Para los catalanes que se encuentran fuera de su casa uno de estos sabores es sin duda el de los calçots. Este término se refiere a una variedad de cebolla tierna, blanca y dulce que se cría y consume de manera mayoritaria en las comarcas tarraconenses Terres de l'Ebre y Alt Camp. La historia cuenta que la manera actual de comerlos se debe a un campesino de la zona llamado Xat de Benaiges a finales del siglo XIX, aunque parece ser que en tiempos de los romanos ya se consumían. Desde 1995 la producción del Alt Camp, Baix Camp y Baix Penedés cuenta con denominación de calidad propia.
Según la costumbre, la temporada para la calçotada se inaugura en Valls el último domingo de enero. A las tradicionales celebradas en suelo catalán se unen las muchas convocadas por los procedentes de allí que residen en la distancia. Yo tuve la ocasión, gracias a una amiga en tal situación, de tomar parte en la que convoca anualmente la Casa de Cataluña en Sevilla y fue una absoluta delicia.
La preparación de los calçots en sí es tan sencilla como echarlos a unas brasas realizadas con sarmientos, manteniéndolos hasta que la parte externa esté quemada. Una vez apartados, el mismo fuego deberá servirnos para el segundo plato, consistente en una parrillada de carne, en la que destaca la butifarra. Con hambre está claro que no nos quedaremos.
Sobre la salsa en la que mojarlos hay leves variantes, pues hay quien prefiere la romesco y otros, que dicen ser los más puristas, la salvitxada. En principio me voy a decantar por la primera por ser la que he probado y me consta la combinación tan perfecta que logran con los sabrosos bulbos.
Para prepararla necesitamos disponer de cinco tomates, media cabeza de ajo, un ajo crudo, una pulpa de ñora (en su defecto vale el pimiento choricero triturado, aunque el sabor diferirá un poco), tres galletas, 100 gramos de almendras y 50 de avellanas ambas tostadas y peladas, sal, pimienta, aceite, vinagre y media cucharadita de pimentón rojo dulce. Comenzamos por pelar los tomates y asarlos junto a la media cabeza de ajo. Alrededor de quince minutos en el horno deberían bastar.
Una vez tengamos los tomates pelados y sin pepitas, sacamos los ajos y lo metemos todo en la batidora. Agregamos las almendras y avellanas junto con las galletas (hay quien usa pan tostado, pero el resultado tal como les digo es genial), la carne de la ñora, el aceite y el vinagre. Tras batirlo todo agregamos el pimentón y volvemos a batir.
Huyendo de ceremoniales, pues es una comida para disfrutarla al aire libre en buena compañía, los calçots se comen con la mano una vez apartadas las capas externas que se quemaron. Cogemos entonces el interior, que deberá estar tierno, y lo mojaremos en la salsa. Disfrutarán de un placer culinario como pocos, seguro. Bon profit.