El Papa propone una «Iglesia de la escucha» para no caer en pieza «de museo, con mucho pasado y poco futuro»

La teóloga Cristina Inogés Sanz advierte al Sínodo de Obispos que “en muchas ocasiones, la fidelidad exige cambiar”

Juan Vicente Boo

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El Sínodo que llama «a ser una Iglesia de la escucha» ha sido inaugurado este sábado por el Papa Francisco con una petición rotunda al Espíritu Santo: « Líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro ».

En una breve meditación espiritual previa a los discursos, la teóloga española Cristina Inogés Sanz ha hecho notar que « estamos ante ti, Dios nuestro, como una Iglesia herida, profundamente herida . Hemos hecho mucho daño a muchas personas, y nos lo hemos hecho a nosotros mismos. No debemos tener miedo a reconocer los errores cometidos».

En esa línea ha asegurado que «es bueno y saludable corregir los errores, pedir perdón por los delitos cometidos, y aprender a ser humildes» y ha advertido claramente: « En muchas ocasiones la fidelidad exige cambiar ».

La teóloga española hablaba ante el Papa, los cardenales de la Curia, obispos y gran número de laicos, en su mayoría mujeres, hasta un total de doscientos cincuenta participantes. Muchas conferencias episcopales han enviado como delegadas a mujeres. Entre ellas las de Italia, Francia, Reino Unido o Canadá, pero también las de México, Brasil, Perú o Kenia .

Según Austen Ivereigh, principal biógrafo del Papa, que asiste al Sínodo como oyente libre: « Ha comenzado la mayor consulta popular en la historia de la humanidad, y un momento ‘umbral’ para toda la Iglesia católica ». Por primera vez, un sínodo tendrá cuatro fases: diocesana y nacional en 2022, continental y romana-universal en 2023, orientadas en escuchar a los fieles de a pie.

En su discurso de apertura del camino « Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión », el Papa ha alertado frente a «la tentación del inmovilismo», manifestada en el latiguillo de«“siempre se ha hecho así», pues «quienes se mueven en este horizonte, aun sin darse cuenta, caen en el error de no tomar en serio el tiempo en que vivimos. El riesgo es que al final se adopten soluciones viejas para problemas nuevos».

Respecto a la “participación”, fundamentalmente de los laicos, ha reconocido que “hemos avanzado, pero todavía nos cuesta; y nos vemos obligados a constatar el malestar y sufrimiento de numerosos agentes pastorales, de los organismos de participación de las diócesis y las parroquias, y de las mujeres, que a menudo siguen quedando al margen”.

Francisco ha insistido en que “¡La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable! De todos los bautizados. ¡El documento de identidad es el bautismo!”.

Esto requiere, según el Papa «que transformemos ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, y de los roles de Gobierno».

Era un mensaje de gran alcance al tiempo que alertaba frente « al riesgo del intelectualismo , de convertir el Sínodo en una especie de grupo de estudio, con intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de la Iglesia y los males del mundo», terminando «por caer otra vez en las habituales y estériles clasificaciones ideológicas y partidistas».

Recordando que «sínodo» significa «caminar juntos» - por primera vez de forma global los laicos y los pastores-, el Santo Padre ha pedido « ponernos en camino, no ocasionalmente sino estructuralmente, hacia una Iglesia sinodal ».

El nuevo sistema de cuatro fases -local, nacional, continental y universal- comenzando por la diocesana que cada obispo abrirá en su diócesis el próximo 17 de octubre, ofrece, según el Papa, «la oportunidad para ser una Iglesia de la escucha” y de ser «una Iglesia de la cercanía», al estilo de Dios « que es cercanía, compasión y ternura ».

En su meditación espiritual, Cristina Inogés Sanz, ha recordado que «todo el pueblo de Dios esta convocado, por primera vez, a participar en un Sínodo de los obispos».

Pero ha subrayado que « también están invitados a hacernos llegar su voz, su reflexión , sus preocupaciones, y su dolor, todos aquellos a los que un día no supimos escuchar y se fueron, y no los echamos de menos».

Por eso les ha pedido ayuda: « ¡Enseñadnos a ser mejores cristianos! ¡Enseñadnos a recuperar la esencia de la comunidad cristiana que es la comunión, no la exclusión!».

Su intervención marcaba un cambio de protagonistas, de lenguaje y de actitud hacia « la Iglesia-Hogar que todos añoramos », especialmente cuando el mundo, los países y a veces las casas se convierten en escenarios de crispación y de marginación impulsada por gigantescos intereses económicos y políticos. El cristianismo quiere ser la vacuna pacífica ante esta pandemia.

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