Las máquinas toman el relevo en la vendimia

Las máquinas comienzan a recoger la uva al anochecer en la Denominación de Origen Rueda; así se evita su oxidación

Vendimia de verdejo con una máquina en una finca de EMINA del grupo de MATARROMERA FRANCISCO JAVIER DE LAS HERAS
Isabel Jimeno

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Cae el sol y comienza la actividad. Con los últimos rayos despidiéndose en un horizonte teñido de rojos, naranjas... la mirada ha de fijarse en la tierra. Hay que aguardar a que los termómetros rebajen unos grados la temperatura para empezar a recoger la uva y que «no se oxide». Por delante, una larga noche en la que la vendimiadora se va «comiendo» líneo a líneo los racimos . Provista de una vareadora, mueve a gran velocidad las cepas y se va «tragando» las uvas maduras.

Las que aún no han alcanzado su punto óptimo se quedan, junto a las hojas, enganchadas a la vid. ¿Y cómo distingue? «Porque le cuesta más quitarlas», responde José María , atento a las labores que esta noche se centran en parte de una parcela de unas cien hectáreas próxima a la localidad vallisoletana de Matapozuelos, en plena Denominación de Origen Rueda. Fue en torno al 2000 cuando las máquinas comenzaron a introducirse en esta D. O. donde los blancos son los reyes y este año esperan superar los cien millones de toneladas de uva recogidas , batiendo un nuevo récord de una denominación en alza.

«Si no llega a ser por ellas, sería el acabose porque son muchas hectáreas para vendimiar a mano, más de 13.000», aunque aún hay viñedos -los que están en vaso y no en espaldera- en los que se sigue haciendo a tijera. Además, la mecanización permite hacerlo por la noche y eso ayuda a su conservación . El sol, clave para la maduración, ahora en este momento en el que se juega buena parte del trabajo de todo un año, es mejor que esté lejos. «El mayor enemigo del vino blanco es la oxidación, que depende del calor» y determina la «mayor» calidad del mosto, explica Alberto Gómez, enólogo jefe de Emina Rueda, del Grupo Matarromera.

La variedad verdejo, mayoritaria aquí, además, es más «complicada» de coger a mano, ya que sus racimos son más pequeños y hay que rebuscar entre las hojas. Con vendimiadora (dos maquinistas, tres tractoristas para llevar la uva y un encargado), avanzan una hectárea a la hora y cada jornada comienzan sobre las nueve de la noche, hasta las siete de la madrugada. La precisión del conductor es clave .

El espacio entre líneos no es grande y una vez empezado uno no hay vuelta atrás. En la bodega Emina, la vendimia dura cerca de un mes, aunque la entrada de uva en la bodega, sobre las dos semanas y media, ya que cuenta con diversas variedades, que se van recogiendo según su madurez. Para ello, desde hace un mes, e l seguimiento del viñedo es semanal para ir comprobando el grado alcohólico , concentración de azúcar, acidez -«que no caiga», apunta Gómez- o madurez fenólica.

Este año, que ha sido «atípico» por una primavera muy lluviosa y un verano seco, pero no muy caluroso, la maduración está siendo lenta «y con ella también la vendimia, que prevén «buena y de calidad». En ese tiempo, la bodega «está abierta 24 horas», con técnicos y operarios encargados de la recepción. Sobre las once de la noche y tras unos 20 kilómetros de recorrido, llega el primer remolque de acero inoxidable con unos 15.000 kilos, en los que un sistema de doble fondo permite separar el mosto que se va haciendo.

Un veedor controla todo

Un veedor del Consejo Regulador controla y apunta. En unas horas, también pasará por el campo para certificar que la parcela comunicada es la que se está vendimiando . Las luces y rotativos de los tractores iluminan la noche en la zona de Rueda. En las bodegas, pueden llegar a entrar en un día hasta ocho millones de kilos de uva. En la bodega, primero volcado a la tolva y paso a las prensas, donde la uva se enfría a ocho o diez grados y esta noche pasa una hora macerando «porque es una variedad aromática».

Carne y hollejos están juntos, porque «todo lo bueno del vino está en el hollejo», subraya Alberto Gómez , y así se facilita la extracción de aromas. Los grandes depósitos aguardan a los primeros litros, donde se deja 24 horas para que sedimente y «separar» la parte limpia de la sucia. Después, el trasiego a otro depósito. En unos cuatro o cinco meses, los blancos de Rueda estarán listos para su consumo , siempre pendientes de que la temperatura no suba para controlar la fermentación y que se conserven los aromas, «lo más importante» en los verdejos.

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