La tormenta Gloria engulle el delta del Ebro y acelera su colapso
El ecosistema pierde terreno desde hace décadas. Vecinos y expertos alertan de la fragilidad de la desembocadura
Los mayores del delta del Ebro repiten una palabra sin parar: «malesa, malesa» (malo, muy malo), insisten cuando se les pregunta por los efectos que tendrá el temporal Gloria en esta tierra que el río ha ganado al Mediterráneo después de siglos trasladando sedimentos al litoral. Los estragos de la borrasca son todavía visibles en la zona . Los campos de arroz han sido inundados de agua de mar, y las playas, devoradas por el oleaje. Solo los flamencos que habitan en este paraje parecen inmunes a una inundación que ha sacudido un frágil ecosistema de lagunas, acequias y arrozales salpicado de pequeños pueblos de casas blancas. Esta zona, habitada por más de 170.000 personas, ve peligrar su futuro entre promesas incumplidas y la amenaza de un mar que no para de ganar terreno. Las playas que antes median kilómetros hoy son un montón de rocas y cañas invadidas de excavadoras que trabajan a contrarreloj para marcar de nuevo los límites al mar.
«Aquí empieza el delta; bueno, empezaba», cuentan los vecinos de la zona mientras señalan una zona difusa de agua, barro y arena. «Algun día mis tierras se las comerán las olas... más pronto que tarde, no sé si llegarán a mis nietos», explica a ABC María Sierra , una vecina que nació y creció en un delta que, con ochenta años, ve desaparecer ante sus ojos. En las puertas del restaurante Los Vascos tres generaciones de mujeres hosteleras contaban este viernes los daños causados por la borrasca, que se ha llevado por delante las vidas de 13 personas en toda España. « Han sido días de rabia horrible, frustración y angustia. Nos va a tocar empezar de cero… no es la primera vez », relata Ana Guillén. Su hermana Arantxa recuerda que el delta es una zona «frágil» y que su restaurante, hoy en primera línea de mar, se salvó gracias a un espigón que hace de escudo para las olas.
«Cuando mis abuelos construyeron esto el mar estaba a un kilómetro... Ahora estamos a pie de playa. Esto significa que algo va muy mal», explica abatida. El delta del Ebro es el resultado tangible del pulso que mantienen el Mediterráneo y el río que da nombre a la Península Ibérica desde hace siglos. Así, mientras el Ebro recoge y transporta hasta el litoral catalán sedimentos recolectados a lo largo de todo su recorrido, las olas presionan de forma inclemente para engullir este gigantesco trozo de tierra ganado al mar . Con el paso de los años, la desembocadura ha ido creciendo hasta formar un inmenso ecosistema que ocupa más de 320 km cuadrados. No en vano, el del Ebro es el mayor delta de España y uno de los tres más importantes del Mediterráneo junto al del Nilo (Egipto) y el del Ródano (Francia). A pesar su enorme tamaño, el delta es una sistema profundamente débil, tal y como quedó demostrado esta semana cuando el temporal Gloria que ha azotado España a lo largo de los últimos días provocó un oleaje que acabó inundando más de 3.000 hectáreas de arrozales y penetró tres kilómetros tierra adentro.
Desde el aire, las imágenes del delta tras el temporal mostraban una devastación sin precedentes que, advierten desde la zona, podría convertirse en la tónica habitual si no se hacen acciones inmediatas para consolidar el terreno ganado al mar y se facilita la llegada de más sedimentos. « El delta está en pleno retroceso desde hace años y en cada temporal perdemos un trozo más . Hace tiempo que lo denunciamos pero no nos hacen caso desde las administraciones, que nos han dejado de lado», lamenta el empresario local Josep Polet en declaraciones a ABC.
Todo empezó en los años 60
Científicos consultados por este diario confirman que el delta empezó a retroceder cuando se construyeron los pantanos de Mequinenza y Ribarroja a finales de los años 60. A partir de ese momento la mayor parte de sedimentos que transporta el río se empezaron a quedar en los embalses, así que el delta inició su lenta decadencia. « Que desaparezca no es un riesgo , es algo que ya está pasando. El temporal ha sido una cosa excepcional que solo aumenta el daño que ya hemos venido padeciendo», alerta Polet.
Afortunadamente, la inundación no ha llegado a núcleos urbanos de las poblaciones ubicadas en plena desembocadura, como Amposta, Deltebre y Sant Jaume d’Enveja. Eso se debe a que están en puntos más elevados, por lo que en el caso de que la tierra cediera ante la presión del mar, los núcleos urbanos se salvarían, pero quedarían rodeados de agua formando pequeñas islas situadas delante de la costa tarraconense. « Es una situación que sabíamos que llegaría por la confluencia entre cambio climático , crecida del nivel del mar y falta de sedimentos», explica a ABC el alcalde de Amposta, Adam Tomàs. «Aquello que pensábamos que podría pasar en cien años, ahora sabemos que pasará en veinte», añade.
¿Qué se puede hacer para revertir la lenta decadencia que se cierne sobre este ecosistema? Esa es la gran pregunta y que tras el paso catastrófico de la borrasca Gloria es más urgente que nunca. Según explica a este diario el catedrático de Ecología de la Facultat de Biología de la Universidad de Barcelona (UB), Narcís Prat, el delta «se hunde» a una velocidad de 2 o 3 milímetros anuales, lo que acelera el retroceso de la línea de la costa. Parece poco, pero va camino de ser letal.
Retroceso y subida
Paralelamente, por efecto del cambio climático el nivel del mar también sube lentamente. El resultado de esta combinación es que la desembocadura del Ebro pierde terreno sin parar desde hace décadas. «Hay zonas del delta que ya están por debajo del nivel del mar, así que si las olas pasan las playas inundan los campos», señala Prat. Eso es precisamente lo que pasó a mediados de esta semana, cuando cientos de hectáreas aparecieron anegadas con agua de mar , provocando unas pérdidas económicas que han llevado a los agricultores a solicitar que se declare el delta «zona catastrófica». La cosecha de este año se da por perdida.
«Las acciones a hacer para salvar el delta las sabemos desde hace 20 años. No se han hecho porque parte de la decisión depende de la Confederación Hidrográfica del Ebro, que no quiere ni oír hablar de caudales ecológicos y se limita a garantizar los caudales mínimos», afirma el catedrático incidiendo en una polémica -trasvase, caudales mínimos, solidaridad territorial- no tan vieja como el delta pero casi. El poco caudal supone que el Ebro llegue hasta el delta sin la fuerza suficiente para arrastrar sedimentos como piedras, arena y materia orgánica que alimentan su subsistencia . Es la vieja «guerra por el agua» entre gobiernos autónómicos, agricultores, ecologistas y habitantes de diferentes zonas que sigue sin cicatrizar. En el delta, afirman, la situación es de ultimátum. Si la tierra sigue cediendo a corto plazo se perderá toda la actividad económica de la zona (centrada en la agricultura, la pesca y el turismo). A medio plazo, cuando el mar engulla la tierra, el delta puede forzar el primer «éxodo climático» de España.
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