De una pandemia sin fotos a la guerra visual en Ucrania

Las cámaras estuvieron confinadas en una pandemia saturada de estadísticas. No hay archivo documental de muertos por Covid. Por contra, los cadáveres de la guerra no dejan de abrir telediarios. Las cifras, eso sí, son movedizas

Por qué no nos afectan las cifras de muertes

Varios periodistas fotografían, arriba, los cuerpos de civiles fallecidos en la localidad ucraniana de Bucha AFP
Beatriz L. Echazarreta

Beatriz L. Echazarreta

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Las fotografías procuran pruebas. Y el registro de la cámara, incrimina. Lo dejó escrito Susan Sontag en un ensayo de 1977 que aún hoy sigue vivo. «Es peligroso dejar a la historia sin su archivo correspondiente. La censura informativa que se impuso en España durante la pandemia nos ha dejado un tremendo vacío documental », denuncia el fotoperiodista Ricardo García , que acaba de volver de cubrir la guerra en Ucrania. Se trata del único periodista gráfico que ha informado de la guerra en Siria desde su inicio en 2011. «He estado en muchas guerras, pero nunca en la vida me había encontrado con tantos fotógrafos. Ha habido un extremismo en la muestra del horror desde que Rusia invadió Ucrania ».

El Covid y la guerra son las dos catástrofes de nuestra historia reciente, pero su tratamiento ha sido el inverso: mientras que el foco informativo durante la pandemia se posó sobre las cifras de fallecimientos y contagios, el contador de muertes en lo que llevamos de conflicto no arroja datos fiables, uniformes. O no por ahora.

Naciones Unidas ha contabilizado más de 2.345 civiles muertos desde el 24 de febrero, pero el propio organismo advierte de que queda por comprobar información. El gobierno ucraniano estima unos 24.000. Por su parte, Kiev y Moscú actualizan de forma constante el balance de bajas en sendos Ejércitos, pero las cuentas les salen muy distintas . Zelenski asegura que 1.300 de sus soldados han muerto en combate y cifra en 21.000 los rusos abatidos . Moscú habla de 1.351 muertes entre los suyos y 14.000 bajas entre los militares ucranianos.

En ‘Sobre la fotografía’ Sontag escribió que las imágenes suministran la mayoría de conocimientos que la gente exhibe sobre la apariencia del pasado y el alcance del presente. Los libros de historia del futuro mostrarán las terribles imágenes de la guerra pero, ¿serán las fotos que ilustren los años de pandemia representativas de lo que realmente ocurrió?

« La ecuación informativa es la suma de cifras e imágenes y si una de las dos falla, la credibilidad de la información se tambalea, afirma Rafael Rodríguez Tranche, catedrático de Comunicación Audiovisual de la Universidad Complutense, además de historiador y cineasta. «Hay varias diferencias notables en la cobertura gráfica de estas dos crisis». Detenerse en ellas sirve para detectar intereses subrepticios de las autoridades al mando entonces y ahora .

Diluir la alarma

«El Ministerio de Sanidad ha notificado en las últimas 24 horas X muertos por Covid, X contagios y X hospitalizaciones». Ese fue el mantra diario durante meses. Según Tranche, se generó una psicosis colectiva también entre los gerentes de la pandemia. «No se conocía la enfermedad y mostrar las imágenes de muertes se vio como algo peligroso. Al reducir todo a una cuestión estadística, se diluía la alarma. Las cifras terminan saturando . La intención fue invisibilizar los efectos del virus».

Una maleta huérfana de una familia que no consiguió salir de Irpin EFE

Este profesor apunta a una primera diferencia en la transmisión de ambas crisis: la aparición de fotos icónicas. «La guerra tiene un listado de imágenes que se han convertido en verdaderos símbolos. Está esa fotografía de la familia que trataba de escapar y no lo consiguió, dejando una maleta huérfana a las puertas de Irpin. U otra más reciente: la mano sin vida de una mujer en Bucha, con las uñas pintadas de rojo». Una es la alegoría de la huida que no pudo ser ; la otra muestra el contraste de la cotidianeidad y la guerra.

La mano sin vida, con las uñas pintadas de rojo, de una mujer en la localidad de Bucha REUTERS

Si pensamos en imágenes icónicas de la pandemia, no nos salen. Quizá una rueda de prensa de Fernando Simón o una intervención televisiva de Pedro Sánchez . « Las cámaras también estuvieron confinadas », recuerda Tranche. «Hubo un protocolo médico también en términos informativos. Las pocas imágenes que hay no han cristalizado en iconos».

Una sutil imagen de un entierro en la primera ola de la pandemia IGNACIO GIL

Carlos de Andrés, un histórico que ha trabajado para agencias como Cover o la francesa VU, explica la frustración que como fotógrafo vivió en el confinamiento. «Estaba en Aranjuez y tenía un salvoconducto para poder hacer fotos. Quise entrar en un hospital y, al final, me dieron un centro de salud. Me chocó que me ‘escoltaran’ cuatro políticos trajeados . Pero mi mayor sorpresa fue que cuando llegué ya no quedaba gente ingresada allí por Covid. Hubo un control absoluto. Tanto por parte del Gobierno, como de las comunidades».

La lista razones es extensa y opinable. « Las imágenes de la muerte que ocasionó el virus son escasas. Tendrían que existir a raudales y sugerir la esencia de la tragedia. Eran nuestras muertes. Ha habido una doble moral. No vale el argumento de no informar por respeto a los ciudadanos próximos. Se nos sobreprotegió y no nos dejaron contar la verdad para mitigar su responsabilidad. En el caso de la invasión de Ucrania, esa mal llamada ‘proximidad’ la ha marcado el interés político y energético de Occidente», dice Ricardo García.

El catedrático Rodríguez Tranche rescata un detalle interesante: «Esta guerra es muy particular. La sensación que se intenta transmitir es que se trata de un pueblo que se está enfrentando a un Ejército invasor . Nos estamos hartando de ver los efectos de la guerra sobre los núcleos urbanos». Tranche explica que tradicionalmente, las batallas decisivas en un conflicto bélico se libran en puntos alejados de la metrópoli, lugares estratégicos como las vías de comunicación.

«Informamos desde las ciudades y no desde el campo de batalla. No hemos visto a reporteros empotrados». Concluye este historiador que existe una « sobreexposición de los efectos de la guerra sobre la población civil. Las fotografías que muestran la destrucción de las ciudades son las que mejor funcionan en términos de propaganda. Aluden a la aniquilación de una cultura».

No solo aplausos

En ningún caso se trata de difundir imágenes escabrosas, dice García: « Existe un punto de corte, aunque subjetivo . El límite hay que marcarlo en el momento en que a uno no le gustaría aparecer en la fotografía».

En el 11-M , otra fecha negra, se retocaron algunas fotos para que no fueran tan macabras. «Si no se quiere difundir una imagen por ser demasiado explícita, no es necesario darla, pero lo que no se puede hacer es modificarla. Eso es faltar a la verdad », opina Carlos de Andrés.

Durante el Covid no hubo Photoshop, pero tampoco verdad. «Las fotos de los aplausos fueron necesarias, pero no hubo compensación. No puede haber muertos de primera y muertos de segunda », reflexiona García. Las imágenes de Bucha han dado la vuelta al mundo, pero ¿y las de la guerra de Siria?, ¿y las de las morgues y los hospitales españoles?».

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