Ébola: de la esperanza a la desesperación
El brote más letal en la historia de la República Democrática del Congo entra en su segundo año en pleno apogeo de casos
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Recuerdo el 24 de julio de 2018 como si fuera ayer. Fue el día en que se declaró el fin del noveno brote de Ébola en la República Democrática del Congo (RDC). Había trabajado gestionando el programa de vacunación de MSF. Era la primera vez que se empleaba la vacuna experimental contra el Ébola al comienzo de un brote para tratar de ayudar a controlarlo. El brote en la provincia de Ecuador duró menos de tres meses, y recuerdo haber llorado de alegría y esperanza ese día cuando se decretó oficialmente el fin. Pensé, ingenua de mí, que con esta gran vacuna, el mundo nunca tendría que enfrentar de nuevo una gran epidemia de Ébola. Como ha sucedido tantas veces en mi vida de trabajadora humanitaria, estaba equivocada.
Apenas una semana después de que concluyera este brote se declaraba oficialmente el que se ha constituido ya como la epidemia de Ébola más grave de la historia de RDC, la segunda en todo el mundo desde que hay registros, y que en estos días ha cumplido ya un año.
Ha sido un año largo, doloroso y mortal para la población que vive en las áreas afectadas por el virus en el noreste del país . Varios Centros de Tratamiento del Ébola han sido brutalmente atacados y destruidos, trabajadores de la salud han sido asesinados porque trabajaban en la respuesta al brote, fuerzas de seguridad que «protegían» la respuesta al Ébola han matado a civiles y la gente sigue muriendo a causa del virus.
De la denominada «Respuesta al Ébola» forman parte el Ministerio de Salud congoleño , la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras organizaciones internacionales. Uno de los mayores problemas del brote es que la Respuesta al Ébola nunca se ha ganado la confianza de la población local. La epidemia tiene lugar en un área que, en los últimos años, ha estado marcada por un conflicto abierto y por numerosas masacres de la población civil.
Una vez le pregunté a un compañera congoleña de MSF por qué había tanto rechazo e ira hacia la Respuesta al Ébola. «Mi esposo fue asesinado en una masacre en Beni. En ese momento, todo lo que quería era que alguna organización viniera a protegernos de los asesinatos, pero no vino ninguna. He tenido tres niños que murieron de malaria. Ninguna organización internacional vino nunca a esta zona a trabajar para asegurar que tuviéramos atención médica o agua potable. Pero ahora llega el virus y todas las organizaciones vienen porque el Ébola les da dinero. Si se preocuparan por nosotros, nos preguntarían por nuestras prioridades. La mía es la seguridad y conseguir que mis hijos no mueran de malaria o diarrea. Mi prioridad no es el Ébola , esa es su prioridad».
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El pasado 17 de julio, la OMS declaró el brote «emergencia de salud pública de preocupación internacional». Todavía hay muchas preguntas sobre el impacto que esta decisión tendrá en la respuesta real. Lo que sí vemos es que se está dirigiendo aún más fondos hacia la Respuesta al Ébola. Sin embargo, si no hay cambios en la forma en que se maneja el brote. Si no se logra la confianza de la población , más dinero no servirá; simplemente, creará más problemas.
Una de las mayores frustraciones es que no solo existe una vacuna eficaz contra el Ébola, sino que también hay tratamientos experimentales para los pacientes. Se trata de herramientas que, o bien no existían, o apenas estaban disponibles en la epidemia de África Occidental, pero si la población no confía en la respuesta al Ébola, nunca podrán utilizarse en todo su potencial.
En febrero de 2019, dos de los Centros de Tratamiento de Ébola que MSF gestionaba en el epicentro del brote, fueron atacados. No sabemos quiénes lo hicieron ni por qué, pero como ya no podíamos garantizar la seguridad de nuestro personal ni nuestros pacientes, tomamos la dolorosa decisión de suspender todas las actividades en esa zona. Nos vimos obligados a examinar los problemas que habíamos enfrentado y cómo queríamos cambiar nuestra respuesta al brote.
Una cuestión de confianza
Determinamos entonces que necesitábamos trabajar más estrechamente con las comunidades y que necesitábamos escuchar y responder a las prioridades de salud de las poblaciones afectadas. Empezamos a facilitar atención médica gratuita para todas las enfermedades que afectaban a la población, como malaria, sarampión y diarrea. Comenzamos a construir pozos, de modo que cuando le dijimos a la población que tenían que lavarse las manos para evitar la propagación del Ébola, tenían agua para hacerlo. Instalamos centros para casos sospechosos en centros de salud locales para que los pacientes pudieran ser atendidos en su comunidad. Así se evitaba que tuvieran que viajar a otras áreas para realizar test de diagnósticos y ser ingresados en régimen de aislamiento.
Al abordar las necesidades reales y las prioridades de salud de la población, comenzamos a ganar su confianza. Lamentablemente, este enfoque aún no ha sido adoptado por la respuesta general y sigue habiendo una desconfianza bastante extendida hacia la misma. En muchas zonas, sus habitantes todavía se niegan a ir a los centros de tratamiento cuando están enfermos, y los contactos siguen rechazando la vacuna.
Me entristece muchísimo ver familias y comunidades destrozadas por el Ébola. No tenía que ser así, pero a menos que tenga lugar un cambio drástico en la gestión de la Respuesta al Ébola, el brote no va a terminar pronto.
Un año después, más de 2.700 congoleños y congoleñas han enfermado de Ébola y más de 1.800 han fallecido por el virus. Hoy, cuando hemos entrado en el segundo año de brote, mis pensamientos están con todas aquellas personas que han sido afectadas por la enfermedad. Espero que el cambio llegue pronto.
*Trish Newport es responsable adjunta de proyectos para el Ébola de Médicos Sin Fronteras en la República Democrática del Congo.
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