Alemania reniega del lenguaje inclusivo mientras España se entrega al «todas y todes»

La ministra germana de la Mujer limita el lenguaje de género en las comunicaciones oficiales

Muy dispares son los mensajes que dos ministras homólogas, la alemana Christine Lambrecht , y la española Irene Montero , dirigen a la sociedad para intentar imprimir alguna forma de igualdad a través del lenguaje.

Mientras en el país germano, universidades como la de Baviera ya abrieron la puerta a eliminar todo tipo de multiplicidades en las terminaciones de las palabras («alarga mucho las clases decir los alumnos y las alumnas», por ejemplo, señalaron los representantes de la enseñanza baviera) y animaron a extender el lenguaje en masculino neutro a todas las comunicaciones oficiales, aquí, la titular de Igualdad ha defendido esta misma semana dar carta de naturaleza «a todes les alumnes», porque, según su parecer, no hay nada más político (y machista) que emplear solo el masculino neutro . Y más si se trata de carteles o comunicaciones institucionales. Tal y como señaló Montero la pasada primavera en una entrevista concedida a TVE, su departamento y este Gobierno de coalición quieren «otorgar el derecho a existir las personas no binarias o que no se identifican ni como hombre ni como mujer» a través del lenguaje.

«Orgullo de todes» colocó en el cartel del Día del Orgullo que lucía en la sede del Ministerio de Igualdad. Y ahí prendió la mecha. Desde entonces, la ministra coordina en ‘os’, ‘as’ y ‘es’ todos los sustantivos y adjetivos que puede, porque, alega, «lo que no se nombra no existe» . No tardó la oposición en tachar a la ministra del partido morado y su intento de «ridículo», al no verse muy cómoda a la ministra en numerosas ocasiones por tener que alargar tanto sus intervenciones (recuérdese el forzadísimo lapsus «Fuerzas y Cuerpas de Seguridad del Estado»). Pero, tal y como han reivindicado desde Igualdad, dar carta de realidad a todas las personas pasa por ‘queerizar’ (o extirpar la distinción de género) las comunicaciones oficiales.

También la Docta Casa de la RAE salió al paso de la divergencia que arengaba a usar la ministra y arremetió contra el lenguaje inclusivo: «El genérico del masculino no es discriminación sexista». El último en sumarse a esta corriente de opinión ha sido el escritor Arturo Pérez-Reverte , quien esta semana al presentar su último libro ‘El italiano’, calificó de «analfabeto» a quien, como la titular de Unidas Podemos, quiere alentar un giro «feminista ultrarradical» a las palabras . La riqueza de la lengua, convino el también periodista murciano, no se puede simplificar en la concordancia final de los términos.

Hastiada de tanto uso innecesario que emborrona cualquier discurso se ha mostrado también la ministra alemana de la Mujer, Christine Lambrecht, para quien ya se ha tocado techo en lo que a los usos del lenguaje inclusivo de género se refiere. Por eso, Lambrecht ha dirigido una circular a todas las instituciones en la que pide que se dejen de utilizar los asteriscos, las barras, arrobas y creativas neoformas de ese lenguaje inclusivo . No solo se lo reclama a todas las oficinas bajo su jurisdicción, sino también a la administración federal, incluidos la Cancillería, los ministerios, los tribunales y fundaciones federales de derecho público.

Incluso con asteriscos

«Los caracteres especiales como componentes de la palabra, en la comunicación oficial, no deben utilizarse», dice la carta, que hace referencia al Consejo alemán de Ortografía, según el cual no se puede garantizar que tales ortografías sean «comprensibles de forma generalizada». La carta trata de personas con entradas de género diversas o abiertas: cuando se trata de grupos mixtos, el uso exclusivo de la forma femenina y masculina es «básicamente aceptable», ya que la proporción de otras personas es «muy baja» .

El pasado marzo, el Consejo se pronunció en contra del uso de caracteres especiales y otras formas abreviadas o mención por separada de los diversos géneros, que invaden progresivamente las comunicaciones oficiales a discreción de los funcionarios. El Ministerio de la Mujer (y de Menores) pone coto ahora a esa proliferación de usos de género y se limita a recomendar expresamente evitar el «masculino genérico» si también existe una forma femenina . Se da la circunstancia de que en Alemania está aprobado el tercer género (o intersexuales).

En el caso de las palabras compuestas, muy numerosas en el lenguaje alemán, se fomenta un «enfoque pragmático», dice el órgano regulador de la ortografía. Al hablar de una «Conferencia del Canciller con los jefes de gobierno de los estados federales », por ejemplo, no se recomienda el uso alterno de la forma masculina y femenina.

En los documentos oficiales germanos, se había implementado primero la sustitución del plural genérico por la separación de géneros y posteriormente, para acortar , se optaba a menudo por el asterisco o los dos puntos en sustitución de la vocal correspondiente, que pretenden representar a todos los géneros, como la palabra ‘Bürger*innen’, que vendría a significar ‘ciudadanxs’.

« El asterisco de género carga increíblemente los textos con palabras y signos que no tienen nada que ver con el contenido e incluso lo opacan », justifica Doris Mendlewitsch, consultora de comunicación. El asterisco viene del lenguaje computacional, donde es un marcador para todo tipo de cosas.

Dos tercios de los alemanes rechazan este lenguaje que enrevesa cualquier comunicación, según una encuesta del instituto de estudios de opinión Infratest Dimap. Las razones son que complica la lectura, especialmente para las personas con más dificultades y los no nativos, y porque causa problemas de aprendizaje .

El Gobierno regional bávaro decidió en septiembre poner límite a la expansión del lenguaje inclusivo de género. Así lo anunció el presidente regional, Markus Söder. «Que no quepa duda sobre nuestra apuesta por la igualdad, se trata de una meta importante y tenemos un Gobierno paritario» , puso por delante. Söder no esquivó que «necesitamos un lenguaje sensible, pero estamos en contra de la exageración y de perder el sentido de la proporción». Söder dio con la solución, de manera simple: «Queremos un equilibrio correcto que no sobrecargue el lenguaje». «Vivamos y dejemos vivir, con moderación», consensuaron los ministros de Asunstos Sociales y Ciencia.

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