«Mi madre no tiene tanto miedo; nosotros huimos de la muerte, pero los abuelos son más valientes»
Algunas comunidades como País Vasco o Cataluña permitieron las visitas de familiares a las residencias. Muchas otras dejaron a las familias en la puerta por no disponer de instrucciones
![Alberto Muro, junto a su madre, Elena Arriola](https://s3.abcstatics.com/media/sociedad/2020/05/27/residencias-khaC--1248x698@abc.jpg)
«Me siento como en Masterchef y la Guerra de las Galaxias», contaba a ABC, Alberto Muro, un vasco del municipio costero de Guecho que llevaba meses sin ver a su madre, Elena Arriola, de 76 años, que vive en la residencia Olimpia, ubicada en Bilbao. Para entrar tuvo que ponerse una pantalla, una mascarilla, un delantal y manguitos. « Al principio no me reconoció... Hasta que me miró a los ojos », recordaba Muro. El aislamiento total que sufrieron los mayores en las residencias hizo que fuera Alberto el que llevara la voz cantante en la conversación, en la que le contaba a su madre las novedades. Lamentó verla sola media hora, pero estaba satisfecho por haberla encontrado bien.
« Le pudimos dar hasta un cigarrito, es el único vicio que tiene », jutificaba sonriente. Muro confiesa que pasó miedo pensando que su madre cogería el virus, algo que no le ocurrió a ella. «No tiene tanto miedo como nosotros y eso que tiene el virus muy encima; así como nosotros huimos de la muerte, aquí la tienen muy presente, han visto a mucha gente irse también», lamenta. Admite que le hubiera gustado abrazarla pero lo entendió rápidamente. «Tenemos que protegerlos, y si esta es la forma de hacerlo, hay que asumirlo».
A diferencia de otras comunidades, el País Vasco sí abrió sus residencias a los familiares. De hecho, Guipúzcoa o Vizcaya contaban con la ventaja de que, en casos muy excepcionales, se permitió también en plena pandemia . «Por ejemplo, para cuidados al final de la vida -es decir, cuando el fallecimiento era inminente-; por alteración del estado cognitivo del residente que le hace difícil comprender la situación y la visita puede tranquilizar, o en casos de problemas psicoemocionales; por ejemplo, si el paciente tiene depresión», explica a ABC Iratxe Landeta, directora de la residencia Olimpia, ubicada en Bilbao.
María Ángeles Conde , de 63 años, también pudo encontrarse ayer con su madre, Teodora García , de 91. Al teléfono se le notaba animada aunque se le entrecortaba la voz cuando relataba que le quedó pendiente el abrazo. «No poder abrazarla es duro, ella tampoco lo entiende. De hecho, lo primero que ha hecho es besarme. Le dije: "no, mama que tenemos que estar separadas"», relataba esta mujer, que reconocía haber notado a su madre «muy despistada». Pese a ello, le preguntaba una y otra vez: «Mamá, ¿me quieres? ¿Me has echado de menos?». Y su madre, más consciente que nunca, le decía: «Cómo no iba a echarte de menos».
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