Coronavirus

Los últimos de Ifema

95 pacientes esperaban ayer el alta en el pabellón 9 del macrohospital, que cierra el viernes

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El joven escuadrón de la limpieza bailó el domingo «Resistiré», a las ocho I.R.

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Aun con mascarilla, dentro de Ifema se respira el sentimiento de orgullo colectivo que siempre aflora en las mejores hazañas. Además de preguntarnos cómo se edificaron las pirámides, habrá que contar cómo Madrid levantó el mayor hospital de campaña con capacidad de hasta 5.500 enfermos. Y no solo para pacientes leves, como ocurrió en el caso de los edificios de Wuhan, cuya imagen dio la vuelta al mundo.

En la capital de España se preparó un centenar de puestos de UCI, toda una proeza en unas naves habituadas a ferias bien distintas. Ifema ha sido un hito «extraordinario», como señaló sobre el terreno Bruce Aylward, jefe de expertos de Covid-19 de la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Parece que tiene que venir alguien a decirlo en inglés para que nos demos cuenta de lo que somos capaces», señala Fernando Prados Roa, coordinador del hospital milagro, mientras para a tomar un café. A su lado, dos capellanes se despiden. «Todo esto lo tenemos que dejar escrito», comenta este médico urgenciólogo curtido en crisis por el planeta.

«Los expertos»

El equipo responsable de Ifema hace chanzas sobre «los expertos», esa entelequia que todos nombran en tiempos de incertidumbre. En esta obra colectiva los expertos han sido, por ejemplo, los 200 fontaneros que en unas horas soldaron a las camas miles de boquillas de oxígeno que tuvieron que fabricarse en el momento. Una para cada cama. Una para cada enfermo. A la salida del pabellón 9 un gigantesco tanque de oxígeno quedará como testigo permanente. Por si hay rebrote en otoño se conservará la canalización y se almacenarán las camas y estructura.

Es domingo por la noche y el alivio es general en el pabellón 9, el último operativo de Ifema. Acaba de sonar el himno nacional y el aplauso rompe el silencio de la nave, cuyo suelo está hecho a retazos de vinilos recordando que pisamos una obra milagro. Solo pasaron 28 horas desde que la Comunidad de Madrid decidió activar el «plan B» de Ifema como desahogo a los hospitales y hasta el primer ingreso.

Un grupo de chavales muy jovencitos, del escuadrón de limpieza, organiza la última coreografía mientras por los altavoces sale el otro himno nacional, «Resistiré». Quedan unos 120 pacientes. Al día siguiente serán solo 95. Y los últimos recibirán el alta el viernes. Cuatro personas permanecen en uno de los módulos de cuidados intensivos. «Ellos serán derivados a otros hospitales», señala Javier Marco, internista del Clínico San Carlos y director médico en Ifema junto a Antonio Zapatero. La mayoría de los enfermos ya están casi recuperados y algunos se acercan a ver el baile.

En Ifema no ha habido intimidad del paciente. Pero se ha ganado humanidad. Aquí los familiares sí han podido venir a despedirse de sus seres queridos. Se habilitaron unas salitas para acompañarlos antes de la sedación. «Ha sido un pequeño privilegio, los llamábamos para avisarles antes de la sedación», cuenta Javier Quiroga, responsable de Samur-Protección Civil en Ifema. Su compañera, Cristina Feital, remarca la obsesión por procurar un «trato humanizado» . Se saben hasta la edad: 103 la paciente más veterana, 16 el más joven. Aquí se ha aplaudido y reído , también se ha llorado, todos juntos. 3.800 ingresados desde el 21 de marzo. 16 personas fallecidas. La plantilla formada para Ifema -1.200 sanitarios- se va con la certeza de haber participado en algo muy, muy grande.

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