A subasta un «barómetro de sanguijuelas» que predice las tormentas
Una casa británica espera conseguir unos 18.000 euros por este curioso artilugio, réplica del creado en 1851
Quizás esta sea su única oportunidad de comprar el único «telégrafo electromagnético atmosférico conducido por instinto animal» operativo que existe en mundo. Si le extraña el nombre oficial, le podemos decir que se trata de un «barómetro de sanguijuelas» totalmente operativo y construido de acuerdo a las especificaciones exactas del diseño original de su creador, el médico británico George Merryweather en 1851. Un extravagante instrumento meteorológico que la casa de subastas británica Dreweatts presentará en breve y por el que espera obtener entre diez y quince mil libras (entre doce y dieciocho mil euros). Una ganga para coleccionistas si tenemos en cuenta que, además, el invento funciona.
Si todavía no acaba de entender el mecanismo que mueve este ingenio, lo mejor será adentrase en la historia de Merryweather. El curioso doctor -que vivía, cerca de la costa, en North Yorkshire, y conocía la preocupación de los marinos por tratar de predecir las tempestades antes de hacerse a la mar- se percató de la inquietud de las sanguijuelas, que guardaba para tratar a sus pacientes, ante las tormentas eléctricas. Al intuir las futuras lluvias, los parásitos, movidos pos su instinto, trataban de salir del agua en las que las conservaba. Ese fue el «eureka» de su invento.
Merryweather construyó un extraño artilugio compuesto por doce frascos de una pinta de capacidad que llenó con agua de lluvia y que alojaban, cada uno, una sanguijuela. Cuando la tormenta se acercaba, las sanguijuelas huían del agua y trataban de salir del frasco , trepando por las paredes hasta el cuello, donde un hueso de ballena -en el ejemplar que se subasta se ha sustituido por un componente metálico- les interrumpía parcialmente el paso. Al presionar el hueso para tratar de huir del agua, los anélidos activaban un mecanismo que hacía sonar una campana. Cuantas más veces sonara, más probable era la posibilidad de tormenta .
En su diseño, Merryweather puso las sanguijuelas en botellas de cristal colocadas en círculo para evitar que los anélidos sufrieran «la aflicción del confinamiento solitario». Doce parásitos que, en palabras de su creador, constituían un «jurado de sanguijuelas» y que, sorprendentemente, no funcionaba mal. Así que el doctor consiguió financiación oficial para mejorar el invento y se presentó en la exposición en la Gran Exposición de Londres de 1851 con un prototipo del que conservan varios grabados y una amplia descripción.
El ingenio causó impresión en la muestra -que acogía el legendario Crystal Palace londinense- pero más por lo extravagante de su concepción que por su sentido práctico. La idea de Merryweather competía ya con los barómetros de mercurio, más precisos, pequeños y baratos, por lo que nunca llegó a desarrollarse comercialmente .
El ejemplar que ahora subasta la casa Dreweatts es una reconstrucción muy precisa, basada en las notas de Merryweather y realizada por el artesano Phillip Collins para el Museo Mundial del Barómetro en Merton. Collins trabajó durante tres años en la pieza y construyó cada elemento desde cero , incluido el soplado artesanal de las botellas de vidrio, que se alojan en una estructura de caoba maciza decorado al estilo indio victoriano. Eso sí, el comprador que se alce con la pieza tendrá que añadir, a las 15.000 libras que está previsto que alcance en la subasta, el gasto extra de conseguir el agua de lluvia y las doce sanguijuelas si quiere saber cuando se avecina una tempestad.
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