La universidad que tenemos y la universidad que necesitamos
¿Se encuentra el sistema universitario a punto del gran despegue?
El conjunto de la oferta universitaria española (tanto cuantitativa como cualitativamente) es de una calidad media más que notable. Satisface sobradamente las demandas de formación superior de la sociedad española, y lo hace con una distribución geográfica inmejorable. La universidad española ha creado en un tiempo récord un sólido sistema científico como jamás el país había dispuesto . Un sistema de investigación que, a pesar de las dificultades de todo tipo, sigue vivo y floreciente. Finalmente, también ha creado unas infraestructuras y unos servicios de valorización del conocimiento que son perfectamente homologables y cuyos resultados no desmerecen a los de otros países vecinos, especialmente si consideramos las diferencias de recursos entre unos y otros.
Dicho esto, nos preguntamos: ¿se encuentra el sistema universitario a punto del gran despegue? ¿Está el sistema universitario español en disposición de asumir el papel de motor de la economía y de la transformación social? ¿Lo está especialmente en las comunidades cuya renta per cápita tiene valores por debajo de la media? La verdad es que no, y por lo tanto es legítimo preguntarnos dónde está la trampa.
El sistema universitario español, a criterio de sus propias universidades, y de generalidad de las instituciones económicas y sociales, está capacitado para hacer frente a los retos del futuro como lo ha demostrado estos últimos 30 años creando ciencia y tecnología, así como también respondiendo a las necesidades de millones de estudiantes.
Sin embargo, últimamente muestra síntomas de cansancio y disponemos de evidencias suficientes de que la competencia no se detiene y que la distancia con el pelotón de cabeza aumenta. La proyección de los indicadores más complejos relativos a la respuesta a la demanda, a la internacionalización e incluso aquellos relativos a la calidad de la investigación , no converge con los de los sistemas universitarios de países competidores. Los países con los que competimos han puesto la directa y están cambiando a marchas forzadas sus modelos de aportación de valor, sus sistemas de gobernanza y sus modos de relacionarse con la sociedad. Han pasado de tener clientes o usuarios a tener «partners» y han dejado de conectar con la sociedad para pasar a ser porosos con el entorno.
¿Por qué a una universidad que hasta ahora respondía de forma sobresaliente a la escasez de recursos y a las necesidades sociales le cuesta encontrar el camino para adaptarse a los retos de una nueva modernidad? Porque en las actuales circunstancias, le cuesta convertir el diagnóstico y la estrategia en hechos así como también, poner en práctica las acciones sobre las que hay un acuerdo sobre su necesidad.
El marco actual le propone barreras, a veces insuperables, a la toma de las decisiones correctas. Dicho en otras palabras: la universidad, sin duda, necesita recursos, pero « más que eso », necesita capacidad para tomar las decisiones que toquen en cada momento y por tanto, una reforma que sitúe el foco de su trabajo en su « imprescindible » contribución a los fundamentos de la competitividad, a la igualdad de oportunidades – campo en el que tiene mucho que decir– y a la sostenibilidad.
Esperamos del nuevo gobierno, como venimos diciendo hace ya algunos años, que sea capaz de suprimir las barreras al objetivo social y económico de la universidad y que confíe en su capacidad porque ha dado pruebas de que la tiene.
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*Francesc Solé Parellada es catedrático de la UPC y vicepresidente de Fundación CYD
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