«Vimos que se nos venía encima una avalancha de lodo arrastrando las viviendas»

El terremoto de Indonesia provocó un tsunami de lodo que engulló pueblos enteros

Los equipos de búsqueda siguen sacando cadáveres de la montaña de barro de Petobo, que ocupa dos kilómetros cuadrados FOTOS: PABLO M. DÍEZ
Pablo M. Díez

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Además de en el mar, el terremoto en la isla indonesia de Célebes provocó un tsunami en la tierra. Eso es lo que ocurrió en Petobo, un pueblo junto a la «zona cero» de Palu engullido por una ola de lodo. El seísmo, de magnitud 7,5, fue tan potente que agitó las entrañas de la tierra e hizo aflorar las aguas y gases subterráneos, derritiendo literalmente el subsuelo y formando una masa de fango que empezó a deslizarse siguiendo la inclinación natural del terreno. Un fenómeno físico conocido como licuefacción que, básicamente, consiste en que la tierra se hace agua y, convertida en una montaña de lodo, se traga todo lo que se encuentra en su camino.

«Cuando la tierra empezó a temblar, salimos de la casa para ponernos a salvo y, de repente, vimos que se nos venía encima una avalancha de lodo arrastrando las viviendas y los coches de alrededor», recuerda Martonis Diwonda, quien vivía en Petobo y este jueves acudía a ver lo que queda de su hogar. Reducido a un amasijo de escombros y barro, lo único reconocible es la chatarra despachurrada de sus dos coches y el chasis arrugado de una moto, machacados como si un gigante los hubiera aplastado con su puño. Para llegar hasta ellos, hay que subirse a una montaña de barro de más de dos metros y recorrer los 200 metros que el corrimiento de tierra movió su casa y la de sus vecinos, donde fallecieron sus cuatro ocupantes.

El pueblo de Petobo, que tenía unas 2.000 casas, fue engullido por una montaña de lodo PABLO M. DÍEZ

Aunque Martonis se salvó junto a su esposa y sus dos hijos, tuvo que arrastrarse por el barro para salir del tsunami terrestre que se lo tragaba y pensó que había perdido a su familia. «Aunque los encontré al cabo de una hora y están bien, lo hemos perdido todo», dice rompiendo a llorar. Como en otras catástrofes naturales en Asia, donde la vida está más expuesta a la fatalidad que en Occidente, los indonesios no suelen perder la sonrisa cuando hablan con un periodista occidental ni en estos durísimos momentos. Pero Martonis, que curiosamente es protestante y vende carne de cerdo en este país de mayoría musulmana, se derrumba cuando piensa que se ha quedado sin nada y tiene que empezar desde cero. Al menos, ha tenido más suerte que los más de 1.400 fallecidos, cuyos cadáveres ya han sido recuperados y, sobre todo, que los cientos que aún no han sido hallados.

En Petobo, donde había unas dos mil casas, se han encontrado ya 68 cuerpos, doce hasta la media mañana de este jueves. «Ni siquiera sabemos cuántos desaparecidos hay» , reconoce protegiéndose con una máscara con filtro Chandras, jefe del operativo de la Agencia Nacional de Búsqueda y Rescate (Basarnas). Con un equipo de más de cien efectivos venidos desde Yakarta, confiesa desbordado que « el mayor problema es la logística por falta de electricidad y por la escasez de agua embotellada para mis hombres». A más de 30 grados bajo un sol abrasador y sin apenas medios, los equipos de rescate se pasan el día entero buscando muertos entre las ruinas del terremoto.

«La respuesta del Gobierno ha sido muy lenta y la ayuda humanitaria está tardando mucho en llegar. Afortunadamente, el Ejército ha respondido muy bien», critica sobre la montaña de barro Salim Segaf Aljufri , del opositor partido islamista (PKS) que aspira a desbancar al Gobierno en las elecciones del próximo año. Empezando la campaña sobre las ruinas de esta última catástrofe que ha sacudido a Indonesia, anuncia que «vamos a pedir al Gobierno que establezca un fondo para ayudar a los damnificados porque lo han perdido todo».

Los geólogos airean su malestar y protesta

Pero, por mucha lucha política que desate la tragedia, Indonesia seguirá sufriendo desastres naturales como este porque se asienta sobre el «Anillo de Fuego» del Pacífico, la zona de mayor actividad sísmica y volcánica del mundo. «El problema es que, a la hora de construir, no se hacen estudios geológicos en Indonesia , donde precisamente hacen falta más que en otros lugares porque es un archipiélago tectónico», analiza Irwan Setiawan, un geólogo de Palu especializado en terremotos y tsunamis que ha acudido a las zonas afectadas para comprobar los efectos del seísmo.

«Lo mismo ocurrió en 1967 en la cercana zona de Mamboro, donde el deslizamiento de dos placas tectónicas también hizo que los gases subterráneos calientes derritieran el terreno e hicieran salir agua a la superficie. El barro causó corrimientos de tierra que mataron a más de cien personas», rememora el geólogo. En Petobo, donde siguen sacando cuerpos de la montaña de fango que se tragó las casas, podrían ser muchos más.

Martonis Diwonda llora ante lo poco que queda de su casa, movida 200 metros por un corrimiento de tierra PABLO M. DÍEZ
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