Sanitarios contagiados por coronavirus: «Nos mandan al matadero»
Son 5.400 enfermos, pero las cifras esconden rostros y vidas. Dos médicos, un enfermero y un técnico de transporte sanitario de Madrid muestran sus heridas
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-¿Cómo se encuentra?
-Hecho unos zorros. Hace un rato me han dicho que he dado positivo. Tengo neumonía, no estoy saturando bien.
Salvador Espinosa, médico del Summa -servicio de emergencias de Madrid- desde que se creó, hace 30 años, está ingresado en el Hospital del Sureste desde el sábado. Una semana antes hizo su última guardia en la calle. «Desde que empezó la crisis, ibas a los avisos que te decían que no eran sospechosos y luego todos lo eran. Cuando todo esto pase, algún juez tendrá que actuar. Los compañeros están cayendo, uno tras otro. Nos mandan al matadero». Salvador, 58 años, docente de Medicina, tiene tos y rabia. Le cuesta no llorar. «Faltan equipos de protección, pero es que además no nos han instruido para trabajar con ellos. Es como si a usted le dan una botella de oxígeno y la ponen a apagar un incendio. Manejarse en una casa donde se te enganchan, donde parte del personal no sabe usarlo...». Estos días se ha apartado de las noticias, pero cuando vio los «ponchos de parque de atracciones» que les habían dado a sus compañeros estalló. «¿Quién ha aprobado esa compra? Esto es un crimen de lesa humanidad». Su mujer está aislada; sus padres solos y él admite que está «muy agobiado». Le cuesta respirar. «Hay 200 profesionales del Summa de baja. ¿Cuánto vale que yo esté ingresado aquí, luchando por mi vida?».
«Me cambió el chip al atender a un chico sano que se nos iba»
Raquel Merlo (46 años) es médico del Summa en Madrid desde hace 14 años. El jueves pasado sufrió un cuadro muy agudo. Llevaba más de quince días doblando guardias en la calle. En el centro de salud no le cogieron el teléfono. Recurrió a Salud Laboral y le hicieron la prueba. Ayer martes, mientras hablábamos, le comunicaron que había dado negativo al Covid19. «El 27 ya puedo volver al trabajo». Se emociona. «Mi negativo me sirve para saber que he hecho las cosas bien y para ayudar a mis compañeros en la trinchera». A finales de febrero mandó a su hija de once años con su madre. «Le dije que solo fuera al colegio, ni piscina ni extraescolares ni nada. En esa guardia ya no me gustó lo que vi».
Pero le cambió el chip en un aviso de un hombre de 39 años, sano y deportista, al que estuvo a punto de tener que intubar. Su hermano y su cuñada estaban en la UCI. «Esto no se nos va a ir de las manos», pensé. Su crítica va en dos direcciones. «En el Summa tenemos médicos y personal expertos en catástrofes internacionales. Han estado en Haití, en Afganistán, en crisis sobre el terreno. No se ha contado con ellos. Vamos como pollo sin cabeza. Es lo que más rabia me provoca». Eso y que asegura que les han mandado a avisos sin equipos, con una UVI infectada. «Ese ha sido nuestro error. La razón de hay que ir no puede poner en riesgo mi vida. Yo me puedo negar; otros compañeros, no».
«Hicimos los traslados más graves y tomamos precauciones»
Asegura Fran Moreno (39 años) que las emergencias extrahospitalarias son su pasión. Está deseando volver al trabajo, pero antes tiene que saber si está contagiado. «Estoy pendiente de los resultados. Tengo tos bronquítica y febrícula que viene y va. Llevo desde la semana pasada aislado en casa y aunque dé negativo en la prueba tengo que pasar la cuarentena. Aún no puedo trabajar, con la falta que hacemos».
Fran es enfermero del Summa en Madrid desde hace once años. Está en el grupo de infectocontagiosos. «Nosotros sí tenemos EPI y protocolos. No entendemos qué ha pasado. Hemos estado trasladando a los pacientes más graves, pero hemos tomado todas las precauciones, lavándonos las manos con lejía, desinfectando, duchándonos cuatro o cinco veces al día». En su última guardia, de las cuatro extras que llevaba, trasladaron a tres pacientes intubados, muy graves de un hospital a otro. Ahí empezó a tener síntomas. « Las unidades normales del Summa no llevan nuestros trajes, de NRBQ; nosotros sí. Yo creo que ha habido un contagio comunitario».
Su mujer trabaja en el Hospital Doce de Octubre. Ella no tiene síntomas, pero también está pendiente de hacerse la prueba del Covid-19. Como sus compañeros ha sufrido la falta de previsión y, según él, la merma en la sanidad pública. «Ahora lo estamos pagando».
«Vivo en 65 metros, lo que más temo es contagiar a mi familia»
«Somos el foco de infección más grande que hay ahora mismo. Yo salgo de la guardia y me voy a mi casa, un piso de 65 metros cuadrados en el que vivimos cinco personas, incluida mi nieta, con un solo baño. Lo que más temo es contagiar a mi familia». José Román Díaz (62 años) está harto de callarse. Habla del personal sanitario de «baja categoría»: técnicos, auxiliares, celadores... «Que nos encierren en un hotel. Yo prefiero no ver a mi familia mientras dure esto si eso evita que pueda infectarla». Asegura que nadie les ha dicho que tienen esa opción, pese a que la Comunidad de Madrid lo publicitó al menos para el personal hospitalario. «Seremos los que vamos a salvar más vidas, pero también los que estamos más contagiados», insiste. Y explica sus argumentos. «Los compañeros del hospital saben que les llega un Covid19. Yo en la calle me enfrento a ello sin tener ni idea. Muy pocas veces vas a un aviso y te dicen esto es un posible Covid. Ayer mismo. Varón de 40 años con dolor en el pecho. Era un caso. No nos advirtieron de que tenía fiebre y malestar general». Román, 30 años en el Summa, destierra la imagen de que son conductores de ambulancia. Acompañan al médico y al enfermero a la casa, hacen el electro, ayudan a tomar la temperatura, a mover al paciente. «Por precaución nos ponemos el equipo en todos los casos, pero como ya no hay, nos dan batitas, mascarillas y gafas que no sirven».
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