La buena elección del profesorado, el secreto del éxito de la Universiad Pompeu Fabra
El rector de la UPF afirma que «las plantillas son las que dan calidad al centro»

Encabeza desde hace años los rankings universitarios estatales. El último, elaborado por el Instituto Valenciano de Investigación Económica (IVIE) y la Fundación BBVA, conocido esta semana, la sitúa como la mejor universidad de España por tercer año consecutivo. También es una de las mejor posicionadas en las clasificaciones internacionales -el Times Higher Education (THE) de 2017 la reconoce como la 17 mejor del mundo entre las de menos de 50 años de trayectoria-.
La Universitat Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona -«La Pompeu», tal como se la conoce coloquialmente- se ha ganado el sello de la excelencia en tiempos convulsos y de duras restricciones presupuestarias (las universidades catalanas vieron reducidas sus subvenciones hasta un 20 por ciento en 2011), lo que, según apuntan los expertos, «es aún más meritorio» . Esta universidad pública destaca en investigación, docencia, desarrollo tecnológico y en proyección internacional, entre otros ámbitos.
¿El secreto de su éxito? Una receta infalible con dos ingredientes básicos: «un buen profesorado y un buen alumnado» , según explica a ABC el rector de la UPF, Jaume Casals. «Para que una universidad sea buena tiene que hacer bien dos cosas: elegir bien a los docentes y también a sus estudiantes», dice Casals.
Situación de ventaja
«Ante la imposibilidad, por el actual marco legal, de seleccionar al alumnado, lo que ha hecho la Pompeu es, desde sus inicios, hace 27 años, ser muy rigurosa en la selección de sus docentes», aclara el responsable de la UPF. Admite, sin embargo, que, a diferencia de otras universidades más antiguas, la suya «ha tenido cierta ventaja». «Somos una universidad de nueva planta que arrancó su andadura en 1990 con la Ley de Reforma Universitaria (LRU) vigente, y ha podido acceder a un sistema de convocar concursos que permite aproximarse bastante a la selección del profesorado», explica el rector.
«Con un cuerpo docente e investigador de calidad la universidad tiene base para avanzar y posicionarse bien, ya que las plantillas son las que dan calidad al centro» , apunta Casals. Ese pedigrí académico produce con el tiempo un «doble efecto llamada»: atrae talento docente y también alumnos motivados . «Tener buenos profesores y cuidarlos da prestigio al centro y te permite atraer talento», explica el responsable de la UPF. Ese reconocimiento de calidad es también, según arguye, el que «hace que los alumnos que quieren destacar se sientan igualmente atraídos por nuestra universidad».
Fiel a su ADN
La Universidad Pompeu Fabra lleva años fiel a su ADN. «Los fundadores de la institución fueron muy exigentes a la hora de definir qué perfil de profesores querían. Esa exigencia, esta manera de hacer y esta autoestima, la hemos cuidado y mantenido durante años y es la que nos ha conducido dónde estamos», resume Jaume Casals. Otro aspecto que le ha dado a la UPF su sello diferencial es su modelo académico, basado en seminarios y evaluaciones trimestrales, lo que permite a los estudiantes poner en práctica los conocimientos adquiridos en grupos más reducidos.
La internacionalización es otro de los aspectos que más cuida esta universidad. Según datos facilitados por los sindicatos, uno de cada tres alumnos de la UPF realiza estancias en el extranjero. Jaume Casals se siente satisfecho de lo alcanzado, aunque está convencido de que la trayectoria de su centro y también del resto de universidades podría optimizarse inyectando al sistema más recursos y concediendo a las universidades más autonomía para gestionar sus partidas . Reconoce que en estos últimos años las plantillas de los centros se han precarizado y ve «muy difícil» una solución rápida para este problema si no se mejora la financiación universitaria. «Se ha roto el ciclo natural de reposición del personal académico y eso no se soluciona en dos días», denuncia el rector. Admite que las universidades «han abusado de la figura del profesor asociado porque no tenían otra salida».
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