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Lee Jae-yong, un heredero bajo permanente sospecha
La lucha por la sucesión de la multinacional coreana Samsung, tras el fallecimiento de su presidente, pone el foco en su primogénito, implicado en varios escándalos de corrupción
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La muerte el pasado domingo , a los 78 años, de Lee Kun-hee , presidente de Samsung Electronics Co., acaba de abrir la pugna entre sus sucesores para hacerse con el control de una de las mayores marcas tecnológicas del mundo, además de la mayor fortuna de Corea del Sur, estimada en 20.000 millones de dólares (16.700 millones de euros). Los hijos -un varón y dos mujeres- quieren el cetro de oro, y lo quieren ya. El culebrón de la sucesión acaba de empezar y tiene en Lee Jae-yong (52 años), primogénito del magnate, a su protagonista.
Desde hacía seis años, cuando su progenitor sufrió un infarto cerebral, Jae-yong y a oficiaba como líder de facto del grupo empresarial . El traspaso de poderes entre padre e hijo habría resultado de lo más tranquilo si no fuera porque el heredero tiene dos causas judiciales abiertas que podrían llevarlo a la cárcel, donde ya estuvo tras su detención en 2017 por supuestas prácticas corruptas.
En un país donde las dinastías empresariales son una norma , no es extraño que la Justicia haya puesto su mirada en la emblemática empresa, y desde varios frentes. Uno de ellos es cuantificar de manera precisa el impuesto de sucesiones. Los últimos años de vida de Lee Kun-hee estuvieron envueltos en un halo de misterio e incluso se rumoreó que había fallecido y que su defunción se había ocultado para evitar el azote del Fisco. Según estimaciones de la agencia coreana Yonhap, si los miembros de la familia de Lee deciden hacerse con las acciones que Kun-hee tenía en Samsung, el impuesto de sucesiones alcanzaría los 10 billones de wones (7.527 millones de euros). Una corporación equivaliente al 15% del PIB de Corea del Sur y registra hasta un 20% de las exportaciones.
El trono de la compañía tecnológica, pues, está de momento vacante y podría entrar en disputa entre quienes , hasta la fecha, controlan buena parte del complejo entramado que lo compone: semiconductores, telefonía móvil, televisores, electrodomésticos, seguros, construcción, hoteles, logística.... Varias divisiones que llevaron a la empresa a ser la impulsora de la transformación del país asiático en el último cuarto del siglo XX.
Sin embargo, pese a su tremenda influencia en la ciudadanía coreana, los últimos años de Lee Kun-hee demuestran que los dioses empresariales también cometen errores. El difunto magnate estuvo envuelto en varios escándalos, el más relevante de los cuales tuvo lugar en 2008, cuando le acusaron de sobornar a jueces, fiscales y dirigentes políticos de todo pelaje. Fue declarado culpable, pero recibió el indulto presidencial . Fue entonces cuando comenzó a verse que su férreo control sobre la compañía no era tal: aquello acabó en una suerte de rebelión familiar para hacerse con un trozo de la herencia. Sus hermanos le denunciaron y solicitaron el reparto de unas acciones valoradas en 900 millones de dólares.
Ahora, toda la presión recae en Lee Jae-yong (Washington, 1968), el único hijo varón del atribulado fabricante de telefonía. Él es la figura clave en la que se ha depositado el desafío de transformar la compañía para no perder el ritmo de sus rivales, de Apple a Huawei. Pero ahí también están sus hermanas, quienes controlan otras patas del conglomerado. La mayor, Boo-jin (50), gestiona el negocio hotelero, mientras que Seo-hyun (47) se encarga de la fundación destinada a obras benéficas. Hubo una tercera, Yoon-hyung , quien se quitó la vida ahorcándose en su apartamento del East Village neoyorquino, en 2005. Jae-yong es el vástago más relevante. Su fortuna asciende a 7.400 millones de dólares y es, según estimaciones de medios locales, la cuarta persona más rica del país.
El pasado septiembre, Lee Jae-yong fue acusado de violar las leyes del mercado de capitales en relación con una fusión de 2015 , así como un presunto fraude contable en la unidad farmacéutica Samsung Biologics. Con anterioridad, en 2017 fue señalado como partícipe en una trama de tráfico de influencias (caso «Rasputina»), que motivó la destitución de la entonces presidenta surcoreana, Park Geun-hye. El heredero, cuya condena de 5 años de prisión fue suspendida , pagó a una amiga de la mandataria para conseguir la fusión de dos filiales de la empresa y reforzar así su liderazgo. Ahora encara estas dos causas pendientes pero, avisa, no es su intención entregar el poder.
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