ABC en Wuhan

El coronavirus también mata al Día de los Difuntos en Wuhan

Afloran las dudas sobre las cifras de fallecidos tras el reparto de urnas con cenizas para cumplir la tradición de visitar los cementerios, cancelada para evitar rebrotes del coronavirus

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ABC en Wuhan: ABC llega al epicentro de la pandemia

Las tiendas en Wuhan empiezan a recuperar vida tras el coronavirus, aunque con total protección todavía FOTOS: PABLO M. DÍEZ
Pablo M. Díez

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La bruma que emerge del Yangtsé sume a Wuhan en una neblina que vuelve todavía más fantasmagóricos a quienes caminan o van en moto protegidos con monos blancos o cubiertos por capuchas y forros de piel. Si no fuera porque sus rascacielos siguen en pie y por los coches que poco a poco vuelven a sus puentes y autopistas, cualquiera pensaría que sobre esta megalópolis ha caído un invierno nuclear. Pero en su primavera todavía aletargada vuelve a aflorar la vida tras vencer a otro enemigo que tampoco se ve, pero que ha resultado igual de mortífero: el coronavirus .

Con más de 83.000 contagiados por Covid-19 y unos 3.300 fallecidos, de los que 50.000 infectados y 2.500 víctimas mortales fueron en Wuhan, las cifras oficiales de la epidemia de coronavirus en China siempre han estado en entredicho. Y más ahora que la enfermedad se propaga por Occidente y dichos números, sobre todo el de muertos, han sido superados ampliamente por Italia, España y Estados Unidos.

En vísperas del Día de los Difuntos en China , que se celebra mañana sábado, vuelven a surgir las preguntas sobre los datos aportados por el autoritario régimen de Pekín, que al principio intentó ocultar la enfermedad silenciando a los médicos que alertaban sobre ella. Para este festival de Qingming, como se conoce en mandarín, muchas familias han recogido por fin las urnas con las cenizas de los fallecidos por el coronavirus tras dos meses de confinamiento en sus casas, pero no podrán acudir a los cementerios a limpiar las tumbas como manda la tradición.

Con el fin de impedir rebrotes, las autoridades han prohibido las visitas familiares a los cementerios, vigilados por la Policía y por operarios ataviados con trajes especiales de protección que desinfectan a quienes acuden a enterrar una urna o a comprar un nicho, siempre en turnos espaciados para evitar aglomeraciones. Pero muchos sospechan que el verdadero motivo es que el régimen está ocultando las cifras auténticas para encubrir la magnitud de la catástrofe por el coronavirus .

Para impedir incidentes por las dudas sobre la cifra de fallecidos por el coronavirus, la Policía vigila los cementerios y crematorios de Wuhan y ha prohibido que se celebre el Día de los Difuntos, que en China se conmemora este sábado 4 de abril

A tenor de unas fotos publicadas por la revista «Caixin», una de las pocas que saca temas comprometidos eludiendo la censura oficial, uno de los crematorios de la ciudad guardaba 3.500 urnas con cenizas. A ellas hay que añadir las que, en dos tandas de 5.000, la semana pasada aseguró haber distribuido entre las funerarias el conductor de un camión de reparto, según recoge la misma publicación. Para recoger dichas urnas y luego llevarlas al cementerio, en los últimos días se han formado colas de varias horas a las puertas de las funerarias.

Saliendo al paso de estas acusaciones, que culpan de la falta de respuesta en Occidente a la supuesta información falsa proporcionada por Pekín, el embajador chino en Francia, Lu Shaye, ha vuelto a dar por buenas las cifras oficiales. En una entrevista con la televisión por cable BMF TV, explicó que, además de las 2.500 víctimas del coronavirus , en Wuhan habían fallecido otras 10.000 personas por otros motivos y sus familiares no habían podido recoger sus urnas por el cerrojazo impuesto desde el 23 de enero. Si eso es cierto, muchos de ellos pueden haber perecido de insuficiencias respiratorias y de la neumonía que causa el coronavirus , ya que algunos médicos denunciaron al estallar la epidemia que había fallecidos a quienes no se les había hecho la prueba, por lo que no figuraban en las cifras oficiales. A pesar de estas sospechas, las autoridades de Wuhan ya han anunciado que no difundirán hasta junio el número total de fallecidos en la ciudad ni sus causas.

Como siempre ocurre en China , la verdad es difícil saberla, sobre todo si las preguntas vienen de alguien tan sospechoso para el régimen como un periodista extranjero. A las puertas del cementerio de Biandanshan, de los mayores de Wuhan, los guardias de seguridad prohíben hacer fotos y su jefe rechaza una entrevista con la dirección. La escena se repite en el crematorio del distrito de Wuchang, donde la Policía impide el acceso de la Prensa internacional y las explicaciones de un funcionario del Departamento de Propaganda son esperpénticas. « Tienen que comprenderlo, nuestra costumbre es no dar información », admite abiertamente quizás traicionado por el subconsciente o el nerviosismo. “Si no podemos hablar con el director del crematorio, ¿cómo pretende el Gobierno chino que el resto del mundo le crea y confía en él?”, le preguntamos, pero su única respuesta es encogerse de hombros con una sonrisa forzada. Para muchos chinos, a las cifras oficiales de víctimas del coronavirus hay que añadirles un cero más al final.

Cierto o no, las furgonetas de las funerarias siguen su goteo incesante sobre los crematorios, hasta donde peregrinan las familias para recoger las cenizas de sus seres queridos. Con la prohibición de acudir a los cementerios para «barrer las tumbas» , es probable que tampoco puedan recurrir a la costumbre de quemar dinero falso para que a los finados no les falte de nada en la otra vida. En esta, parece que no se sabrá nunca si las cifras oficiales son verdad o no.

Aunque todavía con pocos pasajeros, la reapertura del metro de Wuhan refleja la progresiva vuelta a la normalidad tras la epidemia del coronavirus.

Intentando superar estos dos meses trágicos, Wuhan va recuperando progresivamente la normalidad y en su calle comercial de Hanjie han vuelto a abrir sus tiendas de marcas famosas. Aunque todo el mundo lleva mascarilla y a ella solo se puede acceder con un código QR en una aplicación del móvil que acredita la buena salud, las parejas pasean cogidas de la mano y grupos de amigas salen juntas de compras. Despojándose de la sempiterna máscara por un rato, dos jóvenes disfrutan entre risas de unos pinchitos, pero algunos dependientes siguen sin desprenderse de los fantasmagóricos monos blancos que tanto recuerdan a la catástrofe del coronavirus . Para proteger la ropa, dichos trajes ya se han convertido en el uniforme de muchos de los vecinos de Wuhan , que salen con ellos para hacer la compra en los mercados o los usan para su trabajo si está expuesto al público. Cerrados tras dos meses de parón, los comercios se ponen manos a la obra para adecentarse y abrir sus puertas cuanto antes, pues a la crisis sanitaria seguirá un batacazo económico que amenaza con ser más grave que la “Gran Recesión” de 2008. Aletargada por esta primavera tardía, la vida vuelve a florecer con incertidumbre tras un invierno nuclear en Wuhan.

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