El Papa agradece a Dios que el mundo reaccione con responsabilidad ante la pandemia

A causa de la ciática no presidió la última ceremonia del año y asistió desde primera fila

El Papa Francisco, durante la tradicional oración del «Te Deum» EFE/ ATLAS

Javier Martínez-Brocal

El Papa Francisco ha cerrado el año participando en la tradicional oración del « Te Deum » en la basílica de San Pedro para dar gracias a Dios por el año que acaba de concluir. El Papa cojeó al llegar , pero tenía buen aspecto y se detuvo a saludar al alcalde de Roma que también asistió.

Francisco siguió el rezo en primera fila en vez de presidir la ceremonia de casi una hora y media, para evitarse la larga procesión de entrada y no estar de pie durante demasiado tiempo. De hecho, estuvo sentado la mayor parte del tiempo .

Justo el año pasado tuvo que cancelar su participación en esta oración de fin de año a causa de un ataque agudo de ciática.

Francisco no ha renunciado a leer la homilía que había preparado, y lo ha hecho de pie.

El Papa ha constatado el aumento de «la sensación de desconcierto en todo el mundo» a lo largo del año a causa de la pandemia. «Tras una primera fase de reacción, en la que nos sentimos solidarios en el mismo barco, se extendió la tentación del ' sálvese quien pueda '. Pero gracias a Dios hemos reaccionado de nuevo, con sentido de la responsabilidad», ha asegurado.

Según Francisco, esa «responsabilidad solidaria procede de Jesús, que ha imprimido para siempre en la historia el rumbo de la vocación originaria de las personas: ser hermanas y hermanos, hijos del mismo Padre».

El Papa ha recordado que precisamente la fiesta de la Navidad ayuda a despertar una actitud necesaria en los tiempos que corren, « el asombro » ante el misterio de Dios que se hace hombre. Es lo que experimentaron «los pastores de Belén, que primero recibieron el anuncio del ángel y luego encontraron la señal que se les había indicado, un Niño envuelto en pañales en un pesebre».

Francisco no se refería a un asombro limitado « a emoción superficial , ligado a la exterioridad de la fiesta, o peor aún, a un frenesí consumista. Si la Navidad se reduce a esto, mañana será igual que ayer y el año que viene será igual que el anterior». Vivir la Navidad así es «como calentarnos por unos instantes con el fuego de unas cerillas, en vez de exponernos con todo nuestro ser a la fuerza del Acontecimiento», ha asegurado.

Ha explicado que «el asombro cristiano no procede de efectos especiales, de mundos fantásticos, sino del misterio de la realidad », que es el nacimiento del Niño Dios. Considerándolo y meditándolo, «se siente la cercanía de Dios, se siente que Dios no ha abandonado a su pueblo». Especialmente en esta Navidad de contagios y restricciones, en la que «los problemas no han desaparecido, las dificultades y las preocupaciones no faltan».

La tradición es que el Papa aborde en este encuentro algunos problemas de la Ciudad Eterna, que son parecidos a los de las grandes capitales de Europa. Y lo hace sin tapujos, a veces con tono duro.

«En Roma todos se sienten como en casa, porque esta ciudad contiene en sí misma una apertura universal. Viene de su historia, de su cultura; viene sobre todo del Evangelio de Cristo, que ha echado aquí profundas raíces por la sangre de los mártires », ha recordado.

«Pero aunque sea así, tengamos cuidado», ha pedido. «Una ciudad no es acogedora y fraterna por sus fachadas, grandes discursos o eventos altisonantes».

El Papa dice que el termómetro para descubrir el grado de humanidad de una gran capital es «el cuidado cotidiano, 'entre semana', de quienes lo están pasando peor, de las familias que sienten el peso de la crisis , de personas con discapacidades graves y de sus familias, de los que necesitan transporte público para ir a trabajar todos los días, de los que viven en las periferias, de quienes se han visto desbordados por algún fracaso en sus vidas y necesitan servicios sociales».

«Roma es una ciudad maravillosa, que no deja de encantar; pero para quienes viven en ella, es también una ciudad agotadora, desgraciadamente no siempre digna para sus ciudadanos y visitantes, una ciudad que a veces descarta a las personas», ha lamentado.

«Mi deseo es que todos, quienes viven aquí y quienes la visitan por trabajo, peregrinación o turismo, puedan apreciarla cada vez más por cómo cuida la acogida, la dignidad de la vida, la naturaleza, a los más frágiles y vulnerables », ha dicho.

«Que todo el mundo se sorprenda al descubrir que la belleza de Roma es coherente e inspira gratitud», ha añadido.

Después de la ceremonia, el Papa tenía previsto visitar el colorido nacimiento monumental que el Perú ha llevado a la plaza de San Pedro. Sin embargo, 24 horas antes la su portavoz adelanto que había decidido aplazar la visita para evitar aglomeraciones en plena pandemia.

Es una pena porque la escena de este año está gustando mucho a los peregrinos. Los personajes llevan trajes típicos de los Andes, y la Virgen y San José llevan envuelto al Niño Jesús en una manta indígena de Huancavelica , del Camino Inca, atada con un 'chumpi', una cinta trenzada.

Los Reyes Magos este año no llegan al Vaticano en camellos sino en llamas peruanas, y llevan en sus alforjas alimenticios típicos de los Andes como la papa, la quinua, la kiwicha y la cañihua. Además, por la escena, entre los pastores, se entrevén animales como el cóndor, pero también alpacas, vicuñas, ovejas y vizcas.

Francisco tiene aún tiempo para verlo pues seguirá en el centro de la plaza hasta el 9 de enero.

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