25-N: Día Internacional de Eliminación de la Violencia contra la Mujer

La mujer que ha logrado tejer una red de 20.000 supervivientes al maltrato en todo el planeta

Son las Ana Bella: víctimas que, como esta sevillana, necesitaban poner tierra de por medio con su agresor. Y contar sus experiencias como salvavidas. Un círculo de energía positiva e impulso común que se prolonga 9.000 km a la redonda

Mujeres de Argentina, México, Rumanía, Colombia y Perú, congregadas en torno a la Fundación Ana Bella MAYA BALANYÀ
Érika Montañés

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Un vídeo en Facebook. Más de 80 millones de visualizaciones. Y se hizo el milagro. 20.000 supervivientes del maltrato se unieron en una red de «amigas» que se extiende por 194 países de todo el mundo. «Hay 62 millones de mujeres maltratadas en Europa, solo el 14% de ellasdenuncia. Son 1.200 millones de mujeres en el mundo, así que todavía nos faltan unas pocas», dice Ana Bella, sevillana y la superviviente (o superheroína de carne y hueso) fundadora de una maraña de almas rescatadas de una pesadilla que sí tiene fin.

En ese vídeo, Ana Bella relató bañada en emoción cómo había salido de una vida de riqueza, coches, sirvientas y propiedades en Puerto Banús, compatible con los golpes y los insultos que la martillearon durante once años de matrimonio. «Llegué a preguntar si me podría separar si mi marido no quería o no me daba permiso», rememora para ABC . Se fue de su casa con cuatro hijos y, bajo el brazo, con la certificación como víctima de violencia de género que antiguamente propiciaba una renta de inserción de unos 300 euros.

«Amor contra el maltrato» es el eslogan de la Fundación de Ana Bella. Ella ofrece nuevamente su testimonio victorioso, al lado de decenas de mujeres a las que ha ayudado en México, Perú, Rumanía, Colombia, Estados Unidos, Cuba, Ecuador, Canadá, Guatemala, Bolivia y Argentina. Todas estas mujeres se sintieron aludidas por el vídeo, golpeadas por dentro y el aldabonazo lo resume Ana María Téllez , en el estado mexicano de Cuernavaca: «Todas queríamos ser Ana Bella». Y lo lograron. Hicieron saltar las cerraduras y huyeron.

Fenómeno universal

La red mundial tejida por esta sevillana ha logrado aglutinar miles de historias divergentes, pero con demasiados rasgos comunes, lo que no deja de confirmar que la violencia de género es un fenómeno universal. «Todos nuestros agresores son narcisistas. Hunden nuestra autoestima, nos pisotean, nos aíslan, logran que nos miremos al espejo y no nos reconozcamos, pero se olvidan de que somos mujeres fuertes y que cuando nos miramos, podemos pensar que queremos otra cosa para nuestra vida», defiende Ana María, y asiente a su lado Laura Rivas, peruana de 42 años .

«Mi hijo mayor fue quien me puso contra la pared. Recuerdo el momento exacto y el punto de la casa donde me pidió sacarle de aquella rueda. No podía seguir así, sintiéndome como un trapo. Convivo todavía con la gran pena de que mi padre se murió viéndome convertida en esa muñeca frágil», se duele la limeña, de mirada vívida. De repente, de esconderlo durante años, Laura renació: «Que me vea el mundo», y descubrió sus heridas, tatuándole cada recodo de su piel. Y el corazón. Se ha vuelto a casar con un hombre maravilloso.

Lo que defienden estas mujeres es que España, aunque tenga muchas pegas todavía , va un paso por delante en cuanto a la protección de las maltratadas. Los feminicidios en Perú y México están a la orden del día, denuncian Ana y Laura en charla reposada con ABC . «Los hombres están saliendo a matar –agrega la segunda–. Hace poco un individuo prendió fuego a su pareja en el autobús, lleno de gente, en Lima, y él no fue preso», se duele. «No nos defiende la ley», objeta.

En Rumanía, una mujer le cuenta a Ana Bella que no pudo denunciar a su marido después de que éste le rompiese un plato encima de la cabeza y llamó a la policía sangrando. «Tienes que tener doce euros para comenzar todos los trámites burocráticos de la denuncia; como esta mujer no los tenía, los agentes se fueron de la casa sin más», relata Ana por boca de la agredida.

En Rumanía es necesario abonar 12 euros antes de comenzar los trámites burocráticos de la denuncia. No todas las mujeres lo tienen cuando se van de sus casas rápidamente porque las están agrediendo

Las órdenes de protección son la salvedad en México. Es muy difícil romper el silencio, el secuestro de las mujeres por parte de los hombres que son los dueños de los hogares y de la cultura, comenta Téllez, que ayuda a otras mujeres a salir de ese circuito de torturas a través de su ONG.

«Mi madre me pidió ayuda»

Loredana Kaschovits, de 36 años, consigue trabajo para las mujeres rumanas que solicitan su amparo. Esta enfermera risueña se fugó de su infierno con dos niños pequeños y se recompuso económicamente creando Luthelo, una firma de cosméticos contra la dermatitis, la misma dolencia que padece el benjamín de la familia. Su caso personifica el «escondite» en que tanto autoridades como sociedad civil se empeñan en ocultar el drama de los malos tratos. «Cuando me fui de casa, pedí ayuda a mi madre, que no acababa de verlo bien. Nuestra relación era algo fría, y aunque me dejó quedarme en su domicilio un tiempo, luego empecé a molestarle y me fui. Años después, ella, mi propia madre, vino al domicilio que yo ya había creado con mi segundo marido y mis hijos y me confesó que mi padre le había cogido del cuello y la había amenazado . Yo, a diferencia de lo que me hizo ella, sí la acogí. Se salvó».

En rumano, pronuncia superviviente de modo que suena a algo así como «vengatore», curioso cuando ella se ha vengado también de su pasado. «Muchas personas no entienden que vuelvas una y otra vez con el agresor, quieren darte una lección y no aceptan darte una oportunidad. Yo me fui en siete ocasiones y volví las siete; cada vez que me iba y regresaba iba adquiriendo más valor y engordando mi valentía para la liberación final», asegura Loredana. Ese era el desafío.

Ana Bella concita que hay mujeres que precisan recursos, soluciones, un trabajo, pero otras solo necesitan ayuda emocional. Su red la procura; no condena a los hombres. «En el mundo hay millones de hombres maravillosos con los que mantener relaciones sanas y ser muy felices», proclama. Prueba de cargo son Laura, Ana María, Loredana... y así hasta 20.000.

«Era amor o muerte»

«Necesitamos que los malos tratos dejen de ser invisibles. Las mujeres tienen que reinventarse y salir del terror silencioso en que viven», dice Ana Bella, que critica que en nuestro país las casas de acogida sigan ocultas . «Aquí son secretas. En Estados Unidos los “shelter” se anuncian, para que toda la comunidad se vuelque en ayudar a esas mujeres, les ofrezcan ayuda y empleo». El maltrato no puede ser un estigma en países como el nuestro, opina, que son referente internacional en este combate. «Necesitamos a toda la sociedad como agentes del cambio», arenga.

«Lo nuestro era amor o muerte» . Se fusionan en uno los diferentes relatos entre los que median más de 9.000 kilómetros. «Me escupía y golpeaba delante de los niños, embarazada. Decía sentir presión por la carga de tener tres hijos. Se transformó en un monstruo mientras estuvimos casados», comenta Laura. Ella se preocupó por «sanar». «Y quiero que todas tengan la oportunidad de curarse». El grito de guerra, esta vez, es de Loredana: «Si yo pude, tú también». Una nueva vida aguarda.

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