«Esos libros, a la hoguera»: las bibliotecas escolares entran en la guerra ideológica de EE.UU.

El consejo escolar del condado de Spotsylvania, en el estado de Virginia, vota a favor de sacar de la biblioteca escolar y de su catálogo digital libros «sexualmente explícitos»

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«Deberíamos tirar esos libros a la hoguera». La afirmación es de Rabih Abuismail, uno de los miembros del consejo escolar del condado de Spotsylvania , en el estado de Virginia. La pronunció el pasado lunes, en una reunión tumultuosa del consejo por culpa de la última batalla político-educativa: los libros con contenido cuestionable para los alumnos .

El consejo escolar, formado por seis miembros, decidió votar a favor de sacar de la biblioteca escolar y de su catálogo digital -accesible de forma ‘online’ para la comunidad- libros «sexualmente explícitos» , aunque sin dar una idea exacta de cuáles poseen esa característica . También decidió que se elaborara un informe con los criterios de selección de libros para esa biblioteca y consideró hacer una auditoría completa de los fondos bibliográficos en el futuro.

Todo empezó con una madre, alarmada por la existencia de libros de ficción de temática LGBT. En especial, según ha relatado el medio local ‘The Free Lance-Star’, le indignó la presencia de ’33 Snowfish’, una novela que tiene a tres protagonistas adolescentes que tratan de escapar de un pasado marcado por los abusos sexuales, la prostitución o la adicción a la droga.

La novela, de Adam Rapp, se llevó en 2004 el premio al mejor libro para jóvenes adultos de la Asociación Americana de Bibliotecas. La recomendación del libro es para edades de quince años en adelante.

Abuismail no fue la única persona del consejo que abogó por echar ese y otros libros a la hoguera. Kirk Twigg dijo que quería «ver esos libros antes de quemarlos » para que pudieran «identificar delante de nuestra comunidad que estamos erradicando estas cosas malas», según recogió el mismo diario local.

Trincheras ideológicas

Las bibliotecas escolares son una más de las trincheras ideológicas de EE.UU. y lo ocurrido en Spotsylvania es solo un ejemplo . De hecho, la reciente elección del gobernador del estado de Virginia -la de mayor calado en las elecciones de la semana pasada- ha demostrado la centralidad de la educación en la pelea política.

Más allá del deterioro grave de la popularidad del presidente Joe Biden y del bloqueo legislativo en el Congreso a pesar de que las dos cámaras tienen control demócrata, el candidato republicano, Glenn Youngkin, se impuso al favorito demócrata, Terry McAuliffe, con la educación como una de sus grandes cartas electorales .

Una de las claves de esa elección fue el momento en el que McAuliffe -que debería haber ganado, Virginia hace tiempo que es territorio más demócrata que republicano- dijo en un debate entre candidatos: «No creo que los padres deban decir a los colegios lo que deben estudiar». La frase fue utilizada hasta la saciedad por Youngkin en el resto de la campaña como una forma de decir que su rival buscaba imponer su ideología en las aulas , sobre todo, la controvertida teoría racial crítica, los estudios revisionistas sobre el impacto del racismo en la historia o las relaciones sociales y económicas de EE.UU.

Lo que dijo el candidato demócrata era en realidad una repuesta a un ataque de Youngkin porque McAuliffe vetó en 2017 una ley que permitía a los padres que sus hijos evitaran libros demasiado explícitos que están incluidos en el currículum escolar. La batalla surgió por la presencia de ‘Beloved’, una novela de Toni Morrison, Nobel de Literatura en 1993, en la que una esclava fugitiva negra mata a su hija de dos años antes que permitir que tenga una vida en esclavitud en una plantación del Sur de EE.UU.

Esta batalla ideológica no es nueva. Ni propia de un bando. En los últimos años, otros consejos escolares del país han buscado eliminar de sus currículum o de sus bibliotecas libros incómodos . Entre ellos, clásicos de la literatura estadounidense como ‘Huckleberry Finn’, de Mark Twain; o ‘Matar a un ruiseñor’, de Harper Lee, por incluir epítetos y denominaciones racistas (la propia Morrison calificó la idea de sacar la obra de Twain como «el tipo de censura purista aunque elemental, diseñada para tranquilizar a adultos más que para educar a niños».

La diferencia ahora es que, quizá espoleado por el impacto del debate en la victoria de Youngkin en Virginia, otros se han animado a llevar los libros a la pelea política . El gobernador de Texas, Greg Abbott, que se juega el cargo el próximo otoño, anunció pocos días después de la victoria de Youngkin una orden ejecutiva por la que exigía a las autoridades educativas que revisaran todos los libros disponibles para los estudiantes en busca de «pornografía y otros contenidos obscenos», sin detallar cuáles son estos últimos.

Un repaso por los comunicados emitidos en los últimos meses por la Coalición Nacional contra la Censura (NCAC, en sus siglas en inglés) muestra incidentes como veto de libros o revisiones partidistas de fondos bibliográficos en estados como Pensilvania, Texas, Virginia, Misuri, Ohio, Carolina del Norte o Arkansas.

«Lo que nos desconcierta este año es la intensidad con la que se ataca a las bibliotecas escolares », ha asegurado a ‘The Washington Post’ Nora Pelizzari, portavoz de la NCAC. «En particular, si se unen a los intentos legislativos de control es currículum escolar, parece un intento amplio de purgar las escuelas de materiales con los que la gente no está de acuerdo».

Ante las elecciones legislativas del otoño que viene, en la que se pondrán en juego las dos cámaras del Congreso, y ante la evidencia en Virginia de que el debate educativo moviliza votos, se anticipa una guerra política feroz por los libros y las bibliotecas escolares.

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