El lío de la clase de Religión

La publicación esta semana de la propuesta del currículo de Religión católica en la 'ley Celaá' por parte de la Conferencia Episcopal ha dejado a más de uno perplejo. Hábitos de vida saludable, cuidado del medioambiente a tutiplén, diversidad e igualdad, desarrollo sostenible, son algunos de los conceptos que aparece en la propuesta episcopal. Hay quien ha dicho que los obispos –la Comisión de Educación de la Conferencia, para ser precisos- han comprado la agenda 2030, se ha echado en manos del Nuevo Orden Internacional, han caído en las redes del pedagogismo metodológico de la izquierda.

¿Qué hay de verdad en todo esto? Partamos de la base de la complejidad del sistema educativo que utiliza ahora una jerga que complica las cosas. La imprudencia de hacer público el currículo a todo el mundo, incluso sin desarrollar la programación específica de los contenidos, ha aumentado la confusión. De lo que se está hablando hasta ahora es de competencias específicas y de saberes básicos.

Esto supone que los obispos han asumido el marco metodológico-pedagógico que propone la 'ley Celaá' . Algo que, en principio, no es bueno ni malo. La propuesta cristiana no tiene nada que temer a la hora de dar respuesta a lo que hoy está presente en la sociedad y en la educación, siempre que se haga, y se pueda hacer, desde lo específico de la fe en diálogo con la razón. La clave está en la perspectiva y en los contenidos que se ofrezcan en clase.

Si para explicar la igualdad de todos, se enseña adaptado lo que dice Ratzinger en su libro sobre la fraternidad humana, nada que decir. Si lo que se hace es repetir lugares comunes de una humanismo con barniz cultural cristiano, para este viaje no necesitábamos estas alforjas. No estaría demás tampoco cierto profetismo critíco contra determinado pedagogismo.

Remito a la monografía de Silvia Messeguer y Belén Rodrigo 'Enseñanza y profesorado de Religión en Europa: radiografía de un sistema en evolución' de la Fundación Europea Sociedad y Educación. Ahí nos daremos cuenta de que hay debates en España que ya están resueltos en Europa.