De bolsos de lujo a mascarillas

La otra 'reconversión industrial': los negocios que se reinventaron en pandemia buscan ahora su sitio

La producción del material protector cae, pero las compañías vislumbran que la demanda persistirá en el tiempo

El Corte Inglés, BBVA, Mercadona o Inditex: cada empresa, su propia norma sobre el uso de macarillas

Así queda el uso de la mascarilla en interiores tras el decreto del Gobierno publicado en el BOE

Trabajadoras de ARPA muestran en La Muela (Zaragoza) la máquina varada con la que sacaban miles de mascarillas en lo peor del temporal FABIÁN SIMÓN
Érika Montañés

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Los escándalos sobre comisiones indebidas en la importación de mascarillas durante los peores momentos de la pandemia no han logrado eclipsar el hecho de que, hace dos años, esas prendas eran un bien tan escaso que se consideraban, incluso, valedoras de una vida. La mascarilla ha puesto esta semana su punto y final (por imperativo legal) en espacios interiores, pero desde el sector, Francisco Sánchez Gordo , presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Mascarillas, Batas y EPI (OESP) –que representa al 40% de las empresas en el país–, vislumbra que, pese a la caída notable de ventas, «las mascarillas han llegado para quedarse , ya no serán un producto anómalo y se llevará siempre una encima» . ¿Dejan de ser un negocio? «En los sectores agroalimentario y sanitario se llevarán más que antes de la pandemia, el riesgo sigue presente y el bicho no entiende el BOE. Hemos adquirido el hábito y normalizado su uso», dice el empresario. No es más que un punto y seguido, por tanto.

Sí se quejan esas 16 empresas, que se unieron en un conglomerado a comienzos del año pasado, de que se invirtió mucho dinero para que no hubiese desabastecimiento en las seis olas y, a pesar de todo, el apoyo público ha brillado por su ausencia. En el primer año de vida del Covid, la mitad de las fábricas de mascarillas ya cerraron. Ahora la lógica dice que la demanda volverá a contraerse, pasado lo peor del temporal, pero Sánchez acredita que el mercado se ha estabilizado en una línea recta. Aun así, «alrededor del 15% de fábricas desaparecerán», afirma a ABC .

Lauwood fabrica en Segovia artículos de lujo ABC

En mayo de 2021, este grupo de fabricantes producían 160 millones de mascarillas al mes y empleaban a 500 personas en turnos 24-7 (todas las horas de la semana). Cuatro turnos, en la compañía dedicada a la impresión y radicada en Don Benito (Badajoz) de Sánchez. «Ese personal de apoyo que se contrató en masa por el pico de producción ha tenido que salir de las plantillas, desafortunadamente», se duele. La de este empresario extremeño es la historia de decenas de pymes que, en marzo de 2020, fueron espoleadas por la magnitud de la tragedia, muchas exhortadas desde las administraciones para que volcaran sus recursos en la fabricación del tejido y material que escaseaban o se pagaban a precio de oro en el mercado asiático. Sánchez abrió una segunda línea de negocio que aún mantiene: las mascarillas.

Falta de apoyo público

Lo hicieron también las aragonesas ARPA y DIMA y Lauwood, en Segovia. Hubo negocios que se reinventaron para sobrevivir y otros se reciclaron para abastecer al mercado. Las empresas consultadas volverían todas ellas a repetir «su reconversión industrial» en aras de amortiguar la carencia de material protector en plena emergencia sanitaria, pero también han aprendido que las instituciones primero recurrieron a ellas «desesperadas» incitándolas a utilizar sus cadenas de montaje y sus ganas de cooperar. Luego, en el verano de 2021, las administraciones sacaron licitaciones donde priman el factor precio al producto nacional y en ese combate, China barrió.

«No se ha tenido en cuenta que hemos estado al pie del cañón para mitigar el azote del Covid y ahora se desdeña por parte de las autoridades ese esfuerzo»

«Ningún producto español puede competir con el precio de las mascarillas chinas, que no están sujetas a los exigentes estándares de calidad europeos. No se ha considerado que hemos estado al pie del cañón para mitigar el azote del Covid y ahora se desdeña ese esfuerzo y el valor de crear puestos de trabajo en España». Coinciden palabra por palabra en este argumento, por sorprendente que parezca, Clara Arpa , consejera delegada de ARPA,el gerente de DIMA, Francisco Farrer , y Laura Tapias, CEO de la firma Lauwood. También los fundadores de Mascarillas Alcalá , Osvaldo y Arturo Sánchez, que pusieron medio millón de euros de su bolsillo en un proyecto con el que taponaron la ausencia de material, pero para el que no contaron con «una sola subvención de la Comunidad de Madrid, o del Ministerio de Industria», protestan.

Planta de Becton Dickinson en Fraga ABC

Y es que en ese grito de socorro que lanzó el Estado hubo muchos empresarios que miraron tripas adentro para ver si, con lo que tenían, podían echar el resto. ARPA, una pyme de La Muela (Zaragoza) dedicada a los equipos móviles de campaña y equipamientos de hospitales, diversificó su negocio con una máquina, ampliación de plantilla y diseño de material. Fue en ese momento en que las bolsas de basura protegían a los sanitarios y las batas de plástico hacían las veces de EPI. «Nos buscamos la vida, con la única empresa certificadora de la calidad de las mascarillas. Pero lo que venía de fuera no eran seguras para la salud o no lograbas traerlas, así que las fabricamos nosotros. Ahora la máquina semiautomática que compramos en Palencia y con la que sacamos pedidos de 100.000 mascarillas lleva ahí parada un año y pico», contrapone su CEO. «Las pasamos canutas para solventar la falta de un producto estratégico que era vital y ahora nos maltratan. Están comprando un producto que no vale», asegura Arpa, que llevó esta semana su grito de guerra a las Cortes de Aragón. Allí estaban los otros tres fabricantes regionales.

La bilbilitana DIMA , que producematerial médico implantable, siguió un curso similar a la anterior. «Incorporamos tres máquinas, había nueve o diez personas más en fábrica, que tuvieron que salir el pasado verano». «Pasamos de 120.000 mascarillas al día a 120.000 al mes; el precio bajó de los momentos dramáticos de 5-6 euros por prenda a 7-10 céntimos», explica Farrer.

Osvaldo Suárez y Ana Castaño, en la sede de Mascarillas Alcalá, en Madrid BELÉN DÍAZ

En el Real Sitio de San Ildefonso (Segovia), Laura Tapias, vicepresidenta de la Asociación de Moda de Castilla y León, brega con la confección de trajes de fiesta y bolsos de lujo, con tejidos especiales. Con la pandemia, vio claro que ese diseño Lauwood podía salvar vidas y se crearon 40 puestos de trabajo (más del la mitad han salido) para producir unas 250.000 mascarillas a la semana. Esa cuantía se ha desplomado al 5%, acepta Tapias, que también pone en valor el papel del tejido industrial español para sofocar la emergencia sanitaria.

Emprender en pandemia

Osvaldo y su hijo Arturo, veinteañero, decidieron emprender y se convirtieron en el primer fabricante de mascarillas de Madrid. La línea descendente en su sede ha sido de 4,5 millones de mascarillas al mes a 800.000. De 150.000 al día a 40.000. Pero están satisfechos. La mascarilla está lejos de morir , opinan. Su inversión inicial se ha recuperado y la marca Mascarillas Alcalá, ubicada a 7 km de Alcalá de Henares (Madrid), ha logrado posicionarse en el mercado con una variedad de 14 colores y customización con infinitos logotipos para eventos o empresas. «Seamos precavidos, no nos la quitemos de golpe. Esto puede volver», advierte Suárez, sobre una siguiente ola.

Hay negocios que han vuelto a sus orígenes y otros que mantienen abierta la línea de negocio que emprendieron en lo más trágico de la pandemia

Pasado el frenesí primero por buscar hasta debajo de las piedras las mascarillas, el curso de la pandemia viró entonces a la necesidad de adquirir jeringuillas y material para hacer más efectiva la vacunación. Ahí entró en juego la planta que Becton Dickinson tiene en la localidad oscense de Fraga y que ha garantizado el suministro absoluto para España y vecinos europeos desde la primera inyección por coronavirus, el 28 de diciembre de 2020. Su directora, Leticia Navarro , recuerda cómo en junio de 2021 se duplicó la línea de trabajo y se elevó la producción de la jeringa única en el mundo que permitía usar el 100% de las dosis de los viales de Pfizer y Moderna hasta producir 500 millones de jeringas en un año. Esa ha sido la capacidad máxima, dice Navarro. La producción actual está un 3% por debajo de la de 2021. La directora de asegura que las nuevas líneas permiten reenfocarse a otros productos del portafolio de la compañía, como la jeringuilla precargada de suero salino. Además, estamos «a la expectativa del pistoletazo de las siguientes dosis –acuña Navarro–. Es cíclico». El negocio y el coronavirus.

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