Coronavirus: Wuhan vuelve a una normalidad de ficción
Los viajeros usan mascarillas y fantasmagóricos monos blancos de protección. No hay vuelos directos a Pekín
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Después de 76 días de cierre y confinamientos masivos, la reapertura este miércoles de Wuhan mostró con toda su crudeza la distopía del mundo post-coronavirus . Aunque el levantamiento de la cuarentena es un paso más hacia la normalidad, esta distará mucho de poder llamarse así hasta que se descubra una vacuna o haya medicinas eficaces para combatir el Covid-19.
Después de pasarse dos meses y medio encerrados en sus casas, los habitantes de esta megalópolis ribereña del Yangtsé pueden por fin salir y viajar a otras partes del país . Para hacerlo, deben acreditar que están sanos con certificados médicos o códigos QR de salud en sus móviles, generados por aplicaciones que controlan su historial de enfermedades, movimientos y contactos. Más estrictos aún son los controles para ir a Pekín.
Además de limitarse el número de viajeros en tren a mil al día , deben someterse antes a la prueba del coronavirus, como hizo este miércoles este corresponsal en el Hospital Número 7 por 260 yuanes (34 euros). Los resultados se conocerán mañana viernes y, si son negativos y no exigen hospitalización, hay que repetirla al llegar a Pekín, donde se deben guardar dos semanas de cuarentena.
A medianoche se abrieron los peajes de las autopistas y a las 06:25 (00:25, hora española) partía de la estación de Hankou el primer tren que salía de Wuhan con pasajeros, con destino a Jinzhong, también en la provincia de Hubei. Para cubrir el evento, las autoridades habían invitado a la Prensa nacional y extranjera y en el andén había más periodistas y policías que viajeros en los vagones.
Un avión con destino a la isla tropical de Hainan, al sur del país, era el primero en despegar del aeropuerto. Allí, antes de acceder a los mostradores de facturación, enseñaba su código QR verde Zhang Chenyi, una maestra que llegó a Wuhan para visitar a su marido el 20 de enero, tres días antes del cierre por sorpresa, y se quedó atrapada en la cuarentena. «He pasado estos dos meses encerrada en casa. Ahora estoy muy contenta porque ya puedo volver a mi hogar y ver de nuevo a mi padre, a quien echo de menos», explicaba esta profesora de Sichuan, al suroeste del país.
Con un gorro de pescador y una visera protegiéndole el rostro, Zhang Chenyi contaba que estaba « ansiosa por volver porque las clases en mi escuela empezaron el día 1 y yo tendré que esperar a terminar la cuarentena de dos semanas para incorporarme». Esposa de militar, confía en las cifras del Gobierno, para el que no tiene ningún reproche pese a haber silenciando a los médicos que alertaron del virus. «Nuestro país ha hecho todo lo posible por cuidar de la salud de la gente, pero esta enfermedad es ahora un problema global», se encogía de hombros con resignación.
A las mascarillas se suman ahora los fantasmagóricos monos blancos de protección con los que van pertrechados muchos viajeros
A las mascarillas que lleva todo el mundo en China se suman ahora los fantasmagóricos monos blancos de protección con los que van pertrechados muchos viajeros en las estaciones de tren y el aeropuerto. «No tengo miedo y, si el coronavirus tiene que pillarte, lo va a hacer. Pero la seguridad es lo primero y hay que tomar medidas», razonaba Zhou Zhen, un pinche de cocina de 19 años que trabaja en un restaurante en Wuhan y volvía a su ciudad natal, en Jiangxi. «Ahora que se ha levantado el cierre, solo quiero regresar con mi familia», declaraba feliz el joven, que ha pasado estos dos meses «encerrado en el dormitorio de la empresa, adonde nos traían la comida».
Con una sonrisa tras la mascarilla, arrastraba la maleta cruzándose con otros viajeros, entre ellos madres con niños, ataviados con estos siniestros trajes blancos, símbolo de la nueva normalidad. Para conmemorar la reapertura del aeropuerto, que no tendrá vuelos directos a Pekín para proteger la capital , una ceremonia recordó el sufrimiento durante estos dos meses de Wuhan, que registra 50.000 de los 80.000 contagiados y 2.500 de los 3.300 fallecidos. Pero el tono fue más bien propagandístico: un grupo de voluntarios con banderas entonó el famoso himno «Sin el Partido Comunista, no hay nueva China».
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