«A mi hija no le queda un centímetro del cuerpo sin un corte y bebe vasos de lejía, pero dicen: no hay medios»

Estremece escuchar a Noelia de Juan Tordesillas hablar sobre su hija Laura, de 19 años y con trastorno límite de la personalidad: «El oncólogo no te dice 'no hay recursos para un cáncer'. Mi hija se quiere matar, pero en España da igual»

Noelia Juan cuenta el trastorno que padece su hija Laura, de 19 años CEDIDA / Vídeo: ABC Multimedia
Érika Montañés

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«No veía futuro en nada. O sea, todo estaba en una oscuridad completa. Sigo viéndolo oscuro». Lo cuenta, a cara descubierta y en su mayoría de edad, Judith , una joven que ha puesto rostro a los problemas de salud mental en la población infantojuvenil española. Fragilidad interna, situación socioeconómica vulnerable y suicidio son, algunas veces, vasos comunicantes. Ocurrió en 61 casos de niños y adolescentes en nuestro país durante el año 2020, y en los primeros seis meses de la pandemia del Covid-19, el suicidio volvió a ocupar el número uno como causa de mortalidad infantil sin que haya una enfermedad física.

La ONG Save the Children publicó ayer un informe referente a estos trastornos con el testimonio de Judith y otros adolescentes que se veían abocados a quitarse la vida y encontraron una trascendental tabla de salvación en la terapia psicológica. No obstante, como para Judith, a la que diagnosticaron de ansiedad, depresión y trastorno adaptativo cuando solo tenía 11 años, la pandemia ha hecho retroceder en muchos de los avances conseguidos. «Me caí por completo», dice Judith.

El impacto del acoso escolar

No continuar con las visitas a la consulta y la falta de socialización, junto al encierro, han hecho que el Covid-19 se haya agarrado a esos problemas individuales como una zarza y haya casi cuadriplicado los problemas de salud mental entre jóvenes y adolescentes, que se elevaron del 1,1% en la última Encuesta Nacional de Salud (ENS) de 2017 al 4% en niños y adolescentes de entre 4 y 14 años. También se han disparado del 2,5% al 7% los trastornos de conducta, atención e hiperactividad (TDAH), en 2020. «Pensaba en el suicidio cada día, y cada noche», ultima en su relato estremecedor Judith, que sufrió ‘bullying’ en el colegio y trastornos alimentarios.

Según la ONG, los niños y adolescentes víctimas de ese acoso escolar tienen 2,55 veces más riesgo de intentos de suicido que los que no lo han sufrido. En el caso del ‘ciberbullying’, el impacto es todavía mayor, señaló Andrés Conde, director general de Save the Children.

La fotografía fija que ofrece el informe ‘Crecer Saludable(mente). Un análisis sobre la salud mental y el suicidio en la infancia y la adolescencia’ pone cifras a otra realidad: la incidencia de estos problemas es tres veces mayor en el caso de familias sin recursos, una conclusión extraída después de encuestar a 2.000 progenitores sobre el estado de la salud mental de sus hijos.

Madres como Noelia Juan Tordesillas , que regresó de Francia con su hija Laura porque allí los especialistas cotejaron que sus problemas eran solo de «comportamiento». Al volver a nuestro país, «el diagnóstico de trastorno límite de la personalidad fue terrorífico», pero, al menos, fue real. Esta madre coraje habla con ternura de su hija Laura, una joven de 19 años ingresada por trastorno límite de personalidad y que ha tratado de «matarse varias veces», asume quien le dio esa vida.

Noelia clama desde Málaga por la falta de recursos y profesionales especializados en salud mental: «A mi hija no le queda un centímetro de su cuerpo sin un corte y en cuanto puede, se bebe un vaso de lejía, pero esta realidad no interesa, no vende. Ahora parece que un poco más, pero no lo suficiente». «En España, pasan cuatro meses entre visita y visita, y en medio de ese tiempo, te dan medicamentos, pero si a alguien que está pensando en quitarse la vida le das pastillas, se lo pones en bandeja de plata», continúa.

«No hay centros, no hay especialistas, no hay recursos», se queja Noelia, que no concibe que un oncólogo te derive a casa y no trate el cáncer del que te diagnostica; mientras en el caso de un trastorno límite como el de Laura o Judith, te mandan a casa y encima mal vistos, apela. Catalina Perazzo , directora de Incidencia Social y Políticas de Infancia de Save the Children, refrendó el testimonio de Noelia: «Las familias se encuentran ante una carrera de obstáculos para que sus hijos reciban atención psicológica y psiquiátrica». «Hay que duplicar el número de plazas anuales de Psicólogo Interno Residente hasta llegar a 400», solicitó ayer en la presentación del trabajo.

El periplo de centro a centro y de consulta en consulta empuja a Noelia a clamar por el «estigma» en el que ha quedado recluida en España la enfermedad mental. En un centro nos dijeron: «Laura solo tiene dos caminos, o la cárcel o la muerte». Y al cabo de cuatro días de salir del centro, mi hija trató de suicidarse otra vez.

«Tienes que ir al privado, pero ni siquiera te derivan al privado, te mandan a casa y te recomiendan que cuando sufra una nueva crisis, la drogues y la traigas de nuevo al centro», cuenta. La deuda económica que acumula Noelia es gigantesca: «Necesitamos pisos terapéuticos, necesitamos ayuda. Pero la gente se está muriendo. Bueno, muriendo no, se está matando porque no reciben la ayuda necesaria», acaba.

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