Feria de Abril de Sevilla 2022
El Alumbrado más caro de la historia
Ya está aquí otra vez Sevilla, la ciudad de la luz, pero este año hay que concentrar el consumo en las horas valle para que esto no nos cueste un ojo
Feria de Abril de Sevilla 2022: Todo lo que hay que saber
Plano de la Feria de Abril de Sevilla 2022: mapa de todas las calles y casetas
Todos los tópicos de Sevilla se concentran en una caseta de Feria, exégesis del falso costumbrismo que nos atribuyen los forasteros. Así que no hay mejor manera de empezar la crónica del regreso al real después de dos años de farolillos en los balcones que con el topicazo literario de Fray Luis de León: Decíamos ayer... En la Feria que dejamos costaba el plato de jamón 20 euros y no se le veía la loza. En la que retomamos cuesta 25 y como te descantilles te lo ponen en platillo de café. El truco está en el tamaño. Los caseteros se han trabajado un ‘Pescaíto’ igual de bien presentado pero con menos trapío . Han anovillado el menú. La bandeja viene llena, pero es más coqueta. Para que nos entendamos, lo explicaremos con la nomenclatura de Ikea. En 2019 ponían el adobo en una bandeja modelo Värdera (31 centímetros de diámetro) y en 2022 lo ponen en una Backig (25 centímetros). La reduflación está en la vajilla. La Cruzcampo es el mejor ejemplo. Está de moda la llamada ‘cortada’, que es medio vaso de sidra en cualquier bar de Sevilla. En las casetas es un tercio. Y además de todo eso este año hay que controlar el consumo eléctrico.
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El presidente de una caseta de la calle Ignacio Sánchez Mejías estaba ayer colocando las últimas fotos en las trastienda al mediodía y haciendo cuentas: «Hay que mirar bien las horas valle del contrato con Endesa para ver cuándo conviene darle caña a la freidora». Si pides unas croquetas a las seis de la tarde te pueden salir más apañadas que a las tres. Ojo con eso. La roncha varía en función del precio del kilovatio por hora. Hay quien dice incluso que a la portada habría que aplicarle el mismo sistema que a la Giralda: apagarla una hora antes para bajar la factura. Tanta preocupación hay con este asunto que apenas se habla del Covid. Y virus sigue habiendo.
En una caseta de Joselito el Gallo, donde había una reunión de socios al mediodía mientras la Feria recibía sus últimos retoques, lo estaban comentando: «Las raciones más baratas este año van a ser las de almendras fritas y las de Covid». Hay que confiar en las vacunas. Porque en el inventito del doble techo no nos vamos ni a parar. Puro placebo. Esa rendija sólo sirve para aliviar el olor a fritanga cayendo a plomo sobre los mantoncillos. La medida se parece mucho a la de los pasos de cebra para los linces. Hay que explicarle al virus que se tiene que salir de la caseta por ahí. Pero quieras o no, la apertura del tejado relaja. Anoche no había ni un feriante con mascarilla. La gente está ya con la mente en otra historia. Lo demuestra el comentario generalizado en la cena de Pascual Márquez 90 . «En cuanto he puesto los pies en el albero me ha dado un escalofrío de emoción».
La primera jornada de la Feria pasó sin rastro de las mascarillas. La gente ha vuelto como si no hubiera pasado el tiempo
La gran mentira de Sevilla ha vuelto a ser verdad. Que se pellizquen los incrédulos, pero tenemos otra vez Feria. Hay turroneros vendiendo manzanas caramelizadas y trozos de coco que no ha comprado nadie en treinta años. El de los gofres sigue con los mismos altavoces. La gente continúa intentando colarse en las casetas. Hay otra vez botellona en la portada a pesar de la prohibición de vender bebidas en Los Remedios, que es una de esas medidas que sólo se pueden tomar en Sevilla: quitamos el bebercio a lo bestia para fomentar que bebamos como bestias. Todo está de nuevo en su sitio, pero más caro. Los alergólogos alertan de que este año los niveles van a afectar fuertemente al bolsillo.
Lo que sí sabemos todos ya es que la vuelta a la normalidad nos tiene un poco despistados. La mejor prueba de esto es el gesto de un enchaquetado camino de su caseta. El hombre se sintió incómodo al andar, como si algo le molestara en el pecho. Se abrió la chaqueta y se revisó el bolsillo interno. Bingo. Había algo ahí que le estaba fastidiando. Se lo sacó discretamente y lo depositó en una papelera como quien no quiere la cosa. Era un programa de mano de ‘El Llamador’. El traje viene directo del Jueves Santo al ‘pescao’ sin pasar por la tintorería. Este problema no lo tienen los que gastan chaqueta de heladero, esas claras de rayas azules que parecen anunciar el rico bombón helado. Pero en la cena del Alumbrado no se prodigan estas prendas de uso exclusivamente ferial. Y en los trajes oscuros ha quedado la huella del despiste que tenemos con la recuperación de las fiestas. El tiempo vuela. Y la costumbre se nos ha atrofiado salvo para el comentario cuantitativo: «Este año veo yo aquí poca cáscara», se quejaba por lo bajini una señora ante su frugal mariscada. Ignoramos si en las casetas de los sindicatos se hizo el mismo esfuerzo. Pero es verdad que esta va a ser la Feria de la postpandemia y la de los recortes.
Al entrar en el real, muchos se abrazaban para celebrar el regreso a la normalidad: «¡Esto es muy emocionante, compadre!»
Los caseteros han llegado de milagro al milagro. Por la mañana había varios en la calle Costillares protestando por lo que se les viene: «Este año vamos a tener quejas por los precios». Bien mirado, tampoco es tan grave. Mientras la gente protesta por la cuenta no protesta por las tortillas de huevina. Vale que a la Feria no se va a comer bien, ni tampoco a beber, que vaya tela las marcas de manzanilla que se ven por ahí, pero qué menos que el guiso del día sea del día. En la caseta nos dejamos engañar porque eso forma parte del ritual. No se ha estado de verdad en la Feria hasta que no pierdes la noción de las cosas que te has comido que no te gustan. Hay que esponjar.
Las buñoleras no cambian
Anoche en la mayoría de las casetas el ambiente era casi de nochevieja. Dieron ganas de tomarse las uvas tras el Alumbrado y sentarse a ver a María del Monte en la portada . Una pregunta seria: ¿usted conoce a alguien que vaya a la portada a ver a los grupos de sevillanas en la inauguración de la Feria? La verdad es que es mucho mejor tomarse las uvas bien prensadas de Jerez y de Sanlúcar . Y rematar la noche en las buñoleras. A la hora de los peroles el kilovatio está tirado de precio. Compensa siempre pararse con la gitanería antes de coger el coche. Ahí todo sigue igual. No hay dos tazas iguales. La vajilla está hecha de retales de mil vajillas rotas. Pero no han recortado el tamaño. La ración de buñuelos es la misma que la de nuestra infancia. Todo en realidad sigue siendo igual que en la nostalgia menos la cuenta. Pero tampoco nos hagamos sangre. Anoche se encendió otra vez Sevilla, la Sevilla real, la que apenas dura una semana, y empezó la Feria más cara de la historia. Y al contemplar el espectáculo de la amistad tras las viejas lonas de nuestra idiosincrasia, mientras el grupito de toda la vida montaba los bafles, nos dijimos: todo lo que se puede comprar con dinero es barato. Esta es la Feria más cara de la historia porque volver a lo que fuimos no tiene precio.