Teresa de Calcuta: hermana del desamparo
Fundadora de la congregación de las Misioneras de la Caridad
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En su misa funeral, un hombre leproso, un niño con discapacidad y una mujer presidiaria portaron el agua, el pan y el vino. Celebraron la eucaristía cristiana ante 12.000 personas en el hogar que había fundado décadas antes una menuda mujer en Calcuta . Fue el mejor epitafio para aquella religiosa austera hasta el desaliento que se había entregado en cuerpo y alma a los moribundos, hombres hambrientos, desnudos y sin hogar. Auxilió a todos. Nunca invocó qué fe profesaban.
Su muerte, el 5 de septiembre de 1997, cosechó huérfanos en el mundo entero. La congregación de las Misioneras de la Caridad, que ella había fundado en 1950, se había multiplicado con cientos de misiones humanitarias organizadas en 139 países y miles de monjas de diversas generaciones habían seguido su ejemplo. Un buen amigo de la hermana, el Papa Juan Pablo II , abrió un proceso de beatificación en tiempo récord, que completó Francisco, con la canonización de María Teresa de Calcuta 19 años después de su fallecimiento.
En vida, Agnes o Teresa sembró alabanzas y críticas, a veces por igual. La lisonja llegó por su sacrificio abnegado hacia los hombres descalzos . Lavó, afeitó y socorrió a enfermos terminales que solo encontraron un resquicio de luz en aquella monja vestida con un sari blanco y ribetes azules, santo y seña de la congregación que alumbró. La detracción supuró por los poros de quienes solo vieron en ella una aprovechada de instantáneas de fama, radical opositora al aborto y el divorcio, y amiga de mantener al pobre con vida, pero no de luchar contra la verdadera raíz de esa miseria.
En origen, Teresa de Calcuta adoptó el nombre de Teresa de Lisieux, la santa patrona de los misioneros, y lo honró como supo. Codeándose con la alta alcurnia, sí (el presidente estadounidense Ronald Reagan o la Princesa de Gales ), sin ser menos cierto que arañó en esos feudos de notoriedad donaciones vitales para mantener la respiración en alguna de sus casas hogares, repartidas por todo el planeta. «Plantó» hospicios, comedores, albergues y escuelas en los barrios más depauperados.
La monja católica, convertida en una de las personas más mediáticas e influyentes, alcanzó la gloria con el Nobel de la Paz que le fue otorgado por la descomunal expansión de su labor, que trasladó a países comunistas, africanos y latinoamericanos por igual. Pocos territorios escaparon de su radio de acción. Se la conoció como la madre de los pobres, la santa de la caridad y, el apodo más gráfico, la santa de las alcantarillas, por «rebuscar uno a uno» a los desamparados. En Calcuta había 15 millones. La malaria y los problemas cardiacos quebraron su salud en 1997. En su ciudad india yacen enterrados su diminuto cuerpo y su gran corazón. Su tumba es muy sencilla. Solo unas flores dan prueba de fe.
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