El Papa que iba a lavar los pies a las cárceles celebra el Jueves Santo «prisionero»

Los ritos de Semana Santa, en el ábside de la basílica excepto el Vía Crucis nocturno en una plaza de San Pedro vacía

El Papa Francisco, esta tarde en la Basílica de San Pedro EFEE
Juan Vicente Boo

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El Papa que todos los años iba a lavar y besar los pies a una cárcel o un centro de refugiados ha celebrado este Jueves Santo «prisionero» en el Vaticano como cientos de millones de personas, confinadas en sus casas por la pandemia de coronavirus, que han seguido las ceremonias por Internet y televisión.

La Última Cena de Jesús se celebró en una casa de Jerusalén , y su edición de 2020 se ha celebrado en millones de casas de cristianos repartidos por todo el planeta. Es lo que acaba de suceder con la «Pésaj», la Pascua original judía, cuya institución en la esclavitud de Egipto se recuerda en la primera lectura de la misa del Jueves Santo.

En esta Semana Santa tan especial, Francisco ha tenido que prescindir de la tradicional Misa del Crisma, con la bendición de los Santos Óleos, que celebraba en la mañana del Jueves Santo con «sus» sacerdotes de la diócesis de Roma. Ha sido «aplazada» hasta que pueda celebrarse, una fecha que, hoy por hoy, nadie conoce.

Francisco ha celebrado la misa que conmemora la Última Cena y la institución de la Eucaristía en el altar de la Cátedra, situado en el remoto ábside de una basílica de San Pedro plenamente iluminada que, por desierta, parecía más gigantesca que nunca. La vidriera del Espíritu Santo, «presidía» la ceremonia en lo alto de la «Gloria» de Bernini.

Ante ocho cantores, los «ceremonieri» y una docena de fieles presenciales, pero millones de espectadores en lugares cercanos y remotos, el Papa ha recordado en su homilía que «Jesús permanece con nosotros en la Eucaristía, y nosotros nos convertimos en sagrarios del Señor al llevarlo dentro».

El Santo Padre ha recordado a más de 60 sacerdotes fallecidos por coronavirus en Italia, que son «santos de la puerta de al lado» como los médicos, enfermeros y tantas personas que están dando su vida por los enfermos.

Dirigiéndose en tono intimista a todos los sacerdotes, incluidos los que se han comportado mal alguna vez, Francisco les ha dicho: «No seáis testarudos como Pedro, dejad que Jesús os lave los pies . Y sed grandes perdonadores».

Acompañaban al Papa, a unos pasos del altar, el crucifijo de la iglesia de San Marcello en el Corso, objeto de especial devoción popular en los momentos de peste desde la de 1522, y la imagen de María «Salus Populi Romani», una advocación que se puede traducir como «salvación» pero también como «salud», etimología latina de la palabra «saludo», un gesto que ahora solo se puede practicar a distancia.

En su primera Semana Santa, la de 2013, Francisco sorprendió a los romanos yendo a celebrar la misa del Jueves Santo a la cárcel juvenil de Casal di Marmo, donde lavó los pies a doce muchachos y muchachas incluida una musulmana.

En años sucesivos ha repetido ese gesto en la gigantesca cárcel de Rebibbia y en el centro de prisión preventiva de Regina Coeli. Como se le acababan las cárceles de Roma, ha ido también a las de Paliano y Velletri, cerca de la capital, lo mismo que a un centro de refugiados situado al norte de la ciudad.

Hace unos meses, el Papa encargó las catorce meditaciones para el Vía Crucis nocturno del Viernes Santo en el Coliseo a los presos de la cárcel de Padua y personas relacionadas con ellos. Algunas meditaciones han sido escritas por agentes penitenciarios, los padres de una chica asesinada, un juez de supervisión carcelaria, un catequista, un religioso que presta servicio como voluntario…

El quinto mandamiento es «no matarás», y para evitar contagios involuntarios de coronavirus, en la misa de este Jueves Santo no ha habido lavado de los pies, ni tampoco público, salvo una docena de fieles, ampliamente separados.

En realidad, las pestes no son nada nuevo en Roma , y la ciudad de los papas ha sobrevivido ya a muchas. En cada caso, se suspenden las ceremonias, incluidas las de la Semana Santa, por las buenas o por las malas.

En la Semana Santa de 1656, el Papa Alejandro VII dispensó de las procesiones e incluso del ayuno, «para no poner en peligro de enfermedad los cuerpos a causa de alimentos menos saludables», según relata una crónica de la época.

Los romanos no son excesivamente disciplinados y, aunque las reuniones estaban prohibidas, muchos acudían a la iglesia de Santa María en el Pórtico, que consideraban protectora contra la peste.

La crónica relata que el departamento de Salud del Estado Pontificio, «para impedir que las aglomeraciones pudieran dar lugar a la extensión de la enfermedad dispuso el cierre de la iglesia y de la calle a la que se asomaba».

El Vía Crucis nocturno de este Viernes Santo se celebrará a la hora habitual, las nueve de la noche , pero no en el Coliseo sino en la plaza de San Pedro, naturalmente sin fieles. Llevarán la cruz a lo largo de las catorce estaciones algunos presos de la cárcel de Padua, que han escrito las meditaciones, alternándose con médicos y enfermeros del servicio sanitario del Vaticano donde, de momento, ha habido solo ocho contagios y ninguno de gravedad.

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