Renovación de cargos en la Conferencia Episcopal
Los obispos buscan a su presidente entre los cardenales o las nuevas generaciones
Los prelados eligen al sucesor del cardenal Blázquez en una elecciones muy abiertas y sin candidatos
Los obispos españoles renovarán a partir de este lunes todos los cargos de la Conferencia Episcopal Española (CEE) , excepto el de secretario general y portavoz, que actualmente ostenta el obispo auxiliar de Valladolid, Luis Argüello.
Por primera vez desde 2005, el cardenal Ricardo Blázquez no saldrá entre los posibles nombres para presidir dicha institución. Tras dos mandatos consecutivos en el cargo, los estatutos de la Conferencia Episcopal impiden al arzobispo de Valladolid repetir por un tercer periodo. Esta situación abre una gran incógnita sobre quién podría suceder al cardenal abulense.
La actual coyuntura política y el desafío soberanista en Cataluña son factores que pueden influir en el perfil que tengan en cuenta los obispos para liderar la Conferencia Episcopal , ya que entre las principales funciones del presidente está la relación con el Gobierno. Pero además de representar y de proyectar una imagen pública de la Iglesia ante las autoridades civiles, la sociedad y la propia Santa Sede, el presidente también ejerce un cierto liderazgo entre los propios obispos a la hora de aunar posiciones y buscar puntos comunes. Esa responsabilidad ha hecho que por tradición el cargo conlleve la birreta roja o estar al frente de una archidiócesis.
Brillantes pero no elegibles
De hecho, los estatutos dejan fuera de la posibilidad de acceder al cargo a los obispos auxiliares, que pueden votar, pero no ser elegidos –en estas elecciones hay 18 y algunos de ellos con méritos suficientes como para liderar la CEE–. Además en los cincuenta años de historia de la Conferencia Episcopal solo un obispo llegó a la presidencia sin ser cardenal u arzobispo. Fue Ricardo Blázquez.
Todas estas circunstancias condicionan o al menos influyen sobre los perfiles con más posibilidades para suceder al cardenal abulense, ya que en las elecciones del episcopado no hay candidatos. Siguiendo la lógica de la continuidad –una regla no escrita pero muy utilizada dentro de la Iglesia– el obispo con más opciones debería ser el cardenal Antonio Cañizares , arzobispo de Valencia y actual vicepresidente de la Conferencia Episcopal. Contundente siempre en su discurso, el prelado valenciano podría devolver a la Iglesia a la plaza pública sobre todo en un momento en que la estrategia laicista y anticlerical del Gobierno Sánchez-Iglesias está en marcha. Sin embargo, el prelado valenciano afronta algunos problemas de salud que, si bien no le restan vitalidad, sí merman su presencia.
Teniendo en cuenta esta circunstancia y que el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, no logró renovar su cargo como vicepresidente en las pasadas elecciones, Juan José Omella –arzobispo de Barcelona– podría partir como favorito en estas elecciones.
El prelado aragonés reúne todas las cualidades humanas que la Iglesia necesita de puertas adentro –sencillez, capacidad de diálogo y espíritu de consenso–. Pero precisamente ese buen talante –que le llevó «a hacer de puente» entre el presidente Mariano Rajoy y la Generalitat días después del referéndum ilegal del 1-O– podría interpretarse ahora como un riesgo ante un gobierno de coalición PSOE-Podemos que se muestra titubeante con el «procés». Evidentemente el problema no es la valía personal del cardenal –que está fuera de toda duda dentro de la Conferencia Episcopal– sino el nuevo inquilino de La Moncloa. Fuera de esa circunstancia ajena a la Iglesia, monseñor Omella reúne todos los enteros para presidir la CEE los próximos cuatro años.
En la lógica de las elecciones episcopales, sin embargo, siempre son posibles las sorpresas. Y en ese escenario, los obispos podrían decantarse por un relevo generacional. De los 82 obispos que hay actuamente en activo (entre cardenales, arzobispos, obispos y auxiliares) 47 tienen más de 65 años. Y más de 23 deberán presentar la renuncia en los próximos tres años por superar los 75 años (entre ellos, todos los cardenales).
Jóvenes y muy válidos
Entre las generaciones más jóvenes hay obispos muy válidos. Es el caso de Mario Iceta, quien curiosamente sucedió a Blázquez al frente de la diócesis de Bilbao en 2010. Con 54 años, Iceta es médico y uno de los diez obispos más jóvenes de España. Una de sus mayores preocupaciones al llegar a la diócesis vasca fue que «el discurso de los obispos se entendiera más desde lo pastoral que desde lo político». Ese ha sido su estilo episcopal y con ese espíritu también ha liderado la ofensiva de la Iglesia contra la legalización de la eutanasia.
Del cardenal Ricardo Blázquez –del cual fue su obispo auxiliar durante casi tres años– admite públicamente que aprendió «a mirar con luces largas y a ver las cosas con perspectiva evangélica». Inquieto, moderado y con capacidad para aglutinar consensos y romper bloques, monseñor Iceta representó en 2015 a la Conferencia Episcopal en el Sínodo Extraordinario de la Familia.
Entre los perfiles jóvenes también hay un arzobispo, el de Oviedo, Jesús Sanz Montes. Miembro de la Comisión Ejecutiva desde 2017, Sanz Montes es un prelado muy crítico con el Gobierno y defiende sin complejo y a viva voz la unidad de España. Un día después de la investidura de Pedro Sánchez publicó un tuit pidiendo a la Santina que salvase a España.
En el amplio abanico de sensibilidades que hay en la jerarquía de la Iglesia, se encuentra el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán. Su nombre también suena con fuerza para presidir la CEE. Monseñor Ginés García Beltrán nació en Murcia pero se crió en Almería. Como presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación tiene don de gentes y una habilidad natural para aglutinar posturas de lo más variadas. Su santo y seña es la alegría, la templanza y la cercanía. Su bonhomía, sin embargo, no le ha impedido hablar claro cuando se trata de reivindicar el papel de la Iglesia en la vida pública: «La Iglesia siempre tendrá la mano tendida a los poderes públicos en lo que respecta al bien y al desarrollo del hombre, como tendrá una palabra de denuncia cuando los gobiernos no respeten este bien».
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