Paraguas en la capital de La Palma

Mientras los lugareños limpiaban sus puertas y negocios, los pocos visitantes que había en Santa Cruz se resguardaban en algún bar

Erupción del volcán de La Palma en directo

Qué es una erupción hawaiana

FOTOS: IGNACIO GIL
Helena Cortés

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Como si la playa hubiese invadido la ciudad, Santa Cruz de la Palma amaneció ayer llena de ceniza. El viento, que se llevaba los restos de la erupción de Cumbre Vieja hacia el mar, cambió de dirección, obligando a los negocios a tener cerca la escoba y el paño. Los turistas, por su parte, se resguardaban debajo del paraguas, por lo menos, de la arenisca que cayó sin parar, durante toda la mañana y buena parte de la tarde. El estruendo del volcán , que los días anteriores no cruzaba la carretera de la Cumbre , se sentía el domingo en toda la ciudad.

Los visitantes que estaban paseando por el centro de la ciudad podían contarse ayer con los dedos de las manos, algo impropio de un mes de septiembre en Canarias, donde la temperatura, cercana a los 25 grados, invita a poner la toalla en la orilla y disfrutar del mar. Ayer era imposible, porque la policía local mantenía las playas acordonadas. Y sobre todo, porque la nube de ceniza daba poca tregua.

«Llaman muchos visitantes para preguntarnos si cancelan o no su viaje o para saber hasta qué punto pueden llegar para ver el volcán. Nosotros les pedimos que no acudan a la zona de la erupción, porque ahora no es el momento», explican desde la oficina de turismo de la ciudad. El declive, comentan, se empezó a notar el jueves. «Para la economía local es bueno que vengan turistas, pero siempre y cuando eviten la zona de la erupción. Nosotros les animamos a acudir a otros lugares. Supongo que a largo plazo vendrán también expertos a ver el volcán, pero ahora no es el momento de las visitas».

«Siempre hay gente que va y viene. Pero los que más aguantan son los extranjeros», confirman unos taxistas que se refugian de la ceniza bajo la parada del autobús. No tienen mucho jaleo y es mejor esperar en compañía que hacerlo solo dentro del coche. «Todo esto es por los alisios, que antes llevaban la ceniza del Cumbre Vieja hacia el mar. Pero desde ayer, el viento ha cambiado de dirección y viene hacia acá».

Si no fuera por el bullicio del puerto cuando salen y llegan los ferris, llenos de visitantes que no han podido salir estos días de La Palma por el cierre del aeropuerto, la ciudad estaría semidesierta. De los grandes barcos que atracan en Santa Cruz bajan también voluntarios de otras islas que aprovechan el fin de semana para echar una mano a sus vecinos de la Palma. Davinia y sus compañeros llegaron ayer desde Tenerife para traer dos furgonetas llenas de ayuda. «Hicimos una convocatoria por redes sociales y en unos días teníamos de todo: ropa, juguetes, comida… Ahora vamos a llevarlo a los centros de ayuda de El Paso y los Llanos. Nos han dicho que lo que más necesitan ahora son productos de higiene personal», explica esta voluntaria, ataviada con mascarilla y gafas protectoras. Junto con el paraguas o el sombrero, es el uniforme de estos días.

IGNACIO GIL

De hecho, los pocos comercios que están abiertos, las típicas tiendas de artesanía y souvenirs, lo que más vendían ayer eran gorros para resguardarse de la ceniza. Las terrazas, pese al buen tiempo, estaban más vacías que los interiores, ya que los camareros no daban a basto a retirar la arenilla del monstruo de Cumbre Vieja. «Primero nos tocaba limpiar constantemente por el Covid y ahora por el volcán. Esto no acaba nunca ». Los vecinos hacían lo propio limpiando sus coches y portales. Las recomendaciones oficiales aconsejan mantener también limpios los techos planos y las canaletas de ceniza. En las farmacias, al menos en la de guardia situada en el centro, lo que más se ha demandado estos días son mascarillas tipo FPP2, colirios y biodramina. «Para los que salen en ferry», apunta la farmaceútica.

Aunque todos parecen ya un poco resignados a convivir con este histórico fenómeno, el sentir general de La Palma lo resumía a la perfección una frase escrita sobre la ceniza del paseo marítimo: «¡Muere ya maldito volcán!»

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