En Sigüenza las piedras hablan. Muchas de ellas tienen cientos de años, belleza a prueba de cualquier calendario. Durante una escapada feliz de cualquier fin de semana, quizá con los niños, ese pasado regresa vivito y coleando. El Tren Medieval de Renfe es una buena forma de redescubrir un destino clásico y amable.
El tren festivo que enlaza Madrid con la ciudad del Doncel arranca puntual a las diez de la mañana. En las últimas siete temporadas ya han hecho el mismo recorrido unos 65.000 viajeros, tentados por una sabrosa mezcla de historia, teatro, buena y contundente mesa y artesanía. El tren llega a Sigüenza a las 11.25, con todo el día por delante para pasear por el laberinto de piedras y calles, para aprender algo de historia o saborear las yemas de la tierra.
La inmersión en la historia medieval, tan de moda a raíz de series como “Isabel” o “Juego de tronos”, puede continuar sobre el terreno cualquiera de estos fines de semana, eso sí, sin intrigas perversas ni guerras en la puerta del invierno. En el tren, por ejemplo, la animación la pone el grupo teatral Tarambana, con actores que encarnan a personajes de época.
Una vez en Sigüenza, los guías nos enseñan cada uno de los rincones que tantas veces habremos visto en las postales, desde la Plaza Mayor, que mandó construir el cardenal Mendoza, a la catedral, de estilo inicial románico-cisterciense con acabado gótico y elementos renacentistas. Y por supuesto el castillo, donde la princesa Doña Blanca de Borbón vivió cuatro años de destierro tras ser repudiada por el rey Don Pedro I de Castilla, el Cruel.
Hoy, ese castillo medieval del siglo XII es uno de los paradores de turismo más deslumbrantes de la cadena. Entre sus piedras vemos mobiliario de época, una capilla románica del siglo XIII y habitaciones decoradas en algún caso con dosel, para viajar por completo en el tiempo. En el comedor, platos como bacalao al queso manchego, migas y torreznos o borrachitos seguntinos.
Dos curiosidades pueden completar el viaje. La primera de ellas nos lleva a Pozancos, una pedanía situada a solo siete kilómetros. Allí se halla el taller de cerámica Alfar del Monte, donde se moldean la mayoría de los objetos que se venden luego en Sigüenza. Puede visitarse solo con avisar previamente (949 39 17 56). El segundo "capricho" llevará algo más de tiempo: una visita al parque natural del Río Dulce, espléndido en otoño. La oficina de turismo organiza rutas guiadas.