Entrevista

Juan José Omella: «El obispo tiene su propio pensamiento político, pero yo como pastor tengo que acoger a todos»

El cardenal arzobispo de Barcelona llega a la presidencia de la Conferencia Episcopal con el reto de que «los enfrentamientos y las heridas sociales y políticas no rompan la convivencia»

El cardenal Juan José Omella, en un momento de la entrevista con ABC en la Conferencia Episcopal Maya Balanyá

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Para saber cómo respira el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1946), basta con mirar su larga hoja de servicio . Sus primeros pasos como sacerdote los dió como misionero en Zaire y durante más de veinte años fue cura de pueblo en la España vaciada. Gran parte de su carrera episcopal (16 años) la ha desarrolado en diócesis rurales como Barbastro y Calahorra. A su llegada a la Conferencia Episcopal en 1996 enseguida se sumó a la comisión encargada de la labor de la Iglesia en las cárceles y entre los más pobres . Compaginó además esa tarea con la de consiliario de Manos Unidas, una institución creada en 1959 por un grupo de mujeres para luchar contra el hambre.

Vivir pegado a la realidad ha convertido al cardenal Omella en un hombre de matices, que huye de la condena y que intenta buscar siempre los puntos de encuentro. Con ese espíritu aterrizó en 2015 en la archidiócesis de Barcelona y ahora lo hace al frente de la Conferencia Episcopal Española. El recién estrenado presidente recibe a ABC para proponer «caminos de conciliación y convivencia» ante una realidad social y política plagada de incertidumbres.

Los obispos le acaban de elegir como presidente de la Conferencia Episcopal Española, ¿qué espera usted de ellos?

(Sonríe) La Conferencia Episcopal es como una orquesta donde cada uno toca un instrumento. El presidente sería como el director que tiene que coordinar un poquito el ritmo, animar a vivir en comunión. Pero el director sin esos instrumentos no sería nada. Por eso, lo que espero de los obispos es colaboración y trabajo. Quiero y espero vivir más esa comunión entre nosotros. Ir al mismo ritmo y en la misma línea para poder ser testigos del mensaje de Jesús.

Muchos le consideran el «hombre del Papa en España», ¿cómo es su relación con Francisco?

Todos los obispos somos los «hombres del Papa en España» porque los obispos hemos sido nombrados por el Papa y estamos en comunión siempre con él. Mi relación con el Papa es normal, cuando tengo alguna cosa que comentarle se la comento y ya está.

¿Qué es lo que más le gusta del Papa Francisco?

Una de las cosas que más me impactan es su alegría y cómo va plasmando esa alegría en todos sus mensajes. El cristiano en el mundo de hoy, en medio de las dificultades, no puede perder la esperanza porque Dios no abandona a su pueblo. Segundo, es el testimonio que el Papa nos da de cercanía a los que más necesitan, a los más pobres. Jesucristo vino para todos pero preferentemente para los pobres para que se sientan acompañados y queridos porque a veces la sociedad del mundo de hoy miramos más hacia el éxito, hacia el dinero y olvidamos a las personas que no tienen tantas posibilidades en la vida. Tercero es la coherencia de vida que tiene el Papa. Se ve que lo que dice y predica, lo vive. Y eso impacta mucho a la gente. Esas tres cosas me gustan mucho del Papa: su alegría, su preferencia por los más pobres y la coherencia de vida.

Procés. «Se gana más con miel que con hiel. Yo creo que tenemos que avanzar por ese camino siempre»

Qué ha sido más duro, ¿ser misionero en Zaire o arzobispo de Barcelona?

(Risas) En cada lugar uno encuentra alegrías y cruces. Creo que en África encontré mucha alegría y siempre digo que África es la reserva de humanidad. En la pobreza se siente la gente más unida, pero a la vez también hay muchas dificultades porque la pobreza lleva a problemas de todo tipo. La misión en la selva era muy dura, pero en todos los sitios encuentras alegrías y dificultades. Lo importante es amar, servir, entregarse. Todo tiene su pro y su contra. Lo fundamental es hacer lo que se tiene que hacer en cada momento con alegría y amor.

Imagino que a diario llegan a sus oídos muchos problemas, ¿cuáles le quitan más el sueño?

A decir verdad duermo bien, gracias a Dios, pero me preocupan muchas cosas, sobre todo del ámbito social y religioso. Si empezamos por lo social me preocupa que haya mucha gente que vive pobremente y que sufre enfermedades, falta de vivienda, soledad. Me preocupan también los enfrentamientos, las heridas sociales y políticas que puedan romper la convivencia. Eso me preocupa mucho. En cuanto a lo religioso, me preocupa la pérdida de esperanza. De alguna manera la secularización nos impide ver la trascendencia y por lo tanto se pierde la esperanza, el horizonte de vida se vuelve muy limitado. Me preocupa también que los jóvenes, aunque en estos momento hay una gran apertura hacia la fe, vivan sin la dimensión religiosa que tanta esperanza nos da. Luego me preocupa el tema de la familia. La familia se siente desamparada y hay muchos jóvenes que quieren formar una familia pero no tienen recursos. Me preocupa la baja natalidad.

Desafío secesionista. «A veces nos ponemos en los extremos para confrontar y eso no ayuda a la convivencia, ni ayuda a avanzar, ni a encontrar soluciones»

¿Cree que es lícito legalizar la eutanasia cuando los cuidados paliativos y las ayudas a la dependencia no llegan todavía a todos los enfermos que los necesitan?

En la pregunta da la respuesta. Hoy gracias a Dios los cuidados paliativos liberan mucho a las personas del sufrimiento por lo que la eutanasia no es necesaria. Matar siempre es un daño, es una pérdida de valores y un paso atrás de la sociedad. Lo que tenemos que hacer es amar la vida, defender la vida y apoyar la vida. Los cuidados paliativos quitan el dolor y los enfermos descubren que pueden seguir llevando adelante una vida con menos movilidad pero digna. Si además los médicos, los familiares y los cuidadores los tratan con cariño se sienten felices y no se quieren morir. Otra cosa es cuando llega una enfermedad terminal. En esas circunstancias no hay que proponer tratamientos extraordinarios para prolongar artificialmente la vida.

El pin parental ha levantado muchas alarmas, pero los padres no han encontrado otra herramienta para ejercer el derecho a que sus hijos reciban una educación de acuerdo a sus convicciones, ¿superarán algún día los gobiernos (y da igual el color político) la tentación de usar la escuela para adoctrinar?

Me preocupa mucho el tema de la enseñanza. No podemos olvidar que los padres son los responsables de la educación de los hijos. El papel del Estado es subsidiario y no al revés. Hay que dejar que la iniciativa social funcione. Sean escuelas de titularidad de la Iglesia u otra titularidad para que los padres puedan elegir dónde quieren que estudien sus hijos. Y donde no lleguen ellos, que llegue el Estado, pero no al revés. Quitar libertad de elección es lo que genera tanto desconcierto y tanto dolor. Otra de las cosas que me parecen importantes es que se tenga en cuenta un Pacto Educativo. Que todas los sectores de la comunidad educativa –padres, profesores y escuelas públicas y de iniciativa social– puedan conjuntamente alcanzar un Pacto para que no se sucedan una tras otras las reformas educativas cada vez que cambia un Gobierno.

Gobierno. «Sería un buen camino no salir a una guerra pública con el Gobierno sino poder hablar en una mesa, confrontar y escucharnos»

¿Le preocupa el laicismo beligerante y el anticlericalismo que muestran todavía hoy algunos partidos políticos, sobre todo los de la izquierda?

Siempre digo: laicidad, sí; sí a la separación entre la Iglesia y el Estado. Eso es evidente. En lo que no estoy de acuerdo es en el laicismo que es beligerancia. En un país democrático no todos coincidimos en las ideas políticas ni sociales ni en la construcción del país, pero conformamos el espectro político, social y cada uno aporta lo que puede. La Iglesia y las demás creencias pueden aportar algo muy importante a la sociedad y hay que tenerlo en cuenta. Y no impedírselo o ir en contra.

Los partidos han hecho de la confrontación su nueva forma hacer política. El propio Gobierno de coalición ha puesto sobre la mesa una ley de educación que disgusta a gran parte de la comunidad educativa pero sigue adelante. En este contexto ¿cree que puede haber espacio para esos «caminos de diálogo y conciliación» que usted propone?

Lo deseo y lo espero y creo que todos tenemos eso claro en nuestra cabeza. Vayamos siempre por ese camino de pactar, de escuchar, de diálogo. Todos de la mano trabajando por el bien común. Pero todos unidos porque daremos mejores resultados que uno por un lado y otro por el otro. Eso es lo que siempre nos destroza y nos desanima.

Los obispos han sido criticados por permanecer con un perfil bajo ante el procés…., ¿cree usted que ha sido un camino acertado? ¿Se gana más con miel que con hiel?

En eso sigo al gran obispo San Francisco de Sales. Él siempre decía eso. Él trabajaba en una zona de mucho protestantismo en Francia y Ginebra. Siempre decía: «la bondad, la escucha y el diálogo. Se gana más con miel que con hiel». Yo creo que tenemos que avanzar por ese camino siempre. Lo que pasa es que a veces nos ponemos en extremos para confrontar y eso no ayuda a la convivencia ni ayuda a avanzar ni a encontrar soluciones.

Eutanasia. «Matar siempre es un daño, es una pérdida de valores y un paso atrás de la sociedad»

¿Le molesta que le critiquen por ser un obispo de los católicos defensores de la unidad de España y también de los católicos independentistas?

Católicos hay en todas partes. Yo soy pastor de todos. El obispo también tiene su pensamiento político, social pero yo como pastor tengo que acoger a todos y en todos hay parte de razón. Escuchémonos. Cuando en una familia riñen el marido y la mujer y finalmente se divorcian, en seguida surge la pregunta: ¿de quién es la culpa? Pues mire, a lo mejor será de los dos porque cada uno tendrá su parte por no haber puesto lo que el otro deseaba que pusiese. Por eso, siempre hay que pensar más en el otro que en uno mismo. Escuchémonos. Intentemos comprendernos y avanzar juntos.

¿Ha recibido ya la llamada de la vicepresidenta Carmen Calvo?

Estoy ya en contacto con ellos.

¿Qué espera usted de este Gobierno como presidente de la Conferencia Episcopal?

Quiero respeto y mantener el diálogo sobre los temas que vayan surgiendo y que afectan directamente a la comunidad cristiana. Creo que sería un buen camino no salir a una guerra pública, sino poder hablar en una mesa, confrontar y escucharnos. Eso nos haría bien a todos.

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