Coronavirus

«Sería imposible seguir trabajando si no sacara de mi cabeza que puede volver a ocurrir»

En el centro de Lorena se encerraron 2,5 meses con los ancianos para luchar contra el virus

Lorena Villarreal lleva trabajando con mayores siete años FRANCIS SILVA
Érika Montañés

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En las primeras bocanadas del coronavirus no hubo descanso en las residencias de ancianos . Quizás no ha habido mucho respiro hasta el momento, pero en aquel marzo y abril de 2020, los trabajadores se jugaron, literalmente, la vida. Algunos se la dejaron. Y no es exagerado, porque gente como Lorena Villarreal se encerraron como retén de guardia durante dos meses y medio con los mayores que cuidaban y vieron cómo algunos perecían sin aliento. No sabían a qué se enfrentaban, el enemigo era, como para todos, desconocido, pero no abandonaron a nadie a su suerte. Por eso las críticas dolieron tanto. «Fue muy injusto, también por parte de los medios de comunicación que no entraban aquí. A los políticos me hubiera gustado verlos dentro, para que hablaran con conocimiento de causa». Pero estaban en sus casas, protegidos en la brega.

Lorena lleva siete años trabajando con ancianos, los últimos dos y medio en una residencia privada del barrio de Villaverde de Madrid que las pasó, literalmente, canutas. En el centro vieron acumularse cadáveres sobre las camas porque los servicios funerarios estaban saturados y no llegaban a trasladarlos. Ninguno quiere recordarlo. Ahora está libre de Covid, salvo algún pequeño susto. Esta auxiliar madrileña es gobernanta en el centro. «No entendíamos qué pasaba, ni cómo actuar, teníamos la incertidumbre de quién podría ser el siguiente que se pusiera malito, y temíamos contagiar luego en nuestras casas». En su caso, detalla, un grupo de trabajadores del centro decidieron quedarse día y noche. «Pasamos días muy duros, viviendo situaciones que nunca pensaba que tendría que vivir, jornadas en las que todo transcurría normal y otras en que todo era horrible». Esos momentos trágicos, rememora, hacían mella. «La desesperación de nuestros residentes y el cansancio físico y sobre todo psicológico que vivíamos pasaban factura. Lo peor era imaginar cómo iba a ser el día siguiente», recuerda ahora a ABC.

¿Cuál es la lección que se llevó para siempre?

Que hay situaciones que por muy profesionales que seamos y muy avanzados que estemos se escapan de nuestras manos, pero que juntos podemos aliviar tanto dolor y hacerlo todo un poco mas fácil.

Con esta actitud optimista comenta, no obstante, que «cada rebrote posterior supone un golpe duro, sobre todo cuando sucede por la inconsciencia de la gente. La verdad es que es una lucha agotadora». «El hecho de haber salido de todo esto, del encierro y fallecimiento de nuestros mayores, del aislamiento de compañeros y volver a revivir aquello en cada rebrote es otro mazazo del que tenemos que sacar fuerza que muchas veces ya no tienes o te cuesta sacar...», reconoce. «Si no sacara de la cabeza que esto puede volver a pasar, sería imposible seguir».

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