Portugal teme asomarse de nuevo al abismo tras el repunte de contagios de Covid-19

La incidencia sube a los 156 casos por cada 100.000 habitantes al otro lado de la frontera y el primer ministro convoca de urgencia a un consejo de epidemiólogos

Portugal lucha contra un nuevo repunte de contagios de Covid Reuters
Francisco Chacón

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La incidencia del coronavirus se dispara en Portugal y alcanza ya el doble que en España, con un índice de vacunación solo algo inferior (91% a este lado de la frontera, por 88% al otro extremo).

Entonces, ¿por qué la tasa genérica sube a los 156 casos por cada 100.000 habitantes? La razón puede encontrarse en un simple paseo por las calles de Lisboa, pues el número de gente con mascarilla es mucho menor que, por ejemplo, en Madrid.

Es también en los bares y restaurantes, muy frecuentados en las últimas semanas, donde se producen cada vez más contagios, tal vez dado que la vacuna no representa una protección total. Ahí es donde cientos de personas están cometiendo el error de confiarse en un contexto en el que las temperaturas mínimas por debajo de los 10 grados y la humedad se extienden a lo largo de los casi 1.000 kilómetros de litoral del Portugal del continente.

Como en toda Europa, el tiempo más y más frío constituye el caldo de cultivo para el repunte de una infección que continúa en el ambiente. De modo que no resulta extraño que la alarma se propague en el seno del Gobierno socialista… hasta el punto de que el primer ministro, Antonio Costa, ha convocado una reunión urgente de epidemiólogos y otros expertos para este viernes 19 de noviembre a las 16.00 (hora española).

Se prevé ir planificando la Navidad, en un momento en que la capital holandesa, Ámsterdam, ha tomado ya la determinación de suspender todas las celebraciones de Año Nuevo. Costa dice que no quiere «actuar con precipitación», pero subraya la importancia de actuar «deprisa», precisamente para que las próximas fiestas puedan transcurrir siguiendo unos cánones más o menos ‘normales’.

Por eso, el Ejecutivo luso considera clave controlar las próximas semanas. En principio, no habrá restricciones severas, sino «moderadas», teniendo en cuenta que no se vislumbra ningún estado de emergencia y tampoco será necesario un confinamiento.

El negacionismo de los que rechazan vacunarse no avanza tanto como en Luxemburgo, Alemania, Francia, etcétera, pero la preocupación se centra en que vendrán decenas de emigrantes con la intención de retornar a su Portugal del alma de cara a Nochevieja.

Antonio Costa ha manifestado que desea aprender de los errores y los aciertos del pasado, cuando la estrategia de mirar a sus vecinos era una práctica habitual, como demostró el hecho de que el primer ministro se uniese al presidente conservador Marcelo Rebelo de Sousa para dar luz verde a la ampliación y al endurecimiento del estado de emergencia mientras se valoró como necesario.

La extensión de este virus con infinita capacidad para las mutaciones vuelve a ser inevitable, pero el decálogo estricto no se contempla en estos momentos.

Lo que parece obvio es que los portugueses pueden estar contentos o no por su gestión , pero al menos no tienen la sensación de que les han mentido abiertamente y tampoco han visto el camino lleno de incoherencias.

Prueba del miedo existente en las instituciones a una situación en la que el país no esté preparado radica en la reforma de la ley del teletrabajo que acaba de realizarse.

De esta forma, entrará en vigor el 1 de diciembre la aplaudida iniciativa de prohibir a las empresas contactar con el personal de su plantilla fuera del horario laboral.

Se coloca en manos de los trabajadores la posibilidad de denunciar a sus jefes en caso de recibir comunicaciones de tipo profesional a horas intempestivas. Es la nueva concepción del «derecho a desconectarse», una consecuencia del abuso que muchos han señalado por parte del empresario en cuestión.

Por tanto, la legislación decretada desde Lisboa evoluciona en función de los acontecimientos y la vida laboral no deja de transformarse de manera constante.

Como si de un guiño literario se tratara, el grueso de las declaraciones de Antonio Costa fue efectuado en la localidad de Azinhaga do Ribatejo, cuna de José Saramago, el único Nobel de las letras en portugués.

El mandatario socialista plantó un olivo en recuerdo del escritor, cuya viuda, la sevillana Pilar del Río, también se encontraba presente justo arrancan los actos conmemorativos del centenario de su nacimiento.

La parábola del ‘Ensayo sobre la ceguera’, uno de los libros más leídos por los ciudadanos lusos durante la pandemia, representa una de las obras de cabecera de Costa. Por eso, porque no anhela caer en este tipo de circunstancias, el primer ministro precisó: « No hay tiempo que perder» .

Eso sí, lo que no le perdonan muchos portugueses es que se haya empeñado últimamente en sacar adelante leyes tan polémicas (por no decir inoportunas cuando sigue muriendo gente a causa del coronavirus) como la de inseminación posmortem o la de eutanasia. Quizá por ello intenta compensar sus recientes actuaciones con una demostración de sentido común al hilo de las recomendaciones que le transmitan los expertos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación