La vuelta al cole de los niños marcados por el volcán: «A estos niños les han arrancado parte de sus vidas»
Con gafas de buceo, aulas llenas de ceniza y el drama de haberlo perdido casi todo, ahora les toca aprender la lección más dura: «Serán estos críos quienes reconstruirán La Palma»
Encarna Badenes coge el teléfono con nerviosismo. Su mañana está siendo difícil. Está enfadada con los medios que, dice, se acuerdan de ellos solo por el volcán; está enfadada porque el patio está lleno de ceniza y conforme de llena el contenedor hasta el tope hay que volver a empezar, como un ‘dia de la marmota’ perverso. Encarna Badenes está, en realidad, enfadada con el volcán Cumbre Vieja; ya no lo quiere ver, «le ha arrancado una parte de vida de los niños», dice.
La directora y profesora de Ciencias y Religión de Secundaria del colegio concertada Sagrada Familia ubicado en Los Llanos de Arinade, uno de los pueblos más afectados por el volcán de La Palma, abrió este lunes las aulas, después de un mes sin clase. Ella sabe que la escuela es fundamental y se alegra de haber recibido a sus niños, que conoce perfectamente, por nombre y apellido pero no deja de repetir que todo está siendo «muy duro». «Esto es un drama sin precedentes», dice quien ha visto tragedias también en Camerún, pero en sus ojos se adivina que el dolor que le provoca el volcán no tiene parangón.
«Tengo los nombres de todos los afectados, alguno hasta ha sentido vergüenza: “He perdido mi casa, no tengo mis libros, no tengo mi mochila”», narra esta catalana que lleva siete años al frente de este colegio concertado.
Después de dar clase no disimula su agotamiento, no por los niños sino porque sufre por ellos, sin decirlo. Se quita el sudor, se acomoda el velo y cuenta a ABC que hoy prepararon una clase de acogida para los más pequeños mientras que a los más grandes, de Secundaria, tras enviar miradas cómplices a los más afectados, preguntó: «¿Seguimos? Y dijeron que sí».
Ella lo cuenta con orgullo, cree que el futuro de la isla lo tienen estos niños. «Una vez resuelta la emergencia toca lo más difícil que es reconstruir esta isla entera y creo que la labor será de estos niños que tendrán que rehacer su isla». «Les dije que no quería cargarles las espaldas pero que tenían que empezar a pensar como quieren que sea esta isla dentro de diez años». Para ella aparecerán geólogos, pero también políticos, alumnos que mañana sepan cómo sacar su tierra adelante.
La escuela es un lugar de acogida y reparación pero no deja de ser duro. «Esto ha sido una catástrofe, diferente al Covid aunque diría que peor porque el coronavirus afectó a todos, aquí la gente se pregunta por qué a ellos». Además, «con el Covid estaba la esperanza de la vacuna, aquí no hay vacuna que termine con esto», relata apenada. «Hay niños que perdieron sus casas, y otros que están a punto. Son niños de 15 años, plenamente consciente de lo que está pasando. Es duro», repite y lamenta esta profesora.
Desde la Consejería establecieron unos protocolos que establecen un juego de equilibrios entre los parámetros del Covid y la incidencia del índice de la calidad del aire . Hay que ventilar por el Covid pero cerrar por el volcán…Esta profesora cree que «se ha actuado con lentitud, que se debería haber abierto antes las aulas», pero a la vez entiende que se está pudiendo llegar a lo que se puede.
Mira hacia adelante siempre y se pregunta qué pasará cuando se apague el volcán. «Cuando se acabe el volcán cada uno mirara su realidad, ya sabremos lo que se ha llevado. ¿Dónde miraremos entonces?».
María González, madre de una niña de 4 y 10 años espera apoyada en la puerta del colegio Sagrada Familia mirando el móvil. Se sacude la ceniza de su camisa amarilla resignada y no entiende por qué se ha autorizado a su hija ir al colegio con la calidad del aire que hay. «Yo la hubiera dejado en casa», dice resignada. Sobre todo en caso de la pequeña, la más mayor entiende mejor el uso de la mascarilla y las gafas y, además, «perder clase la puede perjudicar».
Llegar al colegio no fue como antes del volcán. «No hay sitio para aparcar, el ambiente es irrespirable, todo está lleno de ceniza», narra a ABC.
Esta familia fue desalojada de El Paso pero pudo regresar. Aun así, en la retina de la niña que en teoría no es tan consciente revive la erupción. «Mi hija no solo no quería ir al colegio es que no quiere volver a casa, dice que cuando acabe el volcán».
Volver a casa fue una especie de mal recuerdo de la conciliación (no siempre conseguida) de padres debiendo trabajar y los niños en casa. Pero con una diferencia: «No hubo educación online». Eso es lo que más lamenta la directora: «Aquí hubo una suspensión de clases total», lamenta la religiosa.
Otra situación completamente diferente se vivió en el otro lado de la isla, en el colegio Santo Domingo de Guzmán, en Santa Cruz de La Palma donde las clases se interrumpieron solo un día para retirar ceniza. «Ha habido momentos difíciles cuando la ceniza ha cubierto esta parte de la isla ya que eso suponía que las medidas del Covid y las del volcán eran contrarias y había que buscar lo mejor para el alumnado, pero el trabajo incansable del personal del centro hizo esta tarea mucho más fácil. Lo más duro ha sido saber la situación de tantas familias que no están tan lejos y se han quedado sin nada y aún así están ayudando a sus vecinos y buscando soluciones para salir adelante. El otro día hicimos una actividad deportiva para aportar nuestro granito de arena a las familias damnificadas y seguiremos promoviendo la solidaridad en nuestra comunidad educativa para que puedan salir adelante», cuenta