La Semana Santa de los reencuentros: cartas desde Sevilla y Valladolid

Alberto García Reyes, desde Sevilla, y José F. Peláez, desde Valladolid, reflexionan sobre sus vivencias y sentimientos durante trece días de preparativos de las primeras procesiones después de dos años con los pasos confinados por la pandemia

Preparativos de la Semana Santa de Sevilla Raúl Doblado

DÍA 1. JUEVES 24 de MARZO

Alberto García Reyes

Querido Peláez: acabo de llegar a casa muerto después de un día largo, pero tengo que contártelo antes de quedarme dormido. El poeta sevillano en el exilio Manuel Mantero , profesor de Literatura en Georgetown desde hace 60 años, dice desde tan lejos la verdad de todo esto: aquí el cansancio no cansa, forma parte del ritual. «El cansancio es necesario, como lo es también para hacer el amor». Estoy cansado porque la pandemia me ha desentrenado, pero he ido a verla. La basílica estaba llena y vacía a la vez. Este año el septenario está siendo raro porque parece que está más ansiosa Ella que nosotros. S é que la Esperanza es también tu madre, la madre de tu hermana, y me he acordado de ti cuando la he visto en los espejos de su camarín. ¿Cómo puede ser que no estallen y hagan añicos su belleza por el suelo? Bueno, le he hablado también de ti, luego te he dejado pagada una ronda en el bar El Arco para cuando puedas venir y me he ido a ver el ensayo de los Armaos. Roma ya está llegando a la Bética. Hasta hoy no he querido creérmelo, Peláez, pero Sevilla ya está puesta.

José F. Peláez

Maestro García Reyes: ayer fue un día triste. Enterramos a Ángel Diez, padre de Eduardo, que es cuñado mío y hermano tuyo: también es macareno. Terminamos el funeral rezando la Salve y yo contuve las lágrimas como pude. Cada vez me afecta más todo esto. En un momento, hacia el final de la oración, giré la cabeza hacia la familia y allí los vi a todos, tranquilos, en paz y enteros. Pareciera que estuvieran llevando en andas a su padre hasta el Padre, serenos, sin mover un solo músculo, con la dignidad que da saberse hijo de Dios. Su actitud y su fe me metieron de lleno en esta Cuaresma , como un golpe seco de bombo. Y aún sigo con la tristeza a cuestas.

Eduardo, además de macareno, es el vocal de procesiones de la Hermandad Universitaria del Cristo de la Luz. Ese Cristo es la joya de la corona de nuestra Semana Santa y la obra maestra de Gregorio Fernández. Pero, sobre todo: es Dios. De Él te hablaré más estos días. Ángel no va a verle salir del Palacio de Santa Cruz este Jueves Santo, pero no tengo duda de que le estará mirando directamente. Y su cara le resultará conocida: los vallisoletanos, de tanto verlo, conocemos el rostro exacto de Jesús.

Ángel fue un gran hombre y no me cabe duda de que esta Semana Santa su recuerdo va a sobrevolarlo todo. Ya descansa en paz. Llueve en Castilla, Alberto. Y pienso que hay días tan tristes que, cuando llega la lluvia, lo hace porque no le quedaba otra.

DÍA 2. VIERNES 25 DE MARZO

Alberto García Reyes

La lluvia limpió el cuerpo de Cristo en la cruz, José. Te mando un abrazo muy fuerte. Aquí en Sevilla no tenemos Cristo de la Luz, pero sí tenemos una Virgen de la Luz , la de la Hermandad de la Carretería. Cuenta la leyenda que le pusieron este nombre porque se la encontraron en una alcantarilla mirando hacia arriba en busca de claridad. Ángel ya está como esa Virgen, mirando alto. Mucho ánimo, maestro. Hoy he brindado por él junto con un grupo de amigos en la tertulia del bar La Fresquita. Tengo que traerte a ese sitio. Es una taberna muy pequeña al lado de la Giralda, en el barrio de Santa Cruz, decorada con todo tipo de enseres cofradieros. Su dueño, Pepito el Fresco,nos reúne todos los viernes alrededor de un perol de bacalao con tomate y un incensario. Hoy ha venido Pepe Moreno, antiguo hermano mayor de Los Gitanos, la cofradía de la Duquesa de Alba , y nos ha contado algo que explica bien cómo se vive la religiosidad popular en esta tierra. Pepe es un gitano de bastón y pañuelo, trianero por la gracia de Dios y senequista puro. Cuando íbamos ya por el tercer latigazo de Cruzcampo -ya te hablaré de la importancia de la Cruz del Campo en nuestra Semana Santa-, se ha arrancado con esta historia:

-Cuando se casó la Duquesa con Alfonso Díez, un gachó con mucha guasa vino a decirme 'Pepe, me he enterao que Cayetana te ha invitao a su boda'. Como yo sabía por dónde venía el tío, le contesté rápido. '¿A mí? Qué va, miarma, te has equivocao, ¿cómo va a invitar la Duquesa de Alba a un probe placero con un puesto de casquería? Al que ha invitao es al hermano mayor de Los Gitanos, que coincide que ahora soy yo'.

De vuelta a casa, cuando hemos pasado por los palcos, que ya se están montando, me ha dicho: «Alberto, hijo, qué bien se vive sin tener que ir a sitios que no te corresponden». Y me ha dado una estampita de su Señor de la Salud, el Manué, que me he guardado para dártela cuando nos veamos.

José F. Peláez

Viendo a la Carretería por el Arenal un Viernes Santo, coincidí con Carlos Herrera en un bar que hacía esquina y en el que aún se podían comer chanquetes. Ese bar ya se ha esfumado, aunque mi cuñado Eduardo jura haberlo encontrado un día en sueños, supongo que guiado por la mano de Rafa Serna, al que Dios tenga en su gloria. Hace no mucho estuve en misa precisamente allí con mi hija. Ya sabes que por tu tierra mariana voy con frecuencia, así que aprovecho para avisarte que me gusta comer y beber y que tomo nota de lo que me dejas pagado, no te pienses que es retórica. Voy a ir a reclamarlo con el ABC debajo del brazo. Y hablando de comida, hoy he hecho un poco el ridículo. Había quedado a comer con mi amigo Alfredo y hemos pedido nada más que un arrocito por eso de ser viernes de Cuaresma. Y luego me he enterado que justamente hoy sí que se podía comer carne porque era la Anunciación . Y Anunciación puede a Cuaresma, como piedra puede a tijera. Lo que es no saber, maestro, uno se equivoca hasta cuando acierta. Espero que, al menos, la intención de ayuno cuente como ayuno, de cara a Dios y a mi régimen.

De esto me enteré en San Andrés, sede de la Cofradía del Santísimo Cristo Despojado, que es la de mi barrio, muy vinculada históricamente a la Juventud Obrera Católica y, durante años, la única autorizada a salir sin capirote como manifestación pública de su fe en la esfera obrera. Allí me encontré con un grupo de personas rezando y el párroco en conexión con Roma, donde el Santo Padre estaba consagrando Ucrania y Rusia a la Virgen de Fátima. Es increíble ver cómo hay gente orando en todo el mundo por este tema mientras otros hacen solo ruido. La gente -éramos seis- rezaba de verdad, con buena voluntad. Y había belleza en la minoría absoluta que formábamos. Allí se leyó una oración a Nuestra Señora de Kiev y vi a los chavales de la cofradía entrando para ensayar con las andas. Yo quería quedarme para contártelo, pero me echaron, maestro, se ve que no era el día y no quise insistir.

Así que me fui a La Antigua, donde la Cofradía de la Preciosísima Sangre estaba en pleno Rosario. Aguanté tres misterios y de ahí al Quinario al Cristo del Perdón de la Cofradía de la Sagrada Pasión de Cristo , una de las cinco cofradías históricas y precursora, por cierto, de vuestra Hermandad de Pasión. Cómo me gusta esa plaza del Salvador, maestro. Estírate y págame otra por ahí, miarma.

Me iba para casa para escribirte esto antes de que se me olvidara, pero me acordé que había misa por Ángel en la capilla de la sede del Cristo de la Luz, que es el Palacio de Santa Cruz y que es tan bonito que si lo ves te caes para atrás. Es de 1486 y es la primera muestra de arte renacentista fuera de Italia. Lo mandó construir para sí el Cardenal Mendoza, el llamado 'tercer rey católico', porque su influencia en los Trastámara era enorme. Sobre todo, en Isabel. Total, que me he quedado a la misa y el Misterio me ha traspasado, ha sido una de esas veces en las que realmente crees en lo que estás haciendo y te prometo que allí, entre nosotros, estaba Dios. De verdad, me habría dejado martirizar si me hubieran hecho renunciar en ese momento a la existencia de algo tan presente, tan físico como el hambre que tenía, por cierto. Cuando he ido a comulgar casi me caigo de la emoción. En fin, no te aburro más, pero quiero subrayar el hecho de que me he comido un quinario, medio Rosario, la consagración de Rusia y Ucrania a la Virgen de Fátima y finalmente una misa completa. Y todo para poder contártelo bien. Estoy lanzando hacia la santidad, maestro. De esta, me canonizan.

DÍA 3. SÁBADO 26 DE MARZO

José F. Peláez

Maestro: he pasado por la Plaza Mayor y ya estaban puestas las gradas. No sé si la conoces, pero es una de las plazas mayores más grandes de España, creo que superada solamente por la de Medina del Campo, también cerquita de Valladolid. Y, desde luego, esta es la más antigua. En un convento en esta plaza murió y fue enterrado Colón en 1506 , así que imagínate si tiene historia. Y mira, cuando muere Colón, ya existía hace al menos una década la cofradía de la Vera Cruz, con sede entonces en ese convento, hoy desaparecido. Pone los pelos de punta pensar en el sentido de legado y de continuidad que tiene la Semana Santa, una carrera de relevos que dura cinco siglos. Quinientos años de respiraciones contenidas, Alberto. Quinientos años de ritos y tradición, que es la forma más importante de conocimiento. Desde luego, estarás de acuerdo conmigo en que la Semana Santa trasciende el hecho religioso para integrar lo social, lo artístico, lo cultural e incluso lo etnográfico. Es cierto que en mi familia nunca ha habido tradición de cofrades y supongo que, por eso, yo nunca lo he sido. Pero siempre se ha seguido con respeto e interés. Pienso que también somos necesarios los cofrades de acera, hacen falta secundarios como yo para que los importantes, que son los que van ahí bajo el hábito, cobren el protagonismo que merecen y su penitencia tenga sentido. Siempre he pensado que para que surja el arte hacen falta dos artistas, uno haciéndolo y otro mirándolo. Si solo hay arte a un lado, esto no tendría sentido, sería un lenguaje sin intérprete para dos sordomudos que se miran sin entenderse. Es necesario un ojo que interprete lo que el otro hace, que lo entienda y lo valore. Es decir, un ojo que dé sentido artístico al acto. Pues ese soy yo. Yo 'miro' para que ellos 'sean'.

Un poco más allá, la iglesia de Jesús, sede de otra de las cinco históricas, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno. La iglesia es pequeña, barroca, muy parecida a algunos templos penitenciales sevillanos. Me he pasado a ver la talla del Nazareno, bellísima y, sobre todo, muy compleja espiritualmente, puesto que muestra a nuestro Padre derribado por el peso de la cruz, con una rodilla en tierra y con el brazo y la mano intentando apaciguar la caída. Pero lo peor es la mirada, una mezcla terrible de incomprensión y resignación que evoca un dramatismo contenido, que es el más duro de aceptar para el que mira. Pero sobre todo si el que mira así es Dios. Nada hay más frágil que el que puede salvarse y no quiere.

De allí he ido a ver una exposición de carteles de Semana Santa en el Archivo Municipal, situado en la antigua iglesia de San Agustín. Antes de ser iglesia, formó parte del palacio de Enrique III y Catalina de Lancaster que, a su muerte, se lo donó a los agustinos. La exposición es pequeña pero interesante. Muestra los carteles anunciadores de la Semana Santa desde 1928. Evidentemente la calidad es desigual, pero te sorprenderá saber que los mejores son los antiguos, los hechos de modo artesanal, sin ordenadores, las litografías que muestran influencias de las vanguardias y de una modernidad que ya quisiéramos hoy. Creo que de tanto intentar agradar a todos y no ofender a nadie hemos terminado por caer en una mediocridad blandurria, en una cosa sosa, intrascendente y, desde luego, muy vulgar. A veces les daría a algunos con la campana de Gauss en la cabeza. Mañana te sigo contando, amigo.

Alberto García Reyes

Conozco la Plaza Mayor de Valladolid, maestro, cómo no. ¿Sabes que tiene una conexión directa con la Plaza de San Francisco de Sevilla, que es nuestro nudo gordiano? Ambas tiene su origen en el Convento de San Francisco. El vuestro lo protegía doña Violante, la esposa de Alfonso X el Sabio, que como sabes fue un rey muy importante para Sevilla. De hecho, nuestro símbolo, el 'No8Do', se lo debemos a él. Es un jeroglífico que significa «no-madeja-do», no me ha dejado. Está en todas las farolas de la ciudad, en las arquetas y en los edificios municipales en homenaje a la fidelidad que Sevilla le tuvo a Alfonso X durante la guerra contra su hijo Sancho. Al Rey Sabio le debemos también los sevillanos las Reales Atarazanas, una verdadera catedral en la orilla del Guadalquivir para la construcción de galeones. Allí forman los nazarenos de la Hermandad de Las Aguas. Es muy importante lo que dices sobre la importancia histórica de la Semana Santa, pero a veces estamos tan habituados a esas costumbres que no somos conscientes de su trascendencia. Las Aguas forma su cortejo en un edificio que tiene más de diez siglos. Un viejo maestro del periodismo sevillano, don Julio Martínez Velasco, decía sobre esto algo que siempre me ha parecido muy atinado: «Los sevillanos hemos jugado de niños al escondite detrás de retablos barrocos de Martínez Montañés, así que incluso el más ignorante de nosotros sabe algo de arte». Yo noto aquí esa sabiduría en el respeto. Te cuento.

Ayer estuve dando un paseo por varias capillas. Hacía un sol rabioso, así que me acerqué a San Juan de la Palma a ver a la Virgen de la Amargura, una de nuestras grandes joyas . Te mandaré una foto que le hicieron en el 36, cuando la tuvieron que esconder para que no la quemaran, en la que aparece con la cabeza envuelta en un pañuelo. Su gesto es idéntico al de las refugiadas que ahora estamos viendo salir de Ucrania. Está entre el dolor de la pérdida y el miedo de la injusticia. Yo no sé mirarla sin tragar saliva. Pues lo que te decía, fui a verla al mediodía porque por una de las vidrieras del templo entra un rayo a esa hora que le ilumina la cara a la Virgen. Dura apenas unos minutos, pero la iglesia se pone de bote en bote para presenciar el milagro cotidiano. Y de allí, con la emoción de ese espectáculo de la luz contra la Luz, me fui al origen de todo. Junto a la muralla está la capilla de Los Negritos, la primera hermandad de Sevilla. Te hablaba ayer de la importancia de la Cruz del Campo, que te detallo ahora. El marqués de Tarifa hizo el primer viacrucis de la ciudad en la Cuaresma de 1521 desde su casa hasta esta Cruz que estaba a las afueras de Sevilla, en mitad del campo. La leyenda dice que entre su palacio y este templete hay la misma distancia que desde el Pretorio al Calvario en Jerusalén. En realidad es mentira, pero no me digas que no es bonito y que merece ser verdad. Aquel viacrucis, tras el cual los sevillanos bautizaron la casa del marqués como Casa de Pilatos, es el origen de nuestra Semana Santa. Y la primera hermandad que hizo estación de penitencia hasta allí fue la que fundaron los esclavos negros, que en esa época tenía ya un siglo y medio de antigüedad porque fue fundada en 1393. Hasta el siglo XIX sólo se admitían hermanos negros. Es una historia apasionante. Como no tenían dinero, el cristo no pudieron encargarlo hasta 1622. Pero le pusieron un nombre muy elocuente: Cristo de la Fundación. Es de Andrés de Ocampo, manierista de un estilo muy distinto al de Gregorio Fernández. Ocampo hacía cristos dormidos, serenos, no como el vuestro de la Luz, que está en un jipío angustiante. Supongo que, siguiendo lo que dices de que el arte es del que lo hace y del que lo mira, que suscribo palabra por palabra, en Valladolid ver al Cristo de la Luz es un acto sufriente. Sin embargo, en Sevilla ver al Cristo de la Fundación es un acto relajante. Muerto ya en la cruz, va rodeado de cardos porque los negros no tenían dinero para flores suntuosas, y redondea la gran paradoja sevillana: el Cristo de la Fundación, el del principio de todo, está en el final de todo. Muchos sevillanos a lo mejor no saben explicarlo, pero como decía Martínez Velasco, saben verlo.

En el fondo, amigo, allí o aquí la historia es la misma. Los siglos, el Convento de San Francisco, la Luz iluminando la Amargura… Los cofrades, de acera o de antifaz, somos todos igual de esclavos ante esto, como aquellos negros fundadores.

DÍA 4. DOMINGO 27 DE MARZO

José F. Peláez

Maestro, hoy apenas he salido de casa para ir a misa con María, que se parece a la Esperanza de Triana. Ya te puedes imaginar lo bonita que es. Pues resulta que por dentro aún lo es más. Luego he intentando leer los periódicos, y digo que lo he intentando porque no lo he conseguido: mientras te leía reivindicar en ABC a la Paquera de Jerez o a la Perla de Cádiz, María hacía todos los autodefinidos, sopas de letras y jeroglíficos y me preguntaba cosas, así que, al final, pasa lo de siempre, que me pico, acabo dejando el periódico para por la tarde y me entrego por completo al crucigrama como parte de mis obligaciones.

El evangelio de hoy era la parábola del hijo pródigo y no he podido evitar acordarme de ti: la Semana Santa tiene mucho de hijos pródigos, de retornos a la casa común y de fiesta por los que estaban perdidos y se encuentran. En Valladolid empezamos a notar cómo van volviendo a las cofradías todos esos hermanos que se fueron a trabajar a Madrid y que aprovechan el fin de semana para venir a ver a las familias y, sobre todo, a ensayar con sus compañeros. No hay mayor compromiso que el autoimpuesto, el que surge en silencio, la llamada de la sangre. Y en esos ensayos de andas se dan los reencuentros, las bienvenidas y los recuerdos. Si Proust hubiera sido de por aquí, no tengo duda de que no habría hablado de magdalenas sino del olor del incienso. No hay un catalizador más grande de emociones. Y el día que dejemos de abrir las puertas de las cofradías, hermandades y, sobre todo, de nuestros corazones, a los que se fueron y vuelven, a los que parecen desvinculados, pero solo lo parecen, ese día estaremos tan muertos como el hermano mayor de la parábola. Todos sabemos que la procesión va por dentro, pero me temo que también va la primavera. Y esa no tiene sonidos ni se anuncia con caballos. Si hay algo que detesto es la intransigencia del perfecto, la intolerancia del puritano. Somos puentes, maestro, solo puentes por los que transita la vida y no sabemos cuántos jueves santos nos quedan . Pero, mientras estemos, celebraremos juntos, cargaremos juntos y aguantaremos juntos la emoción por los que se fueron. Y el resto, me temo, es solo selva.

Alberto García Reyes

Me emocionas, amigo, porque por distintos caminos hoy hemos llegado al mismo sitio. Yo he tenido un día ajetreado porque esta mañana hemos celebrado la función de la Macarena, que ya sabes que es mi devoción y te diría incluso que mi vocación. Ha sido un acto sencillo, como siempre, pero muy conmovedor. Aquí la costumbre es que los hermanos más antiguos procesionen en los últimos tramos de la cofradía. Los que acompañan al Señor de la Sentencia se conocen como 'cirios moraos' y los que van junto a la Virgen como 'cirios verdes'. Los macarenos somos como una aldea, nos conocemos todos. Y durante la función nos hemos mirado las caras para confirmar que estábamos allí todos otra vez. Pero no estábamos. La pandemia ha hecho una merma desoladora en los últimos tramos, maestro, y he tenido que preguntar por algunos de los viejos a los que abrazaba cada Viernes Santo al mediodía cuando se quitaban el antifaz dentro de la basílica después de una Madrugada más. Ya no están, Peláez. Ahora sus cirios 'moraos' y verdes van a cambiar de manos para que pase la siguiente generación. Fíjate qué metáfora. Todos pasamos y la Macarena siempre queda. En Ella están nuestros antepasados y estarán nuestros herederos.

Por supuesto, después de la función he ido a la taberna El Arco con un grupo de mis hermanos y hemos brindado por los que ahora sí que son ya hijos de la Esperanza. Y al terminar la ronda, uno de mis compañeros de tramo nos ha recordado algo trascendental: «¿Sabéis qué es lo único que Manolo Villanueva, el capataz del Gran Poder, le dice en voz alta a los costaleros del Señor? '¡Siempre de frente!'«.

Preparativos de las procesiones de Valladolid De las Heras

DÍA 5. LUNES 28 DE MARZO

José F. Peláez

Maestro, hoy he estado en el triduo a Nuestro Señor Atado a la Columna, que debería ser nuestro patrón, porque la realidad es que tú y yo estamos atados a la columna, pero a otra, a la del periódico, que es una atadura como cualquier otra. Eso sí, imagínate vivir sin ella, imagínate el patetismo de una vida sin fecha de entrega. Desde luego, hay formas de libertad mucho más duras que algunas condenas y cuando me preguntan por ello siempre respondo que solo hay algo peor que la presión de la columna: la presión de no tenerla y tener que volver a susurrar mis ideas a las paredes, como un demente incomprendido.

Te contaba que he estado en el Triduo en la Vera Cruz, la cofradía más antigua de Valladolid. Imagínate si es importante y antigua que tiene ocho imágenes propias y da cobijo a varias cofradías: además de la propia Vera Cruz y el Atado, están El Ecce Homo, la Oración del Huerto y el Descendimiento . Los pasos titulares de todas esas cofradías son propiedad de la propia Vera Cruz, que además los aloja, como si 'El Sentencia' fuera otra cofradía distinta a la Macarena. Pero de todas ellas, el Atado, de Gregorio Fernández, es la auténtica maravilla, no solo de este templo sino, según muchos, de toda la Semana Santa. Es impresionante. Sobre todo, su espalda: los hilos de sangre, los trozos de carne arrancada, los cardenales latentes y la carne rota, que forman algo tan impactante como portentoso. Cuenta la leyenda de que cuando Gregorio Fernández terminó la talla, el propio Jesús le preguntó: «¿Dónde me miraste que tan bien me retrataste?». Fernández contestó: «Señor, en mi corazón». Yo sé que suena a exageración, pero te invito a que mires esta talla con paciencia y me cuentes los suspiros y las veces que te quedas sin respiración.

El cura dijo algo importante. H ay dos palabras para esta talla: fe y obediencia . Jesús es ahí un hombre sufriente que está siendo torturado. Siendo Dios entendió que era necesario pasar por esa experiencia para dar sentido a todo. Ahí está la fe, la confianza en que lo que nos mandan tiene sentido. La fe lo cambia todo porque es Dios dando sentido a tu dolor. Y ahí entra la obediencia. Creo que van juntas. Y no debemos olvidarlo, la duda y el miedo paralizan la fe y eso acaba con la obediencia, con la aceptación de lo que nos mandan. Todos estamos atados a una columna, maestro. Solo que nosotros podemos levantar la mirada al cielo y, en lugar de azotes, contar golondrinas. Ya queda menos, Alberto. Estamos a punto. Y mientras llega el día, este año nuevo, cofrade, pienso que todas las columnas son verticales. Pero solo algunas, como la que estoy mirando, son además vertebrales.

Alberto García Reyes

Aquí el Atado a la Columna sale en la Hermandad de las Cigarreras, maestro, aunque, como tú dices, bien podría salir de ABC. Pero nuestra atadura es mucho menos trascendente. El Señor cambió el mundo y nosotros apenas podemos aspirar a que el mundo no nos cambie. Y los azotes a los que nos enfrentamos no nos van a ensangrentar nunca la espalda como al Cristo de Gregorio Fernández, que te demuele el corazón, el mismo corazón en el que encontró su inspiración para esa talla. Aquí en Sevilla esa sensación me la provoca el Señor de Pasión, una de las obras maestras de Juan Martínez Montañés. Yo he tenido la suerte de vivir una escena íntima con Él que me ha cambiado la vida: la bajada al paso. Voy a intentar contártelo con precisión.

Lo ves venir desde abajo, con sus dientes blancos, su paladar asfixiante, sus ojos perdidos, sus pómulos prominentes, sus guedejas gravitando, su barba punzante, y se te rompen todas las líneas de defensa. El Señor te destroza. Te va clavando su mirada giro tras giro. Viene cadenciosamente hasta tus adentros. Te posee. Te regenera.

Yo había entrado en la Iglesia del Salvador, su casa, por el Patio de los Naranjos, donde la fuente del patio de abluciones de la antigua mezquita aljama lloraba para anticiparme lo que estaba a punto de vivir. Me recibió José Luis Cabello, el hermano mayor. Dentro había cuatro personas más. Mayor intimidad, imposible. En la capilla descansaba una pequeña parihuela hasta la que había que trasladar al Señor. Casi sin mediar palabra me dieron la manivela. «Gírala lentamente». Sentí que el Tiempo, con mayúscula, me iba descontando vida en cada giro. Yo no quería que aquello acabase nunca. Cada vuelta era un siglo perdido. El Señor acercándose. ¿Cómo te lo explico? Yo quería tenerlo cada vez más cerca, pero sabía que cuando lo tuviera encima se habría acabado el sueño. La tentación de mover la manivela en el sentido contrario me acechaba. «Ven, ven a mí, pero no termines de venir nunca», pensaba. Lo tuve tan dentro de mí…

Es tradición que al Señor de Pasión lo viste el rector. Tuve suerte. Porque cuando Él ya estaba abajo hubo que esperar un rato. El párroco se había retrasado. Lo esperamos. Y mientras tanto, nos pusimos a charlar sobre cuestiones de la vida cotidiana. El Señor era uno más en la conversación . Uno de los priostes me vio la cara de extrañeza y me tranquilizó: «No te preocupes, Él está acostumbrado, nos está escuchando». Otro de los presentes me lo aclaró levantándole la túnica a la altura del pie derecho, el que no termina de caer al suelo nunca, enseñándome una de las arterias que le talló Martínez Montañés. «¿Lo ves? Por ahí corre la sangre. Está vivo y con nosotros». Me estremeció la naturalidad con que me lo dijo. Pero tenía razón. El Señor de Pasión vive. Puedes oír su jadeo mientras lo ves descender porque tiene su boca envuelta en un hálito que no se puede esculpir. Ese Señor no es una extraordinaria obra de arte. Es una fuente de salvación. El Hombre entre los hombres. «¿Tiene un lunar en su brazo derecho?», nos preguntamos. «Es posible porque Él es como cualquiera de nosotros», contestó plácidamente el hermano mayor. Todo me encajó. ¡Claro! Él es la manivela que arranca el motor de mi pecho.

DÍA 6. MARTES 29 DE MARZO

José F. Peláez

Tengo delante a un niño, no tendrá más de 6 años. Es delgado, muy bajito y tiene el pelo sudado y algo sucio, pero es una suciedad infantil, una suciedad de haber jugado mucho. Es una suciedad que marca goles y celebra la vida. Una suciedad limpia. Acaba de llegar del colegio, su madre le ha limpiado por encima la cara y las manos, se ha comido medio bocadillo y se ha colgado su medalla cofrade. Ha entrado a la iglesia y se ha sentado junto a sus hermanos, hermanos de todas las edades. Es uno más. El niño podría estar jugando a la consola, enganchado a las redes o cualquier otra cosa que hagan los niños ahora. Pero no, el niño, libremente ha querido unirse a sus hermanos para el triduo. Su presencia es diligente, su actitud inmejorable. A veces le dicen que se levante o que se siente, pero se lo dicen con la mirada, con el respeto que un compañero tiene por otro. Se persigna torpemente, se hace un lío de cruces y a mí casi me da la risa. Pero ese chaval es un tío. Es posible que nunca haya vivido una Semana Santa, Alberto, entre tanta pandemia y el frío de un mundo en pausa. Por eso, este año va a ser especial, porque estamos trabajando en los primeros recuerdos de personas que, un día, mirarán atrás y reconocerán los olores, los silencios, los nervios de estos días. Y, sobre todo, se reconocerán a ellos mismos en sus recuerdos, desde los cuales crecerán. Y mandarán un día, porque se lo merecen, porque estaban allí cuando el resto estaba en sus casas, porque estaban empapándose de todo, porque estaban observando a los mayores en lugar de estar como el resto, como esos niños limpios en casas tristes.

Ese chaval es un hombre en construcción y me dan ganas de llamarle al futuro y decirle que todo va a salir bien. A algunos se les ve el futuro en la mirada. Y en ti, chaval de pelo sucio, están puestas todas nuestras esperanzas. El pelo se lava. Pero no hay champús para un corazón que no se ha llenado a tiempo.

El periodista Alberto García Reyes al lado del Cristo de la Expiración, 'El cachorro' Raúl Doblado

 

Alberto García Reyes

Ese niño es lo más importante que tenemos por delante, maestro. Fíjate qué casualidad: yo también quería hablarte de unos niños. Anoche fui a la entrega de los premios que otorga el Consejo de Cofradías cada año a periodistas. Esta vez se lo han dado a Juan Manuel Serrano, el fotógrafo histórico de ABC. Su padre y su abuelo le legaron el oficio y entre los tres han conservado un siglo de Sevilla en una caja de lata. Yo siempre le digo que él me ha permitido guardar Sevilla en mi altillo para que cuando tenga nostalgia vaya a buscarla justo al lado de donde tengo el capirote. No hay nada de esta ciudad que no haya sido apresado por el ojo de este linaje. Serrano, que entre otros muchos galardones tiene el Mingote, es para comérselo . Es una institución en Sevilla y no hay nadie que le diga que no. Este premio se lo han dado por una foto de la Borriquita que hizo el año pasado. Como sabes, la Burra es la hermandad de los niños aquí, es la primera que va a la Catedral y representa la alegría del Domingo de Ramos porque junto al Señor en su Entrada en Jerusalén procesionan cientos de chiquillos, muchos de ellos aún en brazos de sus padres. A Serrano se le ocurrió el año pasado, cuando se confirmó de nuevo la suspensión de la cofradías, juntar a un grupo de chavales, todos menores de diez años, para que recibieran con palmas a Jesús dentro de la Iglesia del Salvador, donde tiene su sede la Borriquita. En la hermandad se portaron muy bien, le pusieron el misterio a Serrano junto al altar y los niños rodearon la Burra con total naturalidad. La foto es una locura, de verdad, es un cuadro de Murillo. Pero además tiene un detalle conmovedor: la niña más pequeña se llama Alegría. Es la hija del hermano mayor. Tiene síndrome de Down. Y este año va a ser la nazarena que va a pedir la venia a las autoridades para que se abran las puertas de la Catedral.

Te mando la foto de Serrano, maestro, no sólo para que veas su belleza, sino porque en esa estampa se demuestra que Dios es Alegría.

DÍA 7. MIÉRCOLES 30 DE MARZO

José F. Peláez

La foto, efectivamente, es un cuadro barroco, se mueve, se sale del marco. Aquí tenemos a 'La Borriquilla', que es el único paso hecho en papelón de toda la Semana Santa, pero es un paso menor. Su procesión es también multitudinaria y está pensada para los niños. Personalmente no me dice mucho, para qué nos vamos a engañar. Además, por mucho que Jesús entre triunfal, me sé el spoiler, sé cómo acaba y me da la impresión de estar celebrando un fraude. Cosas que pasan.

Pero me gusta la Virgen de 'Las Angustias', que es la señora de Valladolid . Hoy le cantan la Salve y no puedo ir. Mañana lo enmiendo. A 'Las Angustias' la esculpió Juan de Juni y a mí se me sale el corazón del pecho cuando la veo, que es muy a menudo, porque trabajo al lado y me paso a saludarla siempre que tengo medio minuto. No es lo mismo que la Macarena, me provocan cosas diferentes. Macarena es una niña que está llorando y Sevilla, para que se la pase, le intenta hacer reír. Y ahí se ha parado el tiempo, en esa milésima de segundo en el que Ella va a cambiar el rictus del dolor a la media sonrisa, como si estuviera cogiendo aire para suspirar.

Las Angustias es otra cosa. Juan de Juni tomó el boceto del rostro de su propia hija agonizando. Y doy fe que está logrado, es de un realismo devastador. Es un rostro de dolor desencajado , una mujer derrumbada por el dolor que parece mirar al cielo buscando consuelo. Yo he ido en los peores momentos de mi vida a pedir ese consuelo. Me emociono al recordarlo y al recordar muchos momentos de mi vida horribles, ahí bajo su pie, solo y roto, pidiendo a la vez su perdón y su ayuda. Y nunca me ha fallado, maestro. Aquí estamos, al fin y al cabo. Vivos y contándolo. Como Ella mira hacia arriba, alcanza su mayor impacto en procesión, cuando está a la intemperie y su mirada se encuentra con Dios en ese cielo que busca con la mirada perdida y desencajada.

Y otra cosa: también estuvo en mis mejores momentos, allí fui para decirle que mi hija había nacido bien . Precisamente por ello, quiero que des un abrazo enorme a los padres de Alegría. Y a Alegría. Ella ha abierto las puertas de la Catedral de Sevilla y Las Angustias ha abierto para toda su familia las puertas del cielo. Yo me encargo de contárselo.

Alberto García Reyes

Cuenta con el abrazo a Alegría y a sus padres. Se lo daré mirando arriba, como mira la Virgen de las Angustias y como mira aquí el Cachorro . ¿Sabes que su ojo izquierdo no tiene pupila? El Cristo de la Expiración que tallón Ruiz Gijón es un quejío hacia dentro, un dolor que agoniza en los pulmones en la última bocanada de vida, una cárcel de costillas que nos convierte a todos en reos de su injusticia. El Chachorro no está muerto ni vivo. Está en el espacio en blanco de su ojo. Por eso no mira al suelo, a la tierra, sólo puede poner su mirada en el infinito de Triana. El cabecilla de los Cantores de Hispalis, Pascual González, que ha muerto hace unos meses cantaba que el Cachorro nunca ha visto ni Sevilla ni Triana. Él sólo ha visto los balcones, las espadañas, las azoteas, la ropa tendida, las cúpulas y el Giraldillo. Tal vez por eso Lole y Manuel le cantaban en su nombre a la torre que se clava como un estoque sobre nuestra Catedral: «Giralda, cuando yo me muera / vendré a visitar tu cuerpo / vestido de primavera». El Cachorro cruza el puente del tiempo, no va de una orilla a otra del Guadalquivir, va desde el final al Principio. Y su sudario parece la Victoria de Samotracia bailando sobre el viento en el jipío que resumió mejor que nadie el poeta Aquilino Duque, vecino de la Cava:

Quién pudo hacer que el último suspiro

de tus labios se dé a cada momento,

desde no sé qué siglos hasta ahora,

hasta ahora, para ir diciendo al mundo,

para ir diciendo al tiempo: así se muere,

así mueren los hombres.

DÍA 8. JUEVES 31 DE MARZO

José F. Peláez

Maestro, hoy me he imaginado a la Macarena a hombros por mi ciudad y a Las Angustias en andas por la tuya. Me he imaginado un intercambio temporal, una procesión histórica que atravesara Sierra Morena, un Erasmus de unos días para que ambas cambiaran de aires y para que conocieran un poco el mundo. Una misión evangelizadora como la del Gran Poder, pero simétrica. Y me he dado cuenta de que es imposible. Las cosas solo tienen sentido en su contexto. Creo que Macarena nunca ha salido de su ciudad ni Angustias de la suya. Ellas son las guardianas, las notarias y las cronistas oficiales. Nunca había pensado que lo habían visto todo. Ellas son la ciudad. Mejor, si eso, cambiamos el resto. Ellas, recogidas, esperándonos.

Alberto García Reyes

Estoy de acuerdo. Mejor cambiamos el resto. Pero no es mal sueño el de sus caras enfrentadas, Angustias en ese ay de madre rota, la Macarena en ese uy de mujer descompuesta. ¡Cuánta belleza concentra el dolor! Imagino ese duelo de duelos y no sé continuar escribiéndote, maestro. ¿Qué nos decimos ya? Ellas dos, tu madre y la mía, cara a cara. Y nosotros callados viendo pasar nuestro tiempo por su eterna juventud.

Hoy han vestido a la Esperanza de Triana en su sacristía. La ventana da a la calle Pureza y se escucha pasar a los niños que vienen del colegio. Las camareras le han cambiado la rosa blanca que vive todo el año a sus pies. Yo guardo la que tuvo el año en el que pronuncié el pregón de la Semana Santa. No se ha marchitado del todo, creo que porque su manto es también mantillo de tierra, y mantiene una extraña frescura en sepia. No huele a rosa de hoy, huele a rosa de siempre. He pensado que cuando vaya a Valladolid voy a ofrecérsela a Angustias.

José Peláez, en la capilla del Cristo de la Luz De las Heras

DÍA 9. VIERNES 1 DE ABRIL

José F. Peláez

Nuestra Catedral no está acabada y parece que acabara de sobrevivir a un bombardeo. Así lleva desde el siglo XVI, cortada bruscamente, como se corta la vida. Tiene un aire decadente y la mirada altiva, como si fuera consciente de lo que pudo ser y no fue. Mira al resto con soberbia, como miran todas las mujeres que han sido guapas y, en su vejez, mantienen el poderío. Porque la vejez de la belleza solo afecta al resto, al que mira. Por dentro esas mujeres siguen siendo las mismas. Y se nota en cada gesto . Así nuestra Catedral, que no compite con nadie y es condescendiente desde su amargura callada. Es una Catedral lisiada, una veterana de guerra. Es una leyenda sin manos, maestro. Dicen que Felipe II se llevó a Juan de Herrera a hacer El Escorial y nos dejó con la obra a medias. No es cierto, la realidad es que se acabó la pasta y llevamos cuatrocientos años asumiendo que no va a llegar, que no somos capital de la Corte ni somos ya nada. En esa Catedral ha dado hoy el pregón el historiador Javier Burrieza, pero yo no he acudido. He esperado fuera, tomando unas cuantas cervezas y reflexionando sobre lo que se nos viene encima. Y he aprovechado para escuchar tu pregón de 2017. Y luego el de Rafa y el de Burgos y el de Barbeito y el de Herrera. Y luego me he planteado por qué me dedico yo a esto de escribir, existiendo gente como vosotros. Como ustedes, vaya. Hay mucho que aprender y así lo hago cada día. Pero no solo se trata de aprender a escribir, sino de aprender a sentir, a emocionarse, a sublimarlo todo de esa manera, a perder el miedo a darse por completo, a romperse en el trayecto del corazón a la garganta. Te admiro mucho, amigo. El bar se llama La Piedra y te dejo pagadas un par.

Alberto García Reyes

Yo también te admiro mucho a ti, amigo mío. Déjame que te diga que tú te dedicas a escribir porque te ha escogido Dios. No tienes la culpa de ser tan bueno . En todo caso, tendrías la culpa de no haber aprovechado el don que te ha dado el Señor. Esas concesiones divinas hay que disfrutarlas, José, y te aseguro que el pregón se sufre mucho aquí en Sevilla: vas durante meses cada día a pedirle al Gran Poder un saco de palabras ordenadas, le ruegas al Cautivo que te desate las manos , le exhortas al Señor del Silencio para que te enseñe a quedarte callado si no tienes nada hondo que decir… El día que vaya a tomarme el par que me has dejado pagado en La Piedra te lo cuento bien, pero déjame que te vaya pidiendo un favor: no dejes de escribir ni cuando escribir te duela.

DÍA 10. SÁBADO 2 DE ABRIL

José F. Peláez

He estado en el ensayo de la Orden Franciscana Seglar de Valladolid, la Venerable Orden Tercera, en el convento de Santa Isabel de Hungría. La Cruz Desnuda, como he oído en algún lugar, es Castilla hecha cofradía. Luego me he pasado por el ensayo del Cristo de la Luz. En ambos lugares he visto lo mismo: gente en silencio, concentrada, disciplinada y de todas las edades. En una de ellas me he encontrado un niño marcando el paso con el tambor y un cofrade mayor cargando, mirándole y hablando juntos en los descansos. No son familia, pero me he quedado absorto mirando esa complicidad y cariño entre generaciones. Me impresiona esa transferencia de cultura, de información, de sentimientos. Luego me he acercado al mayor, que estaba en un corro con la gente de andas y su testimonio me ha dejado absorto. Su padre murió cuando él tenía cinco años. Era anarquista, de una milicia de izquierdas cuyo nombre no recuerdo. Pero tenía mucha fe. Tanta que se hizo cofrade. Y él carga cada año para acercarse a su padre, al que casi no conoció. Es su manera de entrar en contacto con su recuerdo. Sufre mucho, le duele todo, pero es el más veterano y les ha enseñado al resto a colocar el cuerpo y, sobre todo, a colocar el alma. «Me duele, a veces es insufrible. Pero es que se nos olvida que esto es penitencia. No puedo parar cuando llevo encima a Dios». Todos se han unido a ese testimonio. Sufren mucho, incluso muchos lloran en silencio en la procesión. Las tallas pesan una barbaridad y los caminos son largos. Sobre todo, me dicen, en la rampa de subida a la Catedral, cuando el paso se inclina y los de atrás soportan cantidades de peso insospechadas. Yo suponía que tenía su dificultad, pero no sabía que tanta. Ahora los veo de otro modo a todos. Pero, sobre todo, a los mayores. En esos hombros descansa algo más que una talla. Descansa nuestra cultura, maestro.

Alberto García Reyes

Yo he estado hoy paseando por el Centro de templo en templo y tengo que darte una noticia importante. ¡Ya están montando la rampa del Salvador! Aquí le llamamos la 'rampla' y todos los niños de Sevilla hemos jugado a corretear por ella en las vísperas de la Semana Santa hasta que por esas tablas descienda hasta Sevilla el Señor. Por ese pasillo de maderas en el que zapatean los chiquillos estos días y rachean las alpargatas los días verdaderos baja a la ciudad el Cristo del Amor el Domingo de Ramos. Es un crucificado de Juan de Mesa que tiene en sus plantas un pelícano tallado por Ruiz Gijón, el que hizo el Cachorro. Es la representación del Amor total, la madre amamantando a sus crías con su propia sangre. En Sevilla todo está desordenado y el día de la entrada triunfal ya está Cristo muerto. De pequeño yo no entendía ni lo del pelícano ni que el Señor muriera el día de las Palmas. Pero mi padre me lo explicó mientras yo corría por la 'rampla': «Cuando tus hijos zapateen aquí lo entenderás todo». Hoy ha corrido por esas tablas mi niña, Jose, se llama Blanca. No sabes lo que habría dado por que mi padre la viera.

DÍA 11. DOMINGO 3 DE ABRIL

José F. Peláez

Me ha invitado Pablo Trillo-Figueroa al pregón que ha dado ante el Ecce Homo de la Hermandad de los Artilleros. Es una talla rescatada de un polvorín militar que se bautizó como Cristo de la Misión. Teniendo en cuenta que desde aquí se ha dirigido el mundo, se ha decidido ir a América y que nuestras misiones evangelizadoras son el mayor legado de Castilla al mundo, te puedes imaginar que el pregón ha sido de gran profundidad y sentimiento, Pero, sobre todo, ha movido a la fe, que es de lo que se trata. La talla es propiedad del Ministerio de Defensa y duerme en el Palacio Real, ahí donde vivió Carlos V, Felipe II, Felipe III, donde nació Felipe IV y Ana de Austria, futura reina de Francia y madre del Rey Sol. La verdad es que me cuadra bastante que el absolutismo sea la respuesta freudiana a una madre pucelana. Se las traen, maestro.

En este palacio ha dormido media cristiandad, entre ellos Teresa de Jesús. O Napoleón, o José I, Lord Wellington. En esta ciudad se nos cae la historia de las manos y la mayor parte de mis vecinos no han entrado en este palacio en su vida. La talla del Ecce Homo, hermana de otra de idéntico motivo de la Vera Cruz, me recuerda mucho al pasaje del Quijote por Barcelona, cuando se burlan de él, tirándolo de Rocinante, convirtiéndolo en un hazmerreír y en un juego de los bobos para disfrute de los crueles. Y lo sacan después al balcón para mostrarlo como un divertimento y lo pasean por las calles sobre un burro, vestido con un balandrán en pleno junio y un pergamino en el que se leía «este es Don Quijote de la Mancha», lo que nos lleva inexorablemente a Jesús ante la muchedumbre y a ese Ecce Homo vestido con la túnica púrpura y con su INRI a cuestas. Y le hicieron bailar para reírse de él hasta que tuvo que sentarse en el suelo , molido y roto el cuerpo y más aún el alma. Nuestro buen Quijote bebe mucho del arquetipo del justo que representa Jesús, ¿no crees?

Alberto García Reyes

Nuestro Ecce Homo procesiona en la hermandad del Valle. No es muy popular porque todas las miradas se las lleva Ella. Pero este año hemos vivido un acontecimiento que me recuerda a lo que cuentas del Quijote en Barcelona. En Sevilla está el barrio más pobre de España, se llama Los Pajaritos y te aseguro que pasear por allí hace daño. Cada vez que salen las estadísticas, esa zona repite como la más deprimida del país, es un nido de narcotráfico, yonquis, desarrapados y familias desestructuradas. Y ahí se plantó el Gran Poder, el Señor de Sevilla, de toda Sevilla, el pasado otoño. El anterior hermano mayor y promotor de la idea, Félix Ríos, le propuso esta misión al arzobispo con un alegato incontestable: «Solemos decir que esos barrios están dejados de la mano de Dios y eso es mentira, están dejados de la mano de las personas». Tengo que confesarte una cosa, amigo. Yo jamás había estado en ese barrio. He publicado manojos de noticias sobre lo que allí pasa y he escrito columnas, pero nunca he tenido valor de meterme allí. No quiero engañarte, soy un hipócrita. Si no hubiese ido el Gran Poder, yo jamás habría pisado esas calles. Me lo dijo sin rodeos mi amigo Serafín mientras andábamos bajo sus andas por la plaza del Búho, el epicentro de la miseria: «Si no vuelve el Señor, no volveremos nosotros». Por los balcones desconchados y las ventanas arrancadas de los bloques de pisos podridos asomaban esqueletos desdentados, niños sucios en pijama, madres con sida y reos con la condicional. ¿Sabes qué pasó cuando el Señor cruzó sus puertas? Que agacharon la cabeza. El Gran Poder, Jose, hizo lo que no hemos tenido valor de hacer los sevillanos. Y yo desde entonces no me atrevo a juzgar a mis vecinos porque creo que ellos son los eccehomos que quizás un día me salvarán de mi puñetera soberbia.

DÍA 12. LUNES 4 DE ABRIL

José F. Peláez

¡Qué importante es la hermandad en el bar, maestro! ¡Qué importante es el encuentro con unas cervezas! ¡Qué importante es que rían juntos los que han de sufrir juntos! Yo sé que lo que voy a decir no aguanta un discurso y no tiene un pase teológico, pero yo creo que sin bar no hay hermandad, que sin diversión no hay penitencia, que sin esta capacidad de confraternizar, de unirse y de convivir, no hay cofradía . Si uno se pone a cargar es porque sabe que hay otros detrás que no van a fallarle. Y eso lo saben porque se conocen. Y se conocen por los bares, por el 'pre' y el 'post'. Los bares cofrades son parte de todo esto, son otro lugar santo, protagonistas sin foco y merecen su homenaje. Si hay algo que me encanta es entrar en esos bares cuando están dentro los de una cofradía y escucharlos, simplemente poner la oreja. ¡Parecen el Palermasso! Todos, absolutamente todos son iguales, dicen lo mismo, se quejan de lo mismo, se reprochan lo mismo y están orgullosos de lo mismo. Y todo esto mientras caen las cañas de cerveza y los montaditos. ¡Da gloria verlos! Así que, en una versión libérrima de Tolstoi, afirmo que «todas las cofradías felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera». O, dicho de otro modo, «bar lleno, cofradía feliz». Te dejo pagada otra en el Pepe's.

Bordados de Semana Santa Raúl Doblado

 

Alberto García Reyes

¡No te quepa duda! En Sevilla eso lo tenemos todos muy claro y compaginamos el culto con el vaso con total naturalidad. Si después de un triduo no hay bebercio, nada tiene sentido. Lo tradicional aquí es el papelón de 'pescao' frito con botellines. El mayordomo suele encargar unos cuantos cartuchos de rodajas, adobo y tacos de bacalao a la freiduría más cercana para juntar al grupo más escogido de hermanos después de la misa y comentar las cosas típicas: si va a llover en Semana Santa, si el pregón ha sido bueno, si el nuevo manto de tal Virgen es muy feo… En esas reuniones se tienen que dar dos condiciones para que todo funcione bien. La primera es que hay que cruzar las temperaturas: el 'pescao' debe estar frío y los botellines calientes. De esta forma se imposta la supuesta improvisación del momento. Es vital que la organización no se note, que sea la organización de una desorganización, un caos absolutamente preparado. La segunda es que hay que aguantar hasta que se vaya el último. Si te vas pronto, los que quedan te despellejan despiadadamente. El plan consiste en ir poniendo verde a todo el que se vaya yendo. Por eso es importantísimo acompañar al último hasta la puerta de su casa. No hay otra forma de evitar el escarnio, amigo. Pero es muy necesario ese navajeo para que la amistad perdure. Tú sabes que te están poniendo a caldo por la espalda y eso te da licencia para hartarte tú con el que sea cuando te toque. Las hermandades fomentan la buena convivencia y elevan la espiritualidad a través de las debilidades más mundanas. Sólo te digo que el personaje más popular de nuestros pasos es Judas. De hecho, el bar más frecuentado para las copas de los cofrades aquí se llama Iscariote. Está en la plaza del Museo. Ahí nos vamos a tomar unas cuantas cuando vengas, maestro.

DÍA 13. MARTES 5 DE ABRIL

José F. Peláez

A mí me dijo un señor en tu tierra, viendo a San Benito, que Pilatos es «el 'hijoputa' que casi nos deja sin Semana Santa». ¡Así que como para no ser Judas un protagonista! En fin, que aún no te he hablado de la Sagrada Cena, del Santo Sepulcro, de la Piedad, del Entierro ni de muchas otras . Se me queda tanto en el tintero que ya solo espero que la vida nos dé más ocasiones para seguir contándote cosas. Pero no quiero dejar de hablarte de la Cofradía de las Siete Palabras. Tiene su sede en la Iglesia de Santiago y, efectivamente, saca siete pasos el Viernes Santo, uno por cada palabra dicha por Cristo en la cruz. Pero, sobre todo, organiza el pregón de las Siete Palabras en una Plaza Mayor abarrotada de gente. Y, antes, va leyendo el sermón que anuncia el pregón en diferentes puntos de la ciudad. Y lo hacen a caballo, lo cual deja unas estampas increíbles y de una belleza sobrecogedora. Aunque sí que quiero transmitirte que Valladolid es silencio, es recogimiento, hay un fervor callado, es áspero por momentos, sencillo siempre y de una emoción contenida. Estos días mi ciudad se convierte en un museo en la calle. Ya sabes que aquí tiene sede el Museo Nacional de Escultura y muchos de los pasos que salen son de su propiedad. Yo siempre me imagino que El Prado saca en procesión a Las Meninas, por ejemplo. ¿Te imaginas? En fin, maestro, que mañana ya es miércoles y me temo que estas cartas habrán de cesar para volcarnos por completo a la preparación interior para lo que viene, que no es poco. Hace falta ponerse en 'torero', levantarse en torero, leer ABC en torero y pasar el día en torero, abierto al asombro, dejando que entre la emoción. Como diría Antonio Burgos: ¿Estáis puestos?

Alberto García Reyes

Yo soy hermano de las Siete Palabras de Sevilla, maestro. La familia de mi mujer me llevó a esta cofradía en la que procesionan mis hijos. Sale el Miércoles Santo y yo no he podido vestirme de nazareno con ellos nunca porque tengo que hacer aquí la crónica, pero hago mucha vida en la hermandad, que tiene su sede en San Vicente, uno de los templos mudéjares más bellos de la ciudad. En el salón de mi casa están colgadas ahora mismo todas nuestras túnicas, las dos con escapulario carmesí de mis hijos y la mía de merino. Ayer recosí el escudo del antifaz sobre el terciopelo morado del Señor de la Sentencia, porque aunque soy macareno hasta la médula, salgo en el primer tramo, justo detrás de la Cruz de Guía. Ya estoy soñando con la Madrugada, amigo Jose, con mi estación de penitencia hasta la Catedral rezando el rosario mientras compruebo cómo la gente se va abriendo en las calles al grito de «¡Ya viene ahí la Macarena!» que estos días estoy proclamando yo mismo cada vez que vuelvo del trabajo y me doy de bruces con mi túnica en el salón. Ya viene todo, maestro. Esto ya está aquí.

DÍA 14. MIÉRCOLES 6 DE ABRIL

José F. Peláez

He ido a mi biblioteca a buscar 'Cómo llora Sevilla ', del Padre Cué, S.J. para inspirarme -para plagiarle- y es un libro inagotable. La Semana Santa de Valladolid no tiene quien la escriba. Sostengo delante de quien me quiera escuchar que si la Semana Santa de mi ciudad hubiera sido interpretada por gente con el mismo talento que tienen los que han interpretado la Semana Santa de Sevilla, incluso nosotros mismos nos tomaríamos más en serio, nos entenderíamos, asistiríamos con la carne de gallina a cada segundo de la Pasión y viviríamos rozando el corazón en los rincones. Yo no soy sevillano, soy castellano de Valladolid. Mi forma de emocionarme es otra, no mejor, tampoco peor. No voy a comparar cosas que no son comparables. Pero sí que tengo claro que tenemos mucho que aprender de vosotros porque lo hacéis mejor. O, al menos, vosotros, los cronistas, los poetas, los artistas. Aquí se llega a confundir sobriedad con cutrerío, sencillez con dejadez y contención con insensibilidad. Parece que está mal vista la emoción y tampoco es eso. Yo creo que hay mucho margen para contar lo que sentimos de otra manera, sin exagerar un quejío que no nos sale, pero sin ahogarlo cuando quiere nacer. Pero antes de dejarlo salir, hay que sentirlo, maestro. Por eso yo solo quiero sentir, quiero emocionarme, quiero dejar el ensimismamiento para entregarme a la enajenación transitoria. Solo así podré ser un médium, un instrumento que ponga palabras para que el resto abra puertas. Eso le pido a Dios. Que me dé sabiduría y sensibilidad para poder llegar a mi tierra con palabras en estos días que vienen. Me acordaré mucho de ti, maestro. De verdad. Y te digo, para terminar, que «aquí somos así, callados hijos de Dios. Tú te mueres en San Gil, pero aquí me muero yo».

Alberto García Reyes

No sé si servirá esto que te digo, pero bien sabe Dios que te lo digo con el corazón en la mano: yo no conocía la Semana Santa de Valladolid y tus cartas han despertado en mí la necesidad de conocerla cuanto antes. Me la has pregonado con emoción, con hondura, con espiritualidad y con mucho pellizco. A lo mejor en Sevilla somos más extrovertidos, más ruidosos o más ombliguistas , aunque hay mucho tópico también en todo eso, pero sea como fuere te aseguro que allí y aquí sólo hay un Cristo y una Madre María Santísima. ¿O no agoniza con el mismo temblor el Cristo de la Luz que el del Cachorro? ¿O no busca la mirada de la Virgen de las Angustias el mismo lugar que la de la Amargura? ¿O no duelen tanto los azotes de vuestro Atado a la Columna como la cruz sobre el hombro de nuestro Gran Poder? Tú en Valladolid, yo en Sevilla y cualquier español en su pueblo vamos a celebrar estos días el regreso a nuestra pureza prístina. Incluso los agnósticos participarán, por costumbre o por esa pulsión inconfesable de la fe que no se revela, en la Pasión del Señor y celebrarán su Resurrección, aunque ya sabes que los sevillanos seguimos celebrando la muerte ese día en la plaza de toros. Doy gracias a Dios por tus mensajes, amigo, porque ayudan a la conversión definitiva. Así que déjame que me despida con un abrazo muy fuerte y con una promesa: cuando esté detrás de mi antifaz caminando en silencio por dentro de la Catedral, al arrodillarme ante el Santísimo Sacramento, le hablaré de ti a la Esperanza para que Ella sepa un par de cosas que no hace falta que nos digamos. Recuerda que es la mujer más bella del firmamento y que la 'via pulchritudinis' es un atajo hasta Dios. «Por eso aquí a las mujeres / que son guapas por condena / no les decimos 'bonitas' /, las llamamos Macarena».

Que Dios te guarde, maestro y amigo Peláez. Por fin puedo decirte esto después de dos años infinitos: buena Semana Santa para ti y todos los tuyos.

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