El ciclismo ha entrado en una nueva era. Este deporte se mueve por ciclos, de corredores o de equipos, que cada cierto tiempo aparecen y desaparecen.
Sky dijo en su momento que no sacaban equipo ciclista porque querían hacer un ciclismo creíble. Al menos eso se afirma en el libro, 'Sky, el límite es el cielo'. ¿Es creíble el ciclismo que ellos están haciendo? ¿Tanto ha progresado Richie Porte desde que estuvo con Contador en el Saxo Bank? ¿Hay tanta diferencias entre ellos y lo rivales?
Porque lo primero que nos viene a la cabeza es que han masacrado la carrera. La han dejado destrozada, lo que no es criticable porque aquí todo el mundo corre como quiere, o como le dejan, y lo hacen para ganar. Es parte del juego.
O Froome es el nuevo fenómeno del ciclismo mundial, o los demás hombres importantes de este Tour están muy por debajo de él. Sí es cierto que Froome ya había anunciado de que pasta estaba hecho con sus actuaciones en la Vuelta a España de 2011 y el Tour del año pasado, aquello era una cosa y lo de hoy ha sido otra muy diferente.
El único equipo que le plantó batalla al Sky fue el Movistar, en un ataque desde lejos, con un soberbio Nairo Quintana, que atacó en el alto de Pailhéres, donde realizó una exhibición, para aguantar en la bajada y volverse a quedar sólo en el inicio de Ax 3 Domaines, mientras la maquinaria del Sky se ponía en funcionamiento.
Cogieron todas las responsabilidades, con López, que cedió en el Pailhéres, primero, y luego con Kennaugh y Kyrienka.
Cuando ya iba todo el mundo madurito, fue Richie Porte quien se puso en cabeza, cuando quedaban siete kilómetros. ¡Y allí comenzó el festival de los hombres de negro!
Fueron soltando ciclistas sin ninguna piedad, con ritmo atroz, demoledor, asfixiante, imposible de seguir, lo que conduce directamente a otro imposible, atacar. No hay ser humano que pueda atacar con esa forma de rodar. Nadie podía seguirles, no al menos sin ir padeciendo un drama interior.
Los últimos supervivientes de los destrozos del Sky fueron Valverde, Contador y Kreuziger. Purito Rodríguez había cedido, lo mismo que Van Garderen, Andy Schleck, Cadel Evans o Rolland.
Contador comenzaría su calvario particular. A cinco kilómetros del alto, Froome se quedó sólo. Luchaba contra su potenciómetro, la máquina que le iba diciendo hasta donde podía dar de sí sus piernas, no contra sus rivales.
Mientras Froome asombraba, Contador sufría, en una situación que no le habíamos visto nunca en el Tour. No es fácil para un corredor de ese nivel, que ha ganado en tres ocasiones la prueba, ver como sus piernas no podían seguir el ritmo de Froome, ni de muchos otros. Kreuziger se quedó a su lado, tiró de él.
El orgullo de Contador
Contador daba chepazos, no encontraba un ritmo adecuado, no estaba cómodo encima de su bicicleta. Se llegó a quedar incluso de Kreuziger, que le esperó, hasta ceder 1:45 en la meta. Vimos un Contador muy diferente al que estábamos acostumbrados.
Quién salvó los muebles, con un sobresaliente, fue Alejandro Valverde, que subió sólo, sin nadie a su lado. Valverde parece una garantía para poder luchar por el podio. Ha preparado la carrera mejor que nunca. Fue el que mejor vio los movimientos del Sky.
Nairo Quintana, que acabaría octavo, pagó el esfuerzo de su raid pirenaico, pero no se hundió. Todo un detalle para un ciclista de futuro, de enorme futuro. No se mostró muy impresionado por la montaña del Tour.
Puso su ritmo y fue barriendo todo lo que había por delante. Tampoco Purito Rodríguez tuvo su momento. Estuvo cruzado durante toda la etapa, en uno de esos días en los que se juntaron tres circunstancias peligrosas en una carrera como el Tour.
Hizo calor, mucho calor, se rodó muy rápido y Sky aceleró todavía más la etapa en la primera llegada en alto. La media horaria está situada en los 41, 686 kilómetros por hora. La carrera parece calcada a la del año pasado, con matices, eso sí.
En vez de Wiggins y Froome, tenemos a Froome y Porte, que son más escaladores que el último ganador. Han conseguido algo muy importante en el ciclismo actual: que todos sus rivales se vean obligados a atacar. Les bastará con esperar acontecimientos.
Eso les servirá para ganar. Bueno, eso y lo que de sí la contrarreloj, que todavía puede resultar más demoledora. ¿Pesimistas? No, realistas. La experiencia en el Tour dice que alguien que es capaz de marcar esas diferencias en cinco kilómetros de subida está sobrado para controlar la carrera.
Froome es muy distinto a Bradley Wiggins, un tipo de corredor que a los 28 años tiene mucha carrera por delante si no le pasa lo que a su compañero, que en vez de centrarse en el Tour, le llevaron a un Giro de Italia que es lo que peor le puede ir a sus condiciones, y allí se dejó toda su temporada.
Esto ha sido un monólogo del Sky, que no parece tan sólido como el año pasado, -menos mal-, lo que no le impidió hacer la carrera a su antojo. Sólo hay un ciclista que les puede sacar de sus números, de su dinámica destructora, Nairo Quintana.
La maravilla colombiana es incontrolable y si Eusebio Unzue le sigue mandando atacar es el único que podría fundir los vatios del Sky. Vamos a ser prudentes, esperar para poder ver más de lo que hemos visto. Los milagros ya no existen en el ciclismo. Se puede creer en ellos, sí, pero el único milagro que podría alumbrar este Tour es que Alberto Contador se rehiciese del golpe físico y moral que recibió ayer. Su único consuelo es que no fue el único.
Quiso seguir a Froome, fue valiente, se arriesgó, y sólo la clase y la calidad que tiene le impidieron hundirse de forma definitiva. Aguantó por orgullo. Hubo hundimientos peores, como el de Cadel Evans, que perdió 4:36, por lo que ha dicho adiós al podio a las primeras de cambio.
La única verdad del ciclismo es la que muestra la carretera, lo que vimos en el estreno de los Pirineos. Lo demás son conjeturas, y a eso nos tenemos que agarrar.