El tratamiento de las aguas residuales urbanas daña los ecosistemas de los ríos
Las aguas están más limpias pero se provocan daños colaterales en la fauna y la flora, como la proliferación de la mosca negra
Josep Peñuelas y Carles Ibáñez, investigadores del CSIC y del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria, alertan en un estudio publicado en la revista «Science» de las consecuencias que están teniendo en los ecosistemas de nuestros ríos los actuales sistemas de tratamiento de las aguas urbanas.
Durante la segunda mitad del siglo XX comenzó a registrarse en los ríos de los países desarrollados un «exceso de nutrientes» provocado por el desequilibrio en los niveles de nitrógeno y fósforo. Este problema era una consecuencia del abuso que durante décadas se hizo de fertilizantes, abonos y detergentes con fosfatos , de la contaminación industrial y de las deficiencias en los sistemas de depuración de aguas de nuestras ciudades. En los últimos veinte o treinta años esta situación ha conseguido revertirse gracias a la puesta en marcha de sistemas de tratamiento de las aguas urbanas. Pero ahora los expertos alertan del daño colateral que estos fructíferos tratamientos están causando en los ecosistemas de los ríos.
Josep Peñuelas, uno de los autores del estudio, apunta a que la situación actual es mejor de la que existía antes: «Los humanos hemos conseguido limpiar las aguas de los ríos», celebra el investigador del CSIC. La limpieza a la que se refiere este experto consiste en una reducción del nivel de fosfatos de los ríos, algo que la mayoría de nosotros podemos detectar por el cambio en la apariencia del agua. Peñuelas señala que se trata de un «fenómeno que puede apreciarse en casi todos los lagos y ríos gracias al tratamiento de las aguas».
Si observamos una imagen del río Ebro tomada a principios de la década de los noventa podemos comprobar cómo este tenía un color verdoso, originado por el crecimiento excesivo del fitoplacton, que a su vez era consecuencia de los fosfatos presentes en el agua. En una imagen del Ebro tomada a principios de este siglo, el agua luce más cristalina porque esos fosfatos se han reducido, y por tanto también lo ha hecho el fitoplacton.
Pero no todos los efectos de esa limpieza son positivos. Desde principios del siglo XXI ha comenzado a registrarse un nuevo desequilibrio. «Hemos conseguido limpiar las aguas de fosfatos pero no de nitratos», apunta Peñuelas. Y la principal consecuencia es que «estamos creando nuevos desequilibrios» .
Resuelto el problema de exceso de fitoplacton ahora la preocupación recae en una aparición de nuevas plantas acuáticas sumergidas en el agua que se conocen bajo el nombre de macrófitos. El nuevo desequilibrio de nitrógeno y fosfatos y la aparición de estos organismos puede generar efectos todavía imprevisibles en los ecosistemas. «No sabemos las consecuencias que tendrán ese desequilibrio», reconoce este experto.
Más mosca negra
Esta situación no solo afectará a los organismos que habitan los ríos (en la medida en que puede variar la red trófica a la que estos pertenecen) sino también a las personas. Por ejemplo, la expansión de esas plantas acuáticas trae consigo una proliferación de la mosca negra . Esta es una de las razones por las que las plagas de este insecto son cada vez más frecuentes en las poblaciones ribereñas.
Preguntado por el impacto que la acción del hombre puede tener sobre este fenómeno, Peñuelas sostiene que no es algo que podamos resolver con un cambio en nuestras costumbres, aunque recuerda que este, al igual que otros muchos problemas medioambientales, tiene una de sus causas en las grandes concentraciones de población que se producen en zonas muy pequeñas . «Lo que deberíamos replantearnos es el estilo de vida que tenemos», reflexiona el investigador. Y sentencia: «Estamos apretando mucho al planeta».
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