La población de osos pardos más pequeña del mundo remonta en el Pirineo

Crece a un ritmo anual del 11% y alcanza los 70 ejemplares, pero aún debe superar el reto de evitar problemas de consanguinidad y de coexistencia con el ser humano

Una osa con sus dos cachorros en el Pirineo Generalitat de Cataluña

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Cuando los expertos pensaban que el oso pardo Neré no volvería a aparearse, este hizo un viaje de 300 kilómetros por los Pirineos que dejó a la comunidad científica sorprendida. «Ahora estoy en un valle donde hace cinco años vi a Neré en celo persiguiendo a una osa», rememora al teléfono Marc Alonso, de la Fundación Oso Pardo. El plantígrado había pasado 14 años prácticamente aislado en la parte occidental de los Pirineos, pero decidió moverse hacia el área central donde se encontraban la mayor parte de los ejemplares. Desde entonces, «va y viene en la época de celo», cuenta Alonso. Y este año se han identificado varias crías suyas.

La población de osos pardos en el Pirineo llegó a contar con tan solo cinco ejemplares en 1995, pero los datos publicados recientemente por el Grupo de Seguimiento Transfronterizo (GSTOP) reflejan que, poco a poco, el número se va recuperando. Los datos, que corresponden al balance de 2021, suman 70 ejemplares : 36 adultos, 19 subadultos y 15 cachorros.

«Estamos en la fase donde la población todavía es pequeña. Es la más pequeña que hay en el mundo y queremos que vaya aumentando poco a poco y que no haya problemas de consanguinidad», explica Santiago Palazón, del servicio de Fauna y Flora de la Generalitat de Cataluña.

Oso adulto en los Pirineos Generalitat

El crecimiento fue prácticamente nulo en los primeros 15 años de reintroducciones de osos procedentes de Eslovenia, que comenzaron en 1996. Se trajeron osos balcánicos por compartir línea genética con los extintos osos pirenaicos, de los que hoy solo queda Cannellito , descendiente por parte de madre de la estirpe pirenaica. Es en la última década cuando el programa ha despegado. El crecimiento está en torno al 11% anual . «Esto nos lleva a que en 2030, la población será de unos 110-120 osos», dice Palazón. No será suficiente. Todavía «quedan muchos años» para poder considerar consolidada la población.

La reproducción de esta especie es lenta . Las osas crían pocos cachorros y no todos los años: las camadas son de uno a tres ejemplares y requieren muchos cuidados. A ello hay que sumarle las defunciones por causas naturales y no naturales. Pero entre los parámetros que más preocupan a la comunidad científica está el de la consanguinidad .

Presencia del oso pardo

en los Pirineos

Área de distribución del oso pardo

(Cuadrículas de 10 x 10 km)

Alto

Garona

Pirineos

Atlánticos

Altos

Pirineos

Ariège

FRANCIA

ANDORRA

ANDORRA

ESPAÑA

Huesca

Lérida

Evolución del número de osos

Animales identificados

80

70

70

60

50

40

30

20

10

6

1996

2006

2016

2021

Fuente: Fundación Oso Pardo y Generalitat de Cataluña / ABC

Presencia del

oso pardo

en los Pirineos

Área de distribución del oso pardo

(Cuadrículas de 10 x 10 km)

FRANCIA

Pirineos

Atlánticos

Alto

Garona

Altos

Pirineos

Ariège

ANDORRA

ANDORRA

Huesca

Lérida

ESPAÑA

Evolución del número de osos

Animales identificados

80

70

70

60

50

40

30

20

6

10

1996

2006

2016

2021

Fuente: Fundación Oso Pardo y Generalitat de Cataluña / ABC

El oso Pyros , introducido en 1997 y ya muerto, fue el gran macho reproductor del Pirineo. Tiene más de medio centenar de descendientes , entre hijos, nietos y bisnietos y son muy pocos los que no tienen vínculo con el oso. Aun así, el efecto genético se diluye cuando hay más machos reproductores. De ahí la alegría de los expertos al descubrir los viajes de Neré. «Nos han sorprendido estos osos [por Neré y por Cannellito, también asentado en la parte occidental], la naturaleza es muy sabia», dice Alonso.

Los datos de este año demuestran que existen osos adultos e incluso ya entrados en años que han comenzado a reproducirse, así como otros más jóvenes que han participado por primera vez en la reproducción, dice Palazón. Para Natalia Sastre , del Servicio Veterinario de Genética Molecular de la Universidad Autónoma de Barcelona, la evolución es «muy positiva». Trabaja en el programa europeo LoupO, que hace el seguimiento genético de lobos y osos en los Pirineos. «Excepto algún individuo, la población de osos no está en riesgo de sufrir endogamia», asegura. Por ello, cree que no hace falta introducir nuevos ejemplares de Eslovenia. «La población está sana y además ya se produjo una reintrodución de un oso, Goiat, con esta finalidad hace un par de años». De Goiat, conflictivo por atacar equinos varias temporadas, ya se han encontrado las primeras crías.

Coexistencia

Además, las reintroducciones no dejan de ser polémicas. «A más osos, mayor conflicto o más contacto con las actividades humanas», reconoce Palazón. Cada oso «tiene su personalidad, como las personas» y pueden no generar grandes problemas o darles por atacar caballos, como Goiat o Cachou (fallecido). En el valle de Arán, por ejemplo, uno o dos osos «que parecen más listos » han aprendido a sortear las cercas electrificadas que protegen la miel. «Es como una carrera armamentística», dice el técnico. Las autoridades van reforzando las vallas y los osos vuelven a aprender a pasarlas. «Algunas protecciones parecen casi cárceles», explica.

Sin embargo, según Alonso, las mejoras en la gestión del ganado para minimizar las pérdidas están dando sus frutos. Se agrupan los rebaños de diferentes dueños, se ha recuperado la figura del pastor y del mastín, y el ganado se guarda en cercados por la noche, lo que ha reducido los daños achacados a los osos y mejora la coexistencia con el hombre.

Los encuentros con humanos son anecdóticos. «En 30 años, tenemos ocho incidencias , dos en los Pirineos y ninguna con desenlace fatal», dice Alonso. Los osos lo evitan. Y pone un ejemplo. Hace un mes, un grupo de esquiadores avisó del rastro de un oso en su camino. Cuando al día siguiente el experto fue a comprobarlo, las huellas en la nieve contaban una curiosa historia. El oso iba en línea recta a través del bosque hasta que llegó al lugar donde se encontraba con los esquiadores. «Cambió de dirección y se escondió detrás de un abeto gigante» . Solo salió cuando los esquiadores desaparecieron.

«Lo animales nos evitan. Tiene que verse en una situación muy desesperada para que haya un accidente y reaccionen de forma agresiva», dice Alonso. Pero si encuentra el rastro de un oso en la montaña, no lo siga .

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