La iglesia de La Palma que recuperó la luz y las misas tras la salvación de los bomberos
ABC acompaña al equipo de rescate que protege el patrimonio escondido tras la ceniza. Han llegado a la isla para ayudar en los desalojos, acompañar a los vecinos y salvar los bienes más preciados
Se limpia, pieza a pieza, con un pincel para no manchar la fachada
Miguel Ángel lleva 41 años como bombero. Cuatro décadas en las que ha visto de todo. Sin embargo, no duda en afirmar que lo peor que ha visto en su larga vida laboral es el volcán de La Palma .
Estuvo en el terremoto de Lorca, en Murcia. Titubea y mira hacia arriba, gira la cabeza hacia el volcán y vuelve a replantearse la idea para confirmar que sí, que lo peor que vio en su vida es la erupción de Cumbre Vieja. «El terremoto de Lorca fue grande pero la sociedad se pudo recuperar, había otros lugares donde empezar de nuevo. Aquí, en La Palma, el volcán lo devora todo», reflexiona.
Lo mismo dice su compañero Pablo, con 18 años de bombero: «A nivel de destrucción, yo no he visto nada igual», dice mientras mira a tres de sus compañeros subidos a una escalera apoyada sobre un camión que les da la altura suficiente para llegar al techo de la ermita del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente , en el centro de la isla de La Palma.
Dos compañeros sujetan la escalera mientras un tercero, con arnés, trepa como Spiderman hasta el techo de la ermita y retira con una escobilla los montones de ceniza acumulados en los paneles solares del techo, los que alimentan de energía a este templo que no ha podido dar misa por falta de luz.
Proteger al patrimonio
«Lo hacen con una escobilla y no con agua, para no dañar y manchar la fachada», explica Miguel Ángel. Pablo, a su lado, muestra otro vídeo en el que les tocó quitar las campanas de una Iglesia. Todo lo hacemos para salvar el patrimonio de las garras del volcán. No solo cuidan de los vecinos, también protegen lo que pueden de un volcán que no tiene piedad y arrasa con todo. «Cuando lo veo bien de cerca, la lava a metros, lo primero que se me cruza por la cabeza es que no somos nada», dice a ABC el sargento Jesús Madero .
Los bomberos son de San Bartolomé de Tirajana y del Consorcio de Emergencias de Gran Canaria. Todos vienen de la otra isla para ayudar. Están llegando por tandas y este grupo marcha mañana miércoles. Y pese a que en sus caras se ve el agotamiento, las mascarillas blancas teñidas de negro y una actividad incesante parece que ninguno quisiera irse. « Es mi trabajo, es que ni me lo planteo, me toca hacerlo, por eso me enfada mucho cuando dicen que somos 'héroes '». No es así, hago mi trabajo como cualquiera», dice el sargento Jesús Madero que no dice que expone su vida cada vez que entra a la zona de exclusión y percibe cómo se empiezan a calentar los dedos cuando se acerca a la lava.
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