten (veladores, que decimos por el sur de España), donde llegan a juntarse hasta 7.000 personas. El que se encuentra en las entrañas del parque es particularmente delicioso: las largas mesas de madera con alemanes que se acodan y se entregan a las cervezas una tras otra. Se comparte asiento con cualquier desconocido, rápidamente se traba amistad y venga, a beber se ha dicho. Viendo un lugar como éste, una entiende rápidamente que Múnich sea una de las ciudades con mayor calidad de vida del viejo continente.
Para llegar a este paraíso verde, coge la línea U3 o U6 de metro hasta Universität o Giselastrasse. Ya de vuelta a la ciudad, afina bien el oído porque es muy habitual encontrarte en cada rincón músicos tocando el violín y cantando. Y lo hacen bastante bien, nivel de conservatorio. Una de las visitas obligadas es el Ayuntamiento, en Marienplatz, una belleza de incontestable estilo neogótico. Cada día, a las 11 y a las 12 horas, hay un carrillón que se pone en movimiento para representar las bodas de Herzog Wilhelm V. El espectáculo es muy interesante, sobre todo por la cantidad de gente que se concentra en la plaza para verlo. Fundamental saber culebrear para lograr un buen ángulo de visión.
Por la noche, la zona más animada dentro del centro es la Frauenplatz, a escasos metros de Marienplatz. Está llenita de bares tanto para comer como para tomar algo, todos ellos con sus correspondientes terrazas. Un consejo: entra en el número 11, en la esquina de la plaza, y baja al sótano. Es enorme y está muy ambientado con gente joven y no tan joven. Y no te vayas sin probar, aparte de las típicas salchichas, el codillo alemán. Exquisito.
Pero para tomarse una buena cerveza alemana, el mejor lugar es la Hofbräuhaus, la cervecería más famosa de Múnich. Está en el cruce de las calles Platzl y Bräuhausstrase (enfrente del Hard Rock Cafe). Antiguamente era una fábrica de cerveza, pero hoy día es un inmenso local de varias plantas plagado de largas mesas de madera donde siempre hay gente. De hecho, cuesta coger sitio. Una banda ameniza el ambiente con canciones folclóricas y gritos de ánimo a los bebedores que, jarra en alto, jalean y aplauden. Es un error marcharse de allí sin probar el pretzel, un pan típico con forma de lazada y sal gorda por encima. Los venden chicas ataviadas con un traje bávaro que se pasean entre las mesas. Y tampoco te olvides de mirar el techo cuando entres, porque está decorado con unos frescos preciosos.
CAMBIO DE TERCIO HACIA DACHAU
A menos de una hora de Múnich está Dachau, donde se conserva casi intacto uno de los campos de concentración más tristemente célebre de la II Guerra Mundial. La línea S2 te deja en el pueblo y allí se coge el autobús 726 hasta el recinto. La entrada es gratuita, aunque te ofrecen hacer un tour (tres euros) con audioguía (otros tres euros). Pero en mi opinión no es aconsejable. Entiendo que haya quien prefiera un carrusel de datos históricos y técnicos, quizás sea mejor recorrerlo solo a tu ritmo. La experiencia, aunque hay que vivirla, es dura.
Si el avión de vuelta sale muy temprano y no se puede coger el metro (que abre a las 6 de la mañana), el taxi es un pico, sale por unos 70 euros, y demora una media hora.